Un nombre suele ser aclaratorio. Lo es en el caso de Sol de Pando, periódico amazónico de circulación nacional, según reza la portada. Sol oposición a tiniebla, como representación del valor individual de unos periodistas amenazados que osan enfrentarse a un Gobierno que lo menos podría ser calificado de mentiroso sino de traidor.
Claudio Ferrufino-Coqueugniot nació en Cochabamba, Bolivia, en 1960, y desde 1989 reside en Denver, Colorado. Como todo inmigrante ha tenido que encontrar su lugar en este país trabajando como traductor, escritor de cuentos infantiles, estibador, albañil, panadero, repartidor de periódicos, especialista en frutas y verduras frescas, pequeño empresario y mucho más. En esta charla, el autor nos cuenta de su trabajo, de su impresión de los latinos viviendo en este país y de la experiencia del ser migrante. Entre sus obras se encuentran “Virginianos”, 1991, “Años de mujer”, 1989, “Diario en cinco y epílogo”, 1989, una serie de artículos publicados en periódicos locales recopilados bajo el título de “Ejercicios de memoria”, 1989. En 2009 obtuvo el Premio de Novela Casa de las Américas por “El exilio voluntario”; en el 2011 fue galardonado con el Premio Nacional de Novela por su reciente obra “Diario Secreto”. Actualmente varios periódicos de Bolivia como El Día de Santa Cruz, Los Tiempos y Opinión de Cochabambna, La Razón de La Paz, entre otros, publican sus textos literarios y ensayos políticos.
Wilson García Mérida, su director, tiene detractores que incluso atacan su vida privada para tratar de desmerecerlo, aplacarlo, hundirlo con calumnias e intimidación. Sórdida y triste manera que utilizan los déspotas para deshacerse de aquello o aquellos que con su voz afectan sus intereses. No hablamos de lucha ideológica, que creo ha sido siempre clara para García Mérida; se trata de latrocinio,delincuencia simple y llana que se mimetiza en los distintos estamentos del poder.
Rincón en que se ha acorralado al diario y a sus representantes. No la esquina del descanso, de la silla y la esponja húmeda de que disponen los boxeadores en el ring. Para el Sol de Pando no hay tregua, tiene que tirarse contra las cuerdas y soportar andanadas de gente muy poderosa, y salirse una y otra vez del clinch, el agarre, y disparar jabsdirectos al rostro, upper cuts al mentón del oponente. Por eso se la tienen jurada, porque este rival no arroja la toalla. Por el contrario se evade de sus garras, atraviesa fronteras y sigue disparando con precisión enloquecedora hacia las huestes oscuras. Si casi suena como un filme de ciencia ficción y la eterna lucha del Bien contra el Mal. A ese punto se ha llegado, impidiendo que este diario que nació para desentrañar ante nuestros ojos una parte de la tierra que consideramos nuestra pero obviamos, continúe con esa labor justa y necesaria, imprescindible en situaciones como la de la casi extinta etnia Pacahuara, expoliada y eliminada desde la antigua tradición de derechas de usurpar la tierra, hasta la más moderna –e igual infame– de la nueva izquierda, no muy diferente de su antecesora.
Las denuncias de Sol de Pando y su staff, siendo un periódico pequeño y vulnerable, lastimosamente no llegan al gran público. Es labor titánica la suya y por tanto el doble de valiosa. Acerca de los Pacahuara fue explícito y duro: el fin de este grupo selvático ha de pesar en la conciencia de todos. Ningún otro medio hasta ahora los ha defendido, y menos con esa tenacidad, desnudando que nos falta mucho para considerar que avanzamos a paso firme y correcto de progreso, integración y respeto. Y no es que no haya interés; mucho se desconoce. Una larga explicación sobre la tragedia de ese pueblo, publicada en el Sol y que incluí en un blog personal, ha tenido cientos de visitas, de seguro asombradas de oír por primera vez, y ver fotos, sobre y de esos bolivianos desprotegidos en las fronteras de la ignorancia, la nuestra.
Tuvo que ser Humberto Vacaflor, en la entrega del Premio Nacional de Periodismo, quien mencionase al Sol y sus periodistas, informando con ello que sabemos de su existencia y lucha. Mucho se habla del ataque del Gobierno a diarios grandes y poderosos, en cuyo interior existen también periodistas afianzados en la lambisconería a diestra y siniestra como medio fácil aunque detestable de supervivencia. Pero no se denuncia que Sol de Pando, Wilson García Mérida, Silvia Peggy Antelo y muchos más son perseguidos, advertidos, con riesgo incluso de sus vidas. No es la distancia que separa a Pando del resto de la nación. La verdad y la valentía de destapar el estupro de Bolivia los pone en la mira. Tanto que ha tenido que ser la organización de Reporteros Sin Fronteras la que levante su voz apoyándolos.
“Expulsemos a la muerte de Pando, que retorne la vida”, dice Sol. Una muerte que ya se cargó, entre muchos, al dirigente Vicente Rocha, hace poco. Defendamos el periodismo veraz; es lo que nos queda en este embrollo de sicariato y extorsión, de filosofía del miedo y coima. En páginas como las de este periódico en los límites del fin del mundo nos jugamos todos.