Pisando tierra
Marcela Barrios
(AquíCom-MTBB/31/07/2014). Eran las 17:30 de un día de semana de junio de este 2014. Llegué a la Ceja de El Alto para tomar otro minibús con la intención de llegar a mi casa y a la zona donde vivo. Ya a esa hora los minibuses de El Alto comienzan a “tramear” (cobrar por tramos) sus recorridos y mi única esperanza era llegar hasta la ex Tranca de Río Seco, para luego tomar otro minibús para llegar a mi casa.
Tuve la mala suerte de subir al minibús de la línea 934 y con placa 2559-INS. Desde el momento que los pasajeros subieron comenzó la escalada de malos tratos. De inicio, el conductor no esperaba a que los pasajeros se sienten para partir nuevamente, la “voceadora” dejó la puerta abierta a pesar del pedido insistente de los pasajeros para que la cierre, por el frío que hacía y por la polvareda que entraba.
El conductor, vestido de negro y corte cadete, no daba vuelta ni para ver a los pasajeros y menos para saber si habían terminado de bajar o de subir a su vehículo. Con la vista hacia el frente parecía que no le importaba los reclamos y pedidos que le decían los pasajeros.
Este episodio, es más común de lo que una cree porque en los últimos años, el servicio del transporte público, ha decaído tanto que los reclamos de la población alteña, paceña y boliviana en general, son como el pan de cada día.
La mayoría de los minibuses de El Alto, por ejemplo, tiene los asientos precarios, no se pueden abrir las ventanas y en muchos casos están tan sucios y empolvados que pareciera que no fueron limpiados en meses. Ojalá que estos sean los pocos y no los más de 71.977 motorizados que circulan diariamente, según los datos de 2008, en esta urbe.
Todos los días se escuchan reclamos por el “trameo” que efectúan los conductores, el cambio de discos (números) y el maltrato a los usuarios. Pero lo más preocupante es que la vecindad alteña se adecuó a este maltrato y a pagar “un doble pasaje”, producto del “trameo”.
Tanto así, que a vista y paciencia de los guardias del transporte, en las ex trancas, los choferes hacen de las suyas. Se puede observar decenas de minibuses que llegan y dejan a los pasajeros con la frase: “servidos” o “hasta aquí nomás es”, y dos pasos más adelante, vuelven a anunciar la misma ruta u otra, según su conveniencia.
Mientras tanto, cientos de personas mezcladas entre los vendedores que ya se apropiaron de la calzada —desde el Puente de Río Seco hasta la Ex Tranca, en una especie de feria a la luz de la luna— tienen que buscar algún vehículo para llegar a su domicilio.
Otro de los inconvenientes es que las y los transeúntes deben caminar en medio de los vehículos que se encuentran estacionados hasta en dos filas en este sector y también entre los minibuses que anuncian sus rutas, dejando de esa manera sólo un carril para la circulación vehicular. Y lo peor del caso es que nadie dice nada, no hay autoridad que ponga orden.
Este episodio se repite día tras día y, principalmente noche tras noche, a tal punto de haberse convertido en una situación cotidiana. Ante ello, la pregunta obligatoria es ¿Hasta cuándo las y los usuarios seguiremos soportando el mal servicio y maltrato de los choferes y ayudantes? Y como diría algún héroe de un programa de la televisión mexicana ¿Quién podrá defendernos?. Ojala que algún funcionario municipal se digne a poner orden, disciplina y haga respetar con autoridad las disposiciones y normativas vigentes, de una vez por todas (AquíCom-MTBB/31/07/2014).