Esther Paola Mamani Mamani
(AquíCom 14-07-14)La educación es una llave que ayuda a salir de la pobreza y como política de Estado debe garantizar la igualdad y equidad entre mujeres y hombres. Dentro del sistema patriarcal, la sociedad pondera y aprueba a las niñas que ayudan en las tareas de la casa a la mamá y ve con total naturalidad que los padres se esfuercen en la educación del hijo como orgullo de la familia.
Existen muchos prejuicios sobre la mujer, se asume que, la niña de hoy, anhela ser la esposa y madre abnegada de mañana. En consecuencia, a las carreras y profesiones también se les “asigna sexo”. Profesiones como enfermería, repostería… se consideran propias de las mujeres y, los estudios de mecánica o ingeniería de los hombres.
Los datos estadísticos proporcionan indicadores útiles para la aplicación de mejoras en el sistema educativo, esas cifras tienden a ser superficiales cuando no nos cuestionamos sobre la jerarquización de saberes y destrezas que se reproducen en la escuela, en la universidad.
Las niñas que dejan la escuela resignan sus aspiraciones y aceptan, con o sin conciencia, una herencia social que las predetermina a roles según el sexo. Esto desemboca en mujeres que padecen la violencia económica puesto que se les ha negado la enseñanza de ser ellas las que también generen ingresos económicos.
Como objetivos del milenio, se debe garantizar el acceso y continuidad a la educación con igualdad de oportunidades, para hombre y mujeres. Pero también se debe establecer el tipo de saberes se inculcan y cuán útiles son para la erradicación de la pobreza desde un enfoque de derechos humanos. Lo contrario es fomentar una visión de competencia entre mujeres y hombres; mujeres y mujeres; hombres y hombres.
Una educación de calidad asegura el desarrollo económico de la sociedad y a la vez puede constituirse también en aliado de la lucha contra la competencia desleal hacia la independencia económica e intelectual de las mujeres.
Es importante, y urgente, cuestionarse sobre el modelo de educación masculino-occidental como estándar positivo-universal. La consecuencia es que la idea de éxito en las mujeres se asocia a la imitación de atributos que se creen sólo del sexo masculino, carácter, inteligencia o raciocinio insuperables.
La educación es la herramienta que ayudará a terminar con la pobreza, pero debemos estar alertas ante el peligro de lograr el desarrollo económico y mantener la reproducción de una educación patriarcal que mantenga el statu quo de la vida de las niñas y de las mujeres (AquíCom 14-07-14).