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A 67 años del malón de la paz: El día que Perón expulsó a los kollas

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El gobierno de Perón reprimió a indígenas del norte

¿Quién habla del Malón de la Paz que en 1946 caminó más de 2.000 kilómetros para recuperar sus tierras usurpadas?, ¿Quién recuerda a los Kollas de la Puna y de Orán que durante casi tres meses fueron tapas de diarios y revistas?, ¿Alguien sabe que por primera y única vez en la historia argentina, dos maloneros estuvieron en el balcón de la Casa Rosada ante una Plaza de Mayo colmada?, ¿Alguien recuerda que se les hizo jugar un partido de fútbol previo al tradicional River-Boca, encuentro al que asistieron más de 40.000 espectadores? ¿Alguien conoce realmente como terminó aquella fiesta inicial? ¿Alguien recuerda a los invisibles?

14 de mayo

Organización de la caravana

Como si no bastaran los enfrentamientos a mano armada con las fuerzas del Estado Provincial para recuperar el territorio Kolla, el tres de diciembre del año 1874 en el Abra de la Cruz Cochinoca y el cuatro de enero de 1875 en el Abra de Quera, este último con refuerzos de Salta enviados por el Estado Nacional, nuestros ancestros tuvieron que organizar una caravana hasta Capital Federal para exigir la devolución de sus territorios; cansados de los hostigamientos, malos tratos, despojos a los que eran sometidos por parte de los terratenientes. Las comunidades de la puna se organizan para recuperar el territorio kolla.

El 15 de mayo de 1946 desde las comunidades de Queta, Tinate, Miraflores, Abra Pampa entre otras en la puna jujeña, San Andrés de la Nueva Orán y Santa Cruz en las serranías del Zenta; partió una caravana con destino a Buenos Aires para reclamar al entonces Presidente de la Nación, el General Perón, la devolución de sus territorios que injustamente habían sido usurpados por terceros. Llevaban una carta donde se formalizaba la petición, que fuera entregada por los dirigentes indígenas en la Casa Rosada, en mano al ya presidente Perón. La caravana duró 84 días, desde el 15 de mayo hasta el 3 de agosto teniendo que recorrer 2.425 kilómetros, pasando frío, calor, hambre, sed, cruzando ríos de noche y a veces teniendo que dormir a la intemperie, llevaban algunos burros en los cuales transportaban alimentos y abrigos; el contingente total 174 kollas.

El viaje

El 15 de mayo muy temprano las autoridades originarias de las diferentes comunidades puneñas, despidieron a sus representantes que iniciaban el largo viaje, en la lejana Abra Pampa. Estuvieron formados los niños de la escuela N°124 con la bandera en alto, autoridades del pueblo, los maloneros pertenecientes a las comunidades cercanas; bajo el sol implacable de la Puna se canto el Himno Nacional y el Párroco local Adalberto Von Beck, bendijo a los integrantes de la caravana.

Llegaron a Casabindo al anochecer del 17 de mayo, en las afueras los aguardaba todo el pueblo formando en dos hileras, una de hombres y otra de mujeres. Al verlos aparecer, comenzaron a tocar las campanas de la iglesia; los dirigentes pronunciaron un discurso breve y emotivo refiriéndose al paulatino crecimiento de la caravana a la que se sumaron integrantes de las comunidades cercanas; pero todavía eran muy pocos, apenas unas decenas de kollas. Al día siguiente aumentó la columna con los maloneros provenientes de Cochinoca, Aguas Calientes, Doncellas y Tambillos. Allí en esa senda polvorienta, la emoción embargó a ambos grupos que comenzaron a saludarse a la distancia. Unos y otros se veían como hileras de hormigas que se aproximaban en medio de la nada. Se veían mínimos indefensos, ante el poderoso viento de la puna que por momentos amenazaba dispersarlos, pero se veían decididos. El esperado encuentro fue un momento de risas, abrazos y coplas.

Viva, viva Buenos Aires

la Capital Federal

viva el pueblo de Abra Pampa

y su hermoso carnaval

Cochinoca linda tierra

si lo digo es con razón

en mi pueblo tengo el alma

y en Jujuy el corazón

soy nacido en Abra Pampa

bautizado en Cochinoca

mi padre es el vaso de vino

mi madre la chuspa de coca

qué largo son los caminos

llevando una sed que quema

qué triste el arroyo seco

tan parecido a mi pena.

Luego siguió agua de Castilla y Quebraleña llegando a Pozo Colorado al borde de las Salinas Grandes de Jujuy, donde acamparon en la escuelita; cabe aclarar que todas estas comunidades contribuían con nuevos racimos de viajeros que engrosaban el malón.

El 20 de mayo se enfrentaron a la quebrada de río colorado internándose entre Guancares y Bocas Coloradas, ascendieron la cuesta de Sepultura. Estaban en la cima de la cordillera, desde allí se divisaban las hondonadas de la Quebrada de Humahuaca; era el final de la zona del altiplano. Tras un breve descanso comenzaron el dificultoso descenso. Muchos estaban exhaustos sin embargo nada los detenía.

Por fin salen a la quebrada a la altura de Purmamarca, dejando atrás Tumbaya y hacen noche en Volcán ya sobre el río grande. En la madrugada emprenden nuevamente la marcha, Volcán, León y Yala quedaron atrás. Estaban en proximidades de la Ciudad de San Salvador de Jujuy, donde improvisaron un campamento. Allí los aguardaba el diputado Viviano Dionisio, después de ultimar detalles para la recepción del malón. San Salvador de Jujuy era la primera ciudad que tocaría la caravana y existía una lógica ansiedad de cada malonero; a partir de ese momento la marcha saldría de la invisibilidad. En aquel día de descanso y reagrupamiento, tal como estaba previsto aparecieron los jinetes de la cuarta columna, esta vez se trataba de los salteños procedentes de la lejana Orán dirigido por Teobaldo Flores y Domingo Urbina, todos ellos venían montados en buenos caballos y mulas llevando además un segundo animal de recambio, quienes también habían enfrentado jornadas durísimas, cruzando la Sierra del Zenta superando alturas de 2.700 metros, para terminar apareciendo en la ruta 9 a la altura de Humahuaca.

En su mayoría los 65 salteños kollas viajaban montados en caballos o mulas, mientras que el centenar de jujeños lo hacían el viaje a pie. Estos, apenas arreaban poco más de 20 mulas y caballos y unos 30 burritos