Erick R. Torrico Villanueva*
Fuente: ANF
3 de julio 2025
Pareciera un contrasentido, pero una larga serie de hechos muestra que los sucesivos gobiernos del llamado Movimiento al Socialismo (MAS) se ocuparon de sustentar aquello que sus discursos y declaraciones intentaban negar: el liberalismo.
Así, la supuesta anulación total del espíritu libremercantil que estableció el programa de ajuste estructural (neoliberalismo) puesto en vigencia en agosto de 1985 no llegó a concretarse mediante el alambicado decreto supremo 861 de 1 de mayo de 2011.
Esta norma decía en su primer artículo que se determinaba “la eliminación completa de toda disposición o consideración legal fundamentada en el Decreto Supremo N° 21060, de 29 de agosto de 1985, aún presente en leyes aprobadas por el antiguo Congreso neoliberal”, para lo cual, en su siguiente artículo, anunciaba la creación de una comisión de alto nivel entre el Órgano Ejecutivo y la Central Obrera Boliviana, además de otras organizaciones representativas de la sociedad civil, para que ejecutara tal proceso, figura que nunca se hizo efectiva.
A esa falsa muerte del 21060 le antecedió el simulacro de nacionalización de los hidrocarburos que, cinco años antes, convirtió a las transnacionales del petróleo en “socias” de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, empresa que no tomó el control de las operaciones del sector, sino solamente quedó encargada de la refinación y la comercialización. Hay que recordar, asimismo, que tras las negociaciones con las petroleras el Estado boliviano terminó entregándoles 2 mil 500 millones de dólares por concepto de diferentes compensaciones.
La orientación liberal de las políticas oficiales se manifestó también en las leyes de Hidrocaburos (17 de mayo de 2005), de Revolución Productiva Comunitaria Agropecuaria (26 de junio de 2011) o de Minería y Metalurgia (29 de mayo de 2014), entre otras disposiciones legales que, a su modo, benefician a empresas transnacionales como a los grandes grupos privados del país a la vez que atentan contra la Madre Tierra y las comunidades.
A su admisión indirecta, ya en 2006, de que el socialismo era inviable en Bolivia y de que hacía falta tener al menos seis décadas más de “capitalismo andino-amazónico” antes de dar el paso liberador, el exvicepresidente fugado en 2019 añadiría en 2014 que “el MAS ya no es el de 2005, ha ido mudando la propuesta, ya no es tan comunitario, ahora ha abrazado el ‘modelo cruceño’, que es capitalista”.
Y no hay que olvidar que ese mismo 2014 el gobierno boliviano recibió una “medalla de oro al desempeño internacional en el área de finanzas públicas” otorgada por la cadena estadounidense de noticias CNN, imposible de ser calificada como “pro izquierdista”.
Esos cambios en el “proceso de cambio” habían sido destacados en su momento por Gabriel Dabdoub Álvarez, presidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia entre 2008 y 2010, cuando dijo “este es el socialismo que me gusta”, en referencia a las políticas del MAS. Años más tarde, para las frustradas elecciones nacionales de 2019, ese empresario fue invitado por esta agrupación política para candidatear a un puesto en el Senado en representación de Santa Cruz, aunque al final su inclusión en las listas no se pudo consumar.
Sin embargo, más allá de lo reseñado y de lo anecdótico, la situación más reciente evidencia que el oficialismo se ha convertido en el abanderado del viejo lema liberal “dejar hacer, dejar pasar”, pues se ha mantenido al margen de las acciones que la “mano invisible” del mercado viene llevando a cabo con los precios de todos los productos en el país, que suben día a día de manera sostenida.
Esta ruta inflacionaria, aparte de reflejar el fracaso económico gubernamental, que completa el que sufre políticamente desde 2019, ha sentado todas las bases para la reafirmación liberal, que es la que se anuncia en las principales candidaturas para las elecciones presidenciales de agosto próximo.
Lo que han hecho dos décadas de masismo en el poder se traduce, así, en un servicio redondo al capital, su supuesto archienemigo. Quizá esto se explique porque, más allá de la retórica de su caudillo en desgracia, de la de sus reconvertidos ideólogos y de sus dirigentes cada vez más improvisados, no hubo proyecto transformador real y su difuso como inconstituido sujeto histórico se disolvió entre quienes no fueron capaces de distinguir “socialismo” de “sociabilidad”.
*El autor es especialista en comunicación y análisis político y vicepresidente de la Asociación de Periodistas de La Paz