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Clarence B. Jones fue abogado personal del fallecido líder social estadounidense, además de uno de sus principales asesores y un confidente de primera línea.
AGOSTO 28, 2013BBC Mundo (@BBCMundo)
Foto: Cortesía Clarence B. Jones.Clarence B Jones, detrás de Martin Luther King.
Son cuatro palabras que han tenido un eco profundo y un dueño indeleble. Y son cuatro palabras que cumplen 50 años: I Have a Dream, Yo tengo un sueño.
Fueron pronunciadas el miércoles 28 de agosto de 1963, ante cientos de miles de personas que se congregaron en el monumento a Abraham Lincoln en Washington, por un hombre que se convirtió en un ícono en Estados Unidos, el reverendo Martin Luther King.
A unos pocos metros de él, en la sombra y sin buscar protagonismo, se encontraba Clarence B Jones, el abogado personal de King, uno de sus principales asesores y un confidente de primera línea.
Como pocas personas, Jones conoce los entretelones de ese discurso histórico que promovió la igualdad racial en un país profundamente dividido.
Él no sólo acompañó a King en todo el proceso previo, sino que también ayudó a redactar fragmentos que luego King proclamó en ese evento masivo que se conoce como “la marcha sobre Washington por el trabajo y la libertad”.
Él no sólo acompañó a King en todo el proceso previo, sino que también ayudó a redactar fragmentos que luego King proclamó en ese evento masivo que se conoce como “la marcha sobre Washington por el trabajo y la libertad”.
Y hoy, a falta del orador, quien murió asesinado en 1968 a los 39 años, Jones también se ha convertido en una de las voces más autorizadas para hablar de ese día veraniego en la capital estadounidense.
Es, como él mismo dice, la última persona viva que estuvo involucrada de cerca en la planificación de “I Have a Dream”.
A propósito del aniversario, BBC Mundo lo contactó y recordó con él, durante una extensa charla, esos momentos que él calificó como “un despertar estadounidense”.
“Un instrumento”
A pesar de lo cercano que fue a Martin Luther King en esos meses de 1963, a Clarence B Jones no le gusta que digan que él ayudó a escribir el famoso discurso.
No quiere quitarle mérito al reverendo frente al micrófono y por eso dice que él más bien fue un “instrumento accidental en un punto histórico”.
“Si lo miro sin pasiones”, dice, “todo lo que hice fue entregarle un texto sugerido para que él lo considerara, que incorporaba ideas que previamente habíamos discutido”.
Jones y King se habían conocido unos años antes cuando el reverendo necesitaba un abogado. Buscó a Jones, que comenzaba su carrera.
La relación creció hasta el punto que Jones terminó convertido en la mano derecha de King: no sólo se enteró de “verdades privadas” y “percepciones silenciosas”, como él mismo asegura.
Además, su casa cerca de Nueva York fue el centro de operaciones del evento en Washington y él incluso pulió las notas de King la noche antes del discurso.
Eso sí, Jones enfatiza que “fueron sus palabras y sus pensamientos. Cuando habló, esas palabras fueron las palabras de Martin Luther King Junior”.
Jones hace esta aclaración por una razón de peso, pues no muchos saben que las famosas cuatro palabras —I Have a Dream— no formaban parte del texto planeado.
Durante los primeros siete párrafos, King sí utilizó el borrador que le había entregado Jones “sin cambiarle una palabra, una frase, una coma, nada”.
Pero luego vino la sorpresa. Luego vino la “electricidad en el aire”, como describió Jones el instante en un libro sobre el tema.
APMartin Luther King.
Con un grado de detalle sorprendente para un evento que ocurrió hace cinco décadas, Jones recuerda cómo King corrió el texto al lado izquierdo del podio, se rascó la pantorrilla de su pierna izquierda con el pie derecho, observó a la multitud y miró de reojo a la cantante de gospel Mahalia Jackson, que acaba de gritarle ‘¡cuéntales del sueño, Martin!’.
Y entonces, inspirado por el momento, King pronunció las cuatro palabras.
Es importante hacer esa mención a Mahalia Jackson pues, de hecho, King ya había hablado del sueño en otra ocasión, aunque con mucha menor resonancia.
Fue en Detroit, dos meses antes, en un evento que con el tiempo ha pasado a considerarse el preludio del sueño.
¿Pero entonces qué tuvo el evento en Washington para pasar a la historia que no tuvo el de Detroit?
Jones argumenta que se debe a una unión de circunstancias: “Fue la tormenta perfecta”.
“El poder no está en las palabras como tales, ni está en el orador”, escribió. El poder está, más bien, en la conjunción del discurso, el ponente y la audiencia.
De esa tormenta perfecta, de esa mezcla de factores, ha pasado ya medio siglo.
Hoy, Clarence B Jones tiene 82 años, dos menos de los que tendría King si viviera, y sigue más que activo.
Dicta un curso en la Universidad de San Francisco sobre preparación de discursos, escribe libros, ofrece charlas en lugares tan lejanos como Ginebra, Suiza, y asiste a eventos.
Uno de ellos, por supuesto, es el que se realizará el 28 de agosto en Washington.
Allá estará, en el monumento a Lincoln como hace 50 años, pero esta vez no para hacer historia sino para recordarla.
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