Iñigo Sáenz de Ugarte / Guerra Eterna
El mensaje de despedida de Fernando Lugo ayuda a comprender algunas de las claves de su derrocamiento a través de un juicio político aprobado por el Congreso. El presidente paraguayo contaba con pocos apoyos entre los partidos de la oligarquía que han controlado la vida política del país en las últimas décadas, incluido los largos periodos en los que la defensa de sus intereses y el contexto internacional permitían el establecimiento de una dictadura. Cuanto más se acercó Lugo a esos grupos más cerca estuvo su destitución. El desencadenante de la crisis fue el nombramiento de un político del Partido Colorado como ministro de Interior. Ese gesto de supuesta apertura fue entendido como de debilidad. Colorados y liberales procedieron a dar las últimas puntadas legales a un golpe de Estado civilizado. La derecha promovió la destitución de Lugo. Pero sus intereses no se vieron muy amenazados por Lugo. "Los exportadores de soja en Paraguay solo pagan un 3% de impuestos, mientras que en Argentina pagan más del 30%, sostiene Rodríguez. "No pudo hacer gran cosa por la reforma agraria, pero consiguió implantar un sistema de salud que permitió a la mayor parte de la población obtener medicina de forma gratuita. También concedió subsidios para más de 20.000 familias que viven en la extrema pobreza y llevó el desayuno y el almuerzo gratuito a las escuelas públicas", añade Óscar Rodríguez [economista y profesor en la Universidad Católica de Asunción].
La matanza de Curuguaty —el desalojo de una finca ocupada donde murieron once campesinos y seis policías— dio las razones políticas que faltaban. Los policías estaban cumpliendo una orden judicial algo más que polémica: estaba defendiendo los derechos de un empresario cuando en realidad las tierras eran propiedad del Estado.
No debe extrañar mucho porque Paraguay es un país en el que un juez puede llegar mintiendo al Tribunal Supremo y alegar que fue presionado, sufrió un lapsus mental o estaba medicado.
El editorial del diario ABC Color (antiLugo) deja patente que, para la oligarquía, el único problema de violentar la decisión de las urnas es que se produzcan disturbios en las calles. Si no es el caso, eso demuestra que la ciudadanía "está cívicamente madura". La lección que han aprendido es: deberíamos haber expulsado antes a Lugo del poder. Ese es el mensaje más llamativo de fuerzas políticas que se consideran democráticas.
El golpe es una pésima noticia para la democracia liberal en Latinoamérica. Confirma a la izquierda la idea de que no hay posibilidades allí de un cambio social profundo sin el control de las instituciones judiciales y los medios de comunicación. No vale con ganar unas elecciones. Y no es necesario, por ser hasta contraproducente, llegar a acuerdos con partidos políticos de ideología diferente.
Hugo Chávez se sentirá reivindicado y utilizará a buen seguro lo ocurrido en Paraguay en su campaña electoral. Ningún político querrá acabar como Fernando Lugo.
Nota del autor:
Un detalle para nada irrelevante que había dejado fuera. El principal propulsor del juicio político contra Lugo fue Horacio Cartes, empresario que aspira a ser el candidato del Partido Colorado en las próximas elecciones presidenciales. Temía que el presidente apoyara a su rival en las primarias internas u ordenara al ministro de Interior que hiciera públicas las muy extendidas sospechas sobre los vínculos de Cartes con el contrabando y el narcotráfico. Aunque en realidad, más que sospechas, se trata de hechos confirmados.
Cartes aparecía en los documentos diplomáticos norteamericanos distribuidos por Wikileaks. La DEA investigó al empresario por blanqueo de dinero.
Un presidente que ha hecho negocios con narcotraficantes sería un gran paso adelante en la "institucionalidad" de Paraguay, tal y como la han llamado los partidarios de poner fin a la presidencia de Lugo.
Fuente: http://www.guerraeterna.com/el-golpe-civilizado-de-paraguay/