Colombia
Resumen Latinoamericano/Colombia Informa, 11 de agosto de 2015.
El máximo comandante del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia, Nicolás Rodríguez Bautista (más conocido como “Gabino”) atendió el pedido de entrevista realizado conjuntamente por los periódicos Brasil de Fato, Resumen Latinoamericano y la agencia Colombia Informa. Por escrito, el líder histórico del ELN hizo llegar las respuestas a un cuestionario que abordó los temas más candentes de la coyuntura política colombiana: las movilizaciones sociales y la persecución del gobierno; el rol de los medios de comunicación; la injerencia norteamericana; los motivos de la vigencia de las organizaciones armadas y las búsquedas de solución política al conflicto. Por último, “Gabino” refirió al estado, poco conocido en la actualidad, de la relación entre esta guerrilla y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) con un anuncio que podría cambiar el curso de las actuales negociaciones de paz: las gestiones avanzadas para el relanzamiento de una coordinadora guerrillera que unifique estrategias de ambas insurgencias, al estilo de la coordinación que existió en la década de 1990, en el momento de mayor acumulación de fuerzas de las guerrillas en el país. “Será un mensaje muy importante para el pueblo colombiano que espera la unidad de los revolucionarios”, afirmó el líder del ELN.
—¿Por qué mantiene vigencia el conflicto armado en Colombia?
—Porque a diario se reproducen las causas que lo originaron, es decir, la exclusión social, los extremos entre riqueza y pobreza. Persiste la negación de los derechos a las mayorías, la antidemocracia, la respuesta violenta a los reclamos y a las posturas críticas al régimen. Continúa el abandono del Estado en importantes territorios y su complicidad con los carteles mafiosos, las bandas delincuenciales y el paramilitarismo que, lejos de haber desaparecido, se mantiene con nuevas fuerzas en estrecha relación con las Fuerzas Armadas y con empresarios, políticos, comerciantes y terratenientes. A esa realidad hay que sumarle un agravante: la libertad de los más reconocidos jefes paramilitares que tienen intactos sus capitales y sus niveles de poder.
—¿Quiénes son los actores y cuáles los intereses geopolíticos enfrentados en ese conflicto?
—En documentos desclasificados por los Estados Unidos queda clara la participación de la CIA en el magnicidio del dirigente popular Jorge Eliecer Gaitán. Desde 1961, en el fragor de la llamada Guerra Fría, un general gringo instruyó a la cúpula militar colombiana en la creación de grupos de civiles armados, en tareas de inteligencia al servicio de las Fuerzas Armadas. Dichos grupos evolucionaron a las estructuras paramilitares que cubrieron el territorio nacional. La injerencia política de los Estados Unidos en los asuntos internos colombianos es innegable. Hace pocos días, el presidente Santos declaró que la política antidrogas había sido un fracaso. Sin embargo, no se refirió a las gravísimas consecuencias de ese plan contrainsurgente en la vida del país. Por otro lado, Colombia depende económicamente de los designios del FMI y del Banco Mundial. Desde la embajada de EEUU en Colombia se lideran los planes contrainsurgentes. La presencia de asesores militares y marines norteamericanos es el pan de cada día en Colombia. Todo este panorama intervencionista es convenido a satisfacción de la clase dominante colombiana.
Por todo lo anterior, además de muchas otras realidades históricas que se remontan a los tiempos de Bolívar y que no caben en un par de cuartillas, los intereses enfrentados en el conflicto social, político y armado que vivimos en Colombia se siguen debatiendo entre, por un lado, los imperialistas y la oligarquía colombiana —siempre fiel a los intereses de EEUU— y del otro, el pueblo y la nación.
—¿Cómo se ve el ELN en un escenario de firma de acuerdos con el gobierno colombiano?
—Si en el proceso de paz se dan normas de seguridad y garantías plenas para la oposición política, la insurgencia tendría el espacio para seguir la lucha por sus objetivos de justicia y equidad social, democracia y soberanía que se le ha negado hace más de medio siglo.
Ahora que el gobierno plantea diálogos para buscar la paz, estamos prestos a examinar si esa oferta es realista y si es posible seguir la lucha desde espacios legales. Los mayores riegos están en los sectores guerreristas que hacen parte del poder y que se oponen a la paz por la vía legal e ilegal, sectores que hoy son bastante poderosos.
—¿Cómo cree que se podría garantizar la participación de la sociedad en el proceso de paz, de qué forma imagina la relación de esa instancia social con las mesas de diálogo que mantienen ambos grupos insurgentes?
