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La genialidad de Fidel derrotó la conspiración yanqui-batistiano-trujillista

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cuba

A 55 años de la victoria

El Comandante en Jefe dirigió, en el día de su 33 cumpleaños, las operaciones que aplastaron aquella conjura contra la naciente Revolución con una magistral labor de inteligencia

Autor: Andrés Zaldívar Diéguez | Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Autor: Pedro Etcheverry Vázquez* | Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

12 de agosto de 2014 23:08:40

Fidel dándole instrucciones al radista en el aeropuerto de Trinidad en plena conspiración Trujillista. Foto: Archivo

El 13 de agosto de 1959 en los alrededores de la ciudad de Trinidad, bajo la dirección del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, la Revolución neutralizó la primera conjura contrarrevolucionaria, al frustrar una invasión organizada por el tirano dominicano Rafael Leónidas Trujillo, que supuestamente iba a ser respaldada por un levantamiento armado interno.

Aquel hecho ha trascendido como “la conspiración trujillista”, a pesar de que en su comparecencia ante las cámaras de la televisión al día siguiente, Fidel puntualizó que la participación del dictador dominicano en las actividades anticubanas era solo un aspecto circunstancial, ya que los verdaderos enemigos de la nación y de la Revolución eran “los intereses creados extranjeros”, forma eufemística para referirse al gobierno de Estados Unidos. Pocos días antes, el 26 de julio, el máximo líder de la Revolución había expresado una idea semejante: “[…] nuestros enemigos son los grandes intereses, los grandes monopolios, los grandes intereses creados de la oligarquía internacional”. En realidad, la conjura a la que se asestaba un importante golpe constaba de diferentes tipos de acciones aprobadas desde la Casa Blanca, con objetivos que rebasaban las pretensiones del tirano dominicano.

El triunfo revolucionario del 1 de enero de 1959 había ocurrido a pesar de todo lo que se hizo desde Washington para impedirlo. Baste recordar que el director de la CIA Allen Dulles en reunión del Consejo de Seguridad Nacional del 23 de diciembre de 1958 señaló: “Es necesario evitar la victoria de Castro”. [1] Desde mucho antes, entre otras acciones se encontraban organizando un intento de mediación a través de la Organización de Estados Americanos (OEA); hicieron un llamado a la “responsabilidad hemisférica” que encontró como respuesta el ofrecimiento de Trujillo para apuntalar al régimen batistiano con cinco mil soldados; e intentaron encontrar una “tercera fuerza” que deslegitimase la lucha revolucionaria.

Desde el segundo semestre de 1958 se dieron pasos para que el poder fuese tomado por una junta “cívico-militar”, un esquema que trataron de aplicar para escamotear el triunfo tras la fuga de Batista, maniobra frustrada por el Comandante en Jefe al llamar a la huelga general revolucionaria y ordenar la rápida ocupación por Camilo y Che de los campamentos militares de Columbia y La Cabaña.

La supuesta “luna de miel”

Avión capturado en el aeropuerto de Trinidad el 13 de agosto de 1959 en el que viajaron los enviados de Trujillo. Foto: Archivo

La conservadora posición política de muchos de los integrantes del primer Gobierno Revolucionario aplacó momentáneamente a quienes desde Washington pugnaban por “evitar la victoria de Castro”, y trajo un compás de espera que fue definido por un alto funcionario del Departamento de Estado, refiriéndose a las relaciones con Cuba en la etapa de enero-marzo de 1959, “como un período de luna de miel” con la Revolución. [2]

No obstante en esa etapa protegieron a asesinos y criminales de guerra, nunca devolvieron los fondos robados por personeros de la tiranía batistiana, promovieron una feroz campaña propagandística por el ajusticiamiento de los criminales de la dictadura y permitieron la creación en Nueva York el 28 de enero de 1959 de La Rosa Blanca, primera organización terrorista contrarrevolucionaria, entre otras medidas. Para defenderse, la Revolución creó el 26 de marzo el Departamento de Investigaciones del Ejército Rebelde (DIER), antecesor de los órganos de seguridad cubanos.

Tras asumir Fidel el cargo de Primer Ministro (16 de febrero de 1959) el cumplimiento del programa del Moncada tomó nuevos bríos con el incremento de nuevas medidas de beneficio popular. La llamada “luna de miel” llegaba a su fin. El 26 de marzo, en la reunión 400 del Consejo de Seguridad Nacional (CSN), el director de la CIA alertó sobre el ascenso en Cuba de posiciones más radicales.

