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Celebración deslucida del 16 de julio

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la paz

Desorganización y borrachera

Un vecino paceño

El desfile de teas del pasado 15 de julio en homenaje a la gesta libertaria de 1809 de Murillo y otros patriotas, estuvo sellada por la desorganización y el poco entusiasmo (no sé aún si hay civismo).

La organización (o desorganización) estuvo a cargo de los funcionarios de la Gobernación, paceña en manos del partido gobernante Movimiento al Socialismo (MAS), dirigida por César Cocarico, quienes no pudieron ni definir la ruta por la que debía recorrer el desfile, porque los que la cabezaron siguieron otra diferente.

A diferencia del año anterior, cuando las tensiones entre las autoridades del poder central y de Alcaldía estaban más tensas, esta vez no hubo cordón de funcionarios del gobierno municipal para proteger a miembros de su Ejecutivo y Concejo; pero, lo que sí hubo fueron aplausos espontáneos a su paso, los que también llegaron a las famosas “cebras” y “burros” (que no logran mejorar el comportamiento de conductores y peatones en su labor de educación vial en sus más de 11 años) y a los trabajadores del aseo de la ciudad. Desde luego que los grupos de aplaudidores de instituciones gubernamentales (igual que el año pasado) no pudieron callar las ovaciones del público al Alcalde y al personal edil.

La asignación de números a las instituciones públicas y privadas para su ubicación en el recorrido no fue respetada, porque aun está presente la lógica del atropello y de aprovechamiento de los “vivos” y de los abusivos que antes de cumplir mínimas normas de convivencia y respeto está su conveniencia a sacar ventaja por todo. Es así que de pronto aparecía una institución con el número 5, seguida por otra sin número y a continuación otra con el 21; todo eso matizado con largos “vacíos” y avalanchas de transeúntes que cortaban las filas de espectadores asentados en las aceras, al extremo de que no faltaron golpes entre los que exigían pasar y los que no querían dar paso. Mientras tanto, en el punto de partida, en la confluencia de las calles Pichinca e Ingavi, los forcejeos y empujones entre funcionarios públicos, premilitares y asistentes de otras instituciones por iniciar el recorrido continuaron, al extremo de que la Policía tuvo que rociar con gases lacrimógenos a los contendientes para “poner orden”, acción que más pudo acabar en una avalancha trágica.

Los marchistas que daban vivas a La Paz, glorias a los protomártires o que cantaban el himno paceño eran pocos, tal vez porque también eran pocos los que fueron por voluntad propia, ya que los más desfilaron obligados con la amenaza de ser descontados en sus haberes; ni los militares del Ministerio de Defensa, que desfilaron sin banda militar, cantaron, pese al entusiasmo de algunos espectadores que los animaban a hacerlo.

El civismo del que dudamos que exista, tal vez estuvo presente en algunas bandas musicales de estudiantes llegados de provincias, quienes luciendo trajes como los del Colegio Militar del Ejército, con cascos coronados de penachos estilo prusiano, tocaban sus instrumentos de percusión y de viento con toda la energía que les daba sus fuerzas.

El desorganizado desfile duró hasta más allá de las 23 horas, mientras otra muchedumbre ya se había agolpado en los dos escenarios montados para la fecha: uno en la plaza del Estadio Hernando Siles (organizado por la Gobernación) y otro en la Plaza Mayor de San Francisco (organizado por el Gobierno Municipal). La música y, sobre todo, el expendio masivo de los clásicos sucumbés (leche caliente con singani o destilado alcohólico de uva), los té con té (té caliente con singani) y otros tragos, continuó hasta el amanecer del 16 de julio, lo que dejó un basural en las calles aledañas a los escenarios mencionados.

El 16 de julio, en el desfile cívico-militar (más militar que cívico), estuvieron en el estrado principal el Presidente, el Vicepresidente, el Gobernador, el Alcalde paceño y otras autoridades y legisladores. Lo notorio que se vio por la pantalla del canal de televisión del Estado fue la política comunicacional anti edil que ha diseñado el gobierno central: cuando las cámaras pasaban por las autoridades en el palco oficial, se detenían en el Gobernador, porque a su lado estaba la primera autoridad del municipio; sólo en tomas panorámicas y de lejos se vio que allí también estuvo Luis Revilla, el Alcalde paceño. Otro acción gubernamental anti Movimiento Sin Miedo (MSM), del que Revilla es parte, fueron las pintadas de paredes con frases como “La Paz sin obras” o “Alcalde enamorado”, ésta última en alusión a la vida sentimental de esa autoridad.

En síntesis, una celebración desorganizada de los 204 años de la revolución libertaria paceña, donde no hubo entusiasmo, pero sí borrachera.

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