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Sin dinero se recupera la Alasita, fiesta del intercambio y de la esperanza

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Yuri Aguilar Dávalos

La fiesta de Alasita, como dice Ismael Sotomayor en sus Añejerías paceñas, "es esperada con inusitado ahínco, anualmente, por jóvenes y viejos y con un entusiasmo que jamás dejará de arranciarse..."

 

Es la fiesta de la esperanza, de la ilusión, del juego a soñar y, con esa magia que se apodera especialmente al mediodía del 24 de enero, todos los que por motivos diversos tienen perdida la fe, la recuperan, hacen planes, y muchos piensan que no todo está perdido. Además, es el día en que la gente invade las calles, primero en busca de las miniaturas que quieren que se hagan realidad, y luego en busca del plato tradicional de la feria —el plato paceño— que es devorado en medio de la calle: comensales sentados en la acera o en cualquier banco improvisado. Ese es el momento en que un orden del desorden paceño se apodera de la ciudad de La Paz que por cierto no tiene mucho de paz.

Dicen que originalmente la fiesta surgió como una manera de mofarse de los chapetones, de aquellos soldados españoles y criollos que lucharon en las filas realistas contra ridiculizarlos, nació el regordete Ekeko. Otros dicen que su origen es más remoto, precolombino, cuya imagen con una enorme giba, representaba a una deidad de la abundancia.

También dicen que en esas primeras ferias, los pequeños productos fabricados por manos de hábiles artesanos, no se los vendía, sino que eran intercambiados por víveres, pan u otros productos de primera necesidad. Luego se los intercambiaba por botones especiales dorados, que nadie sabe de dónde salían; así al menos lo señala Sotomayor, aunque su nombre Alasita —comprame en aymara— podría desmentir esa versión. Pero aquella vieja tradición cambió, y se mercantilizó. Ahora todos los comerciantes-expositores no aceptan ni en chiste unos botones o unos billetitos de Alasita a cambio de sus miniaturas.

Pero, como sabiamente dice Ismael Sotomayor, son las apremiantes necesidades de la vida moderna las que "impusieron la verdadera compra de cositas con dinero contante y sonante, pagadero a la vista del portador" costumbre que "prevalece y prevalecerá hasta que el Diablo cese de hacer picardías por el mundo".

Y quién sabe ese tiempo ya ha llegado porque desde hace siete años un grupo de compañeras amantes de la esperanza, aparecen con sus cositas al medio día de 24, se instalan en el puente de la avenida del Ejército, cositas que no las venden y sólo piden a cambio los ilusorios billetitos de Alasita, sean éstos bolivianos, euros o dólares.

El juego no dura mucho, pues los pequeños productos se acaban en hora y media. "Venga señor, acérquese señora, le cambio cualquiera de estas cositas por billetitos de Alasita", anuncian a los apurados transeúntes que van en busca de los comerciantes. Son pocos los que se detienen, porque tal vez muchos no entienden que esas miniaturas no se venden, no cuestan dinero; pero cuando alguno atiende y entiende el mensaje y se detiene para aceptar la oferta que en realidad es un regalo, se arremolinan otros y allí empieza el juego del intercambio, como antiguamente se hacía sin dinero, antes de que se haya mercantilizado esta feria.

Se trata de la recuperación de la vieja tradición de Alasita, donde las miniaturas eran cambiadas por botones (o por billetitos como una vez me contó mi padre), y no se las vendía como ahora, acción parecida al juego que teníamos de niños y lo llamábamos "tiendita-tiendita"; por eso, en medio del entusiasmo del intercambio gratuito, algunos incrédulos se aseguraban y preguntaban: "¿No tenemos que pagarles? ¿Sólo tenemos que darles billetitos de Alasita?" Recibiendo de respuesta: "Así es, sólo tienen que darnos los billetitos de Alasita que quieran."

"¿Qué es esto?", preguntan los "compradores". "Son trensitas de colores para tener-tejer buenas relaciones", responden las "vendedoras". "Entonces quiero que me dé tres, y aquí están sus billetitos de Alasita", así entablan la amena conversación del intercambio. Y como ya hay viejos clientes que reaparecen, algunos preguntan si trajeron nuevas cositas o si tiene los clásicos frasquitos de flores para la salud, los bichitos quitapenas o los pancitos...

Son muchas las miniaturas fabricadas. Y aquí viene lo novedoso: las cositas que traen esas compañeras las hacen en Cochabamba. Pero es mejor que deje que nos cuente una de las principales y entusiastas iniciadoras de esta singular recuperación de la fiesta de la esperanza: Teresa Alem.

"¡Para mi ese día es mágico! Desde que hago mis intercambios, me siento agradecida a la vida y me encanto con las conversaciones tan desprendidas que se dan en esa hora y media."

"Tratamos de llevar diferentes cosas cada año, pero hay productos 'estrella' o sea, que nos los piden los que nos conocieron años pasados, estos productos son: los bichitos 'quita pena', los frasquitos con flores para la salud y las cositas con granos integrales,los besitos, el pan y las casitas... (todo es reciclado o reutilizado), pero lo curioso es que las personas siempre nos dicen ¿qué cositas nuevas han traído? o sea que si bien nos piden lo de siempre, para regalar a alguien que lo necesita, siempre quieren sorpresas! Los que por primera vez nos conocen quieren de todo un poco."

"Todo ese tiempo es renovador en todo el sentido de la palabra, desde que empezamos a recoger semillitas, cuando las amigas nos juntan cajitas, o la víspera cuando se deciden a viajar o cuando nos traen sus cositas hechas y sus encargos..."

"Y ahora sí, ésta es la lista de cositas que ofrecemos este 2012:

—Trencitas de colores, para tener/tejer buenas relaciones.

—Ojitos de dios, que nos permiten ver lo que se oculta y nos abren caminos y salud.

—Banderitas de Feng Shui, para que la energía circule.

—Pensamientos positivos, para recordarnos lo que necesitamos.

—Granitos de quinua, para tener abundancia y buena alimentación.

—Bolsitas con trébol de cuatro hojas, para la suerte.

—Bolsitas recicladas de bolsas de leche, para llevar lo necesario y distribuir las creaciones entre amistades queridas.

—Semillas, para seguir sembrando a pesar de todo.

—Pancito: integral y de semillas (siempre pensando en la alimentación sana como fuente de energía vital).

—Besitos, para que no nos falte cariño.

—Molinillos: para tener vientos de cambio, cuando lo necesitamos.

—Casitas

—Bichitos quita penas.

—Mochilitas, para iniciar cualquier camino.

—Frasquitos con flores, para baños de buena salud.

—Sobres con cartas de florales y elíxires de los andes, para acompañar en momentos emocionalmente difíciles.

—Redondel para trenzar, para que no nos falte oficio.

—Maceteritos con flores de marcadores reutilizados, para florecer siempre.

—"Masajeador" anti estrés.

"Casi siempre somos entre 10 y 15 personas las que hacemos —dice Tere—, y venimos las que podemos, por ejemplo, este año vinimos tres: Michelle Dechelette, Paty Vargas y yo; y luego nos repartimos los billetitos de Alasita, que les llamamos "ganancia", en partes iguales para seguir intercambiando esperanzas y deseando buen año a los amigos, familiares y personas que se cruzan en el camino..."

Y así, bañados con esos aires de esperanza, estaremos esperando el próximo 24 de enero, renovándonos mientras tanto con un espíritu de desprendimiento, de compartir lo que tenemos, de desterrar el mercantilismo y el consumismo en estos tiempos difíciles.

 

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