Comienza la escalada contra Cuba

La Quinta Reunión de cancilleres fue el escenario del último combate en el primer complot contrarrevolucionario urdido en Washington.

Los medios que de inmediato se potenciaron contra la Revolución eran los de su embajada en La Habana, incluida la estación de la CIA que allí operaba; la gran prensa, la OEA, las estructuras congresionales, en particular en el Senado, e incluso la mafia ítalo-estadounidense, cuyos intereses también habían sido afectados en Cuba, y sirvió de enlace inicial entre Trujillo y los complotados internos. Un toque distintivo fue el aprovechamiento de los intereses comunes entre Estados Unidos y el tirano Trujillo, que no cesaba de entrometerse en los asuntos internos de los países vecinos.

Apenas dos semanas más tarde de la reunión 400 del CSN, el 14 de abril, en la embajada de Estados Unidos se elaboró un plan contra la Revolución que tenía como objetivos impedir la radicalización del proceso revolucionario y fortalecer los elementos anticomunistas en el gobierno, fuerzas armadas, sindicatos, la prensa, escritores, radio y TV, la Iglesia y los estudiantes. [3]

Esta estrategia tuvo incidencia directa en la creación de una contrarrevolución en Cuba. A la vez el proselitismo anticomunista realizado en el seno del Gobierno Revolucionario y el Ejército Rebelde por el jefe militar de Camagüey comandante Huber Matos, [4] estuvo a todas luces bajo la dirección de la CIA.

La alharaca en los medios de comunicaciones alrededor de la carta de fuerte contenido anticomunista enviada al presidente Manuel Urrutia Lleó por el exjefe de la Fuerza Aérea, comandante Pedro Luis Díaz Lanz y su inmediata salida ilegal por vía marítima, también organizada por la CIA, creó la expectativa para el acto siguiente: Díaz Lanz fue el primer testimoniante, a inicios de julio de 1959, en las audiencias del Subcomité de Seguridad Interna del Senado acerca de “la penetración comunista en el Caribe”.

Las acusaciones desde el Senado de Estados Unidos iban a estar secundadas desde Cuba por el presidente Urrutia, que pretendía abandonar sus funciones en aras de provocar una crisis institucional interna que facilitara la agresión externa. La rápida actuación de Fidel, con la renuncia a su cargo de primer ministro, para no propiciar una salida de fuerza y que fuese la presión popular la que solucionase “la crisis institucional”, neutralizó la maniobra.

El representante cubano ante la OEA Carlos Lechuga expresa en sus memorias que ya desde inicios de abril, en la reunión de embajadores estadounidenses en el Caribe y Centroamérica, realizada en la capital salvadoreña, emergió la recomendación al Departamento de Estado de que se “considerara «seriamente» cómo la OEA pudiera ayudar a restaurar «una atmósfera más tranquila en el área»”. [5]

El hecho de que desde abril se estuviese gestando toda esta serie de medidas anticubanas demuestra que la “inestabilidad en el Caribe”, que se pretendía analizar, no tenía relación alguna con la ayuda cubana brindada a los patriotas antitrujillistas comandados por Enrique Jimenes de Moya, que arribaron a tierra dominicana, en afanes libertarios, el 14 de junio de aquel año. [6]

El 8 de julio, sin aludir a la Ley de Reforma Agraria, aprobada el 17 de mayo, el Congreso otorgó mayores facultades al Presidente para suspender la ayuda a todo país que confiscara propiedades estadounidenses “sin justa compensación”. Cinco días después, desde Washington, el Consejo de la Organización de Estados Americanos (OEA) convocó a la Quinta Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores para Santiago de Chile, con un tema central: “La situación de tensión internacional en la región del Caribe”. [7] El cerco se iba cerrando alrededor de Cuba, ya que se pretendía revitalizar la Comisión Interamericana de Paz, creada en 1940, como mecanismo interventor.

Pero todavía faltaba un hecho que justificara una intervención armada de fuerzas de la OEA para eliminar la “tensión internacional” en el Caribe. [8] Ese sería un posible enfrentamiento entre Cuba y República Dominicana, derivado de la invasión procedente de esta nación, coincidente en tiempo con el inicio de las sesiones de la reunión de Consulta de la OEA del 12 de agosto.