—En principio, el gobierno debe entender que un proceso de paz en Colombia, para que sea exitoso, requiere la participación de la sociedad históricamente excluida de la vida política del país, es decir, la mayoría de los colombianos y colombianas que han padecido los rigores del conflicto. Si el gobierno lo comprende así, la forma de concretar la participación de la sociedad es un asunto práctico. Hay diversas formas para hacerlo y las mismas organizaciones populares proponen fórmulas, cuentan con la capacidad, la idoneidad y lo saben hacer. Siempre hemos afirmado que sin su plena participación, el proceso de paz será un fracaso.
Hay una base para avanzar en ello y es que, en la agenda pactada entre el ELN y el gobierno, ese punto ya está definido.
—En las últimas semanas se han presentado represiones a las protestas sociales, asesinatos y detenciones a líderes sociales y políticos. ¿Cómo incide esto en los diálogos entre el gobierno y las insurgencias?
—Lo que ustedes plantean es patético. Hasta hoy los avances de paz no se sienten hacia las masas, por el contrario, al movimiento popular y social se le persigue, estigmatiza, descalifica, encarcela y se sigue asesinando a sus dirigentes. Y la situación es aun más grave. Los grandes medios pretenden silenciar la oposición de izquierda y acreditar como “oposición” a la corriente guerrerista encabezada por el senador Uribe, quien fundamenta sus posturas en acciones contestatarias y pendencieras. Su propósito es polarizar al país a partir de una reedición de la estrategia belicista de sus 8 años de gobierno.
Por otro lado, es necesario reafirmar que el proceso de paz en Colombia es incipiente si se tiene en cuenta que es mucho más lo que se habla que los avances prácticos. Un proceso de paz serio requiere de una pedagogía con el pueblo, los estamentos del Estado y los diversos sectores sociales. Contrario a esto, el gobierno usa un lenguaje descalificador y satanizador contra la insurgencia cuando es urgente iniciar esa pedagogía a la par del desarrollo de los diálogos. En esta temporada preelectoral los intereses politiqueros del poder se establecen por encima de la paz auténtica y ninguna fuerza del poder se escapa a ello.
—¿Qué muestras de vocación de paz esperaría el ELN de parte del gobierno nacional?
—En la respuesta anterior hay elementos que responden esa pregunta. Querer la paz es ser coherente, no caer en la retórica. Una muestra de paz del gobierno sería el cese al fuego bilateral sin condiciones y con claras reglas del juego como una estricta verificación de organismos nacionales conformados por las comunidades de las zonas de conflicto y organismos extranjeros nombrados por las partes. Así mismo, es indispensable que no se siga criminalizando el movimiento popular y social.
—¿Cómo ve el papel que juegan los grandes medios de comunicación en el cubrimiento de la guerra y los procesos de paz?
—Juegan un papel protagónico, porque generan opinión e inducen. En Colombia, al ser privados tales medios, juegan a favor de los grandes capitales opuestos a la paz o sesgados a posturas unilaterales. Hablan por el establecimiento y sus Fuerzas Armadas, actúan dentro de una línea contrainsurgente que descalifica y sataniza la insurgencia, lo que implica una verdadera traba para la paz porque se pierde el equilibrio de la información y se sacrifica la verdad.
Hay que aclarar por supuesto que no nos referimos a los periodistas sino a los dueños, quienes definen su dirección, línea editorial y el perfil de lo que se informa o lo que se oculta. Es urgente en el proceso de paz acordar un equilibrio informativo. No es sencillo pero es indispensable porque un proceso de paz requiere información objetiva en su desarrollo para de esa manera evitar la manipulación que hoy es tan común. Ante todo, la paz.
—En el último periodo se han dado a conocer comunicados y expresiones de afinidad entre las FARC y el ELN. ¿Se podría reactivar un escenario como el que se dio en los 90 con la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar?
—Este es uno de los temas importantes que hemos intercambiado entre el Secretariado (de las FARC) y el Comando Central (del ELN), organismos estratégicos encargados de darle vía libre a este importante salto para la unidad insurgente. Las dos organizaciones hemos hecho un sondeo en la militancia y una muy amplia mayoría de las dos fuerzas respaldan el relanzamiento de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar.
No hay duda de que este salto fortalecerá la unidad de la insurgencia y será un mensaje muy importante para el pueblo colombiano que espera la unidad de los revolucionarios. Tanto en los compañeros de las FARC como del ELN somos conscientes de que este es un reto que debemos asumir con mucha madurez y decisión porque la unidad es indispensable para avanzar en los objetivos estratégicos tanto de la insurgencia armada como para las luchas del pueblo y la nación.
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