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Anticomunismo de opereta

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Jerónimo Carrera

En nuestros días, y parece que no solamente acá en Venezuela, uno de los rasgos más pintorescos de la vida política, al punto de que ya nadie lo toma en serio, es el desbocado uso del antes temido calificativo de comunista.

Todo lo cual proviene del frecuente y continuo otorgamiento —de parte de sus enemigos, o quizás sea mejor decir competidores— de ese título tan valioso al actual conjunto gobernante aquí, en un país peyorativamente bautizado como “Pequeña Venecia” por un grupo de piratas invasores.

Los verdaderos comunistas, que por cierto no somos solamente el relativamente reducido número de los que militamos en las filas de nuestro PCV, sí mostramos con orgullo ese título. Pero hay también camaradas que no lo hacen, por diversas razones. Allá ellos, cada quien con su conciencia, y como lo expresa el refranero hispano, bien pueden hacer de su saco un sayo

Pero no podemos admitir, sin aclarar el punto, que comiencen ya a darle tan elevado calificativo a cualquier “cabeza de mochila” por el simple hecho de que la Diosa Fortuna lo ha colocado, por un cierto tiempo, en un cargo de gobierno.

Creo recordar, y me parece algo que debemos tomar en cuenta, en estos momentos precisamente, que en nuestra hermana Cuba sucedió ya en los años treinta del pasado siglo, que nuestros camaradas se vieron en la necesidad de tomar el nombre de socialista para su partido, en razón del desprestigio que había tomado allá el nombre original, que era de Partido Comunista, creado en 1925 por dos eminentes figuras del comunismo internacional, Julio Antonio Mella y Carlos Baliño. A quienes se sumó un camarada tan valioso y a quien tuve el honor de tratar como amigo, Fabio Grobart, tiempos después en Praga.

En la situación venezolana actual, y esto es algo realmente no fácil de explicar, el anticomunismo brota de sectores opuestos entre sí, es decir, tanto de muchos de los opositores como también de algunos de los partidarios del actual gobierno.

Digo que no es fácil de explicar y seguramente mucho menos de entenderlo, a menos que se tome en cuenta la fuerte influencia de Estados Unidos en la Venezuela de los últimos cien años. Lo cual no se borra de un día para otro, y requiere lógicamente una fuerte y bien orientada labor ideológica.

Se ha venido propagando, y se puede afirmar que oficialmente, la peregrina tesis de cierto socialismo “del siglo XXI”, como algo muy distinto del comunismo, y hasta como opuesto. El resultado es que a diario vemos surgir una “nueva” teoría supuestamente revolucionaria, creando así una creciente confusión en nuestro pueblo, y escepticismo en la juventud revolucionaria.

Hay gran renuencia a admitir que el socialismo no es algo más que la antesala del comunismo, que la teoría marxista es bastante clara al respecto. Que no puede haber socialismo sin un gran desarrollo de la clase obrera, y que esto es posible sólo si se gana la batalla por la plena industrialización del país.

Lo que ahora mismo estamos viendo que con fuerza se desarrolla acá en Venezuela, y proveniente, insisto, de sectores aparentemente antagónicos, es un anticomunismo cada día más rabioso y…. ridículo. Por ejemplo, se puede ver en una estación de televisión, muy poderosa al parecer, una frecuente publicidad en la que un joven concluye con esta curiosa exclamación: “¿Comunismo…? ¡Ni a palos…!

Un anticomunismo de opereta, digo yo.

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