Componentes paramilitares de la conjura

En el plan perfilado por la CIA y el tirano Trujillo para derrocar a la Revolución, el golpe definitivo consistía en un proyectado levantamiento armado en el centro del país, apoyado por un desembarco aéreo, cerca de la ciudad de Trinidad, de una brigada de exmilitares batistianos y una fuerza mercenaria organizada por Trujillo, conocida como Legión Anticomunista del Caribe.

Tiempo atrás (marzo de 1959) algunos representantes de la mafia ítalo-norteamericana habían propiciado la relación conspirativa entre el dictador Trujillo y William Morgan, quien ya desde febrero de 1958 trabajaba activamente para la CIA, la cual lo utilizó para penetrar y convertir la jefatura del II Frente Nacional Escambray (FNE), grupo insurreccional que operaba en esta región montañosa, en punta de lanza contra el Ejército Rebelde. Involucró y captó posteriormente a su jefe, Eloy Gutiérrez Menoyo, participante directo en esta conspiración.

Tras varias semanas de estar conspirando, temeroso de ser descubierto, el traidor William Morgan decidió informar al Estado Mayor Rebelde. A partir de entonces, la Dirección revolucionaria asumiría secretamente el control de aquellos planes. Distintos combatientes, como el joven Manuel Cisneros Castro, mantendrían las comunicaciones radiales de forma permanente con Trujillo; otros compañeros del naciente DIER cumplirían importantes tareas en la penetración y control de los complotados en Cuba.

En dos viajes realizados a Miami en abril y mayo, Morgan coordinó los planes con el cónsul dominicano, coronel Augusto Ferrando, y con el representante especial de Trujillo, el sacerdote Ricardo Velazco Ordóñez. Este último viajó a Cuba en el mes de junio para ajustar la participación en la conjura de un grupo de representantes de la alta burguesía criolla, políticos tradicionales y exmilitares batistianos en servicio activo en esos momentos, con fuertes vínculos con la embajada norteamericana. Al regresar de un tercer viaje a Miami, a finales de julio, Morgan recibió en alta mar un yate con un valioso cargamento de armas, momento en que la Dirección de la Revolución decidió neutralizar los planes de acciones paramilitares.

La conjura es liquidada

A partir del 7 de agosto fueron detenidos en La Habana, Managua y San Antonio de los Baños los principales conspiradores dentro del país. Fidel dirigió directamente las operaciones de captura de los complotados en la capital. Luego las operaciones se trasladaron hacia la ciudad de Trinidad, en cuyos alrededores ya se encontraban desplegadas las Fuerzas Tácticas de Combate del Centro, al mando del comandante Filiberto Olivera Moya y otros grupos del II FNE leales a la Revolución, dirigidos por el comandante Lázaro Artola Ordaz.

Lo ocurrido entonces se encuentra inscrito como una página memorable de la lucha de nuestro pueblo contra los enemigos de la nación, fruto de la genialidad del Comandante en Jefe Fidel Castro en la conducción de aquel importante “juego operativo”, término conocido en el argot del arte de inteligencia: hacer creer al enemigo que la región estaba tomada por fuerzas contrarrevolucionarias, para lograr la ocupación del armamento y la rápida neutralización de los mercenarios batistianos y trujillistas, que participaran en la planeada invasión proveniente de República Dominicana.

Fue tan perfecto el escenario operativo logrado en aquel lugar, que resistió el 12 de agosto una inspección in situ de Velazco Ordóñez, el enviado personal de Trujillo, quien viajó expresamente en un avión desde el cercano país. En sus reflexiones del 4 de julio del 2008, Fidel escribió: “Una compañía rebelde disfrazada de campesinos gritaba en la pista aérea: ¡Viva Trujillo! ¡Abajo Fidel!” [9]. Las comunicaciones radiales con Ciudad Trujillo tenían como fondo el ruido de las explosiones y los disparos de un ficticio combate que se desarrollaba en las inmediaciones del aeropuerto de Trinidad.
Al día siguiente, el 13 de agosto, aterrizaba en la pista del aeropuerto de Trinidad otro avión de la fuerza aérea trujillista con once tripulantes y un cargamento adicional de pertrechos de guerra. Seis de estos mercenarios proyectaban quedarse en el “teatro de operaciones”, en espera de la invasión.

A uno de ellos, Luis del Pozo Jiménez, vástago del exalcalde batistiano de La Habana, le encomendaron “precisar” los lugares a bombardear y definir otras misiones del grupo principal invasor. Lo acompañaba Roberto Martín-Pérez Rodríguez, quien después de años de prisión fue indultado por la Revolución y más tarde se convirtió en un destacado cabecilla de la mafia terrorista de Miami. Cerca de la pista, Fidel y Camilo, junto con Celia y otros comandantes rebeldes observaban la operación.

Al proceder a la captura de la aeronave, se produjo un intercambio de disparos con algunos de sus ocupantes que aún se mantenían en su interior, perdiendo la vida los combatientes revolucionarios Frank Hidalgo Gato, Eliope Manuel Paz Alonso y Oscar Reytor Fajardo. El enemigo sufrió dos bajas mortales. Hubo heridos de ambas partes.

La primera victoria

Aquel 13 de agosto, día en que Fidel cumplía 33 años, se logró una importante victoria, pero la batalla no había concluido. Faltaban dos combates. El primero de ellos fue la disección de la vasta operación anticubana realizada por Fidel ante las cámaras de la televisión apenas 24 horas después, dando continuidad al proceso de concientización de las masas que venía acometiendo en sus discursos y comparecencias televisivas. La explicación realizada por Fidel se integró armónicamente con las medidas de respuesta política e ideológica a la conjura, que se habían estado aplicando ante cada una de las acciones del enemigo, en aras de poner al descubierto quiénes eran los verdaderos enemigos de la Revolución.

El segundo tuvo lugar en la Quinta Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores, oportunidad en que Raúl Roa comenzó a tejer su leyenda como Canciller de la Dignidad y a sentar las bases de la diplomacia revolucionaria cubana, desbaratando las maniobras del imperialismo. El momento decisivo fue el día 17 de agosto, cuando pudo exhibir las pruebas de la invasión trujillista, trasladadas a la capital chilena por el comandante Raúl Castro, a la sazón Jefe de las Fuerzas de Aire, Mar y Tierra. La demostración de fortaleza y cohesión interna que la Revolución cubana ofreció en el Hotel Carrera de Santiago de Chile, sede del evento, fue exactamente lo contrario a lo esperado desde Washington.

Cuba mostró que era capaz de defender su independencia, su libertad y su soberanía, y así ha continuado siendo durante más de medio siglo, en las numerosas operaciones subversivas que le sucedieron a estos hechos.



* Autores del libro: Una fascinante historia. La conspiración trujillista, Editorial Capitán San Luis, La Habana, 2009.

Referencias


[1] Department of State: Foreign Relations of United States, 1958-1960, Volume VI, Cuba, “Me­morandum of Discussion at the 392d Meeting of the National Security Council, Washington, December 23, 1958”, United States Government Printing Office, Washington, 1991, p. 302.

[2] Ibídem, “Memorandum of Discussion at the 432d Meeting of the National Security Council”, January 14, 1960, p. 742.

[3] Ibídem, “Despatch From the Embassy in Cuba to the Department of State”, April 14, 1959, pp. 458-466.

[4] Ver Luis M. Buch Rodríguez y Reinaldo Suá­rez Suárez: Otros pasos del gobierno revolucionario, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2002, segunda edición,  pp. 96-117.

[5] Carlos Lechuga: Itinerario de una farsa, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1991, p. 19.

[6] Ver Delio Gómez Ochoa: La victoria de los caídos, Casa Editorial Verde Olivo, La Habana, 2009. El nombre del patriota Jimenes de Moya se ha escrito generalmente de forma incorrecta fuera de su país, como Jiménez Moya. El comandante del Ejército Rebelde Gómez Ochoa, con mayor corrección, se refiere a él como Jimenes Moya. Agradecemos al  historiador dominicano Hamlet Hermann la grafía utilizada: Jimenes de Moya.

[7] Carlos Lechuga: ob. cit., p. 36.

[8] Ibídem, p. 39.

[9] Fidel Castro Ruz: “La historia real y el desafío de los periodistas cubanos”, Cubadebate, 4 de julio del 2008.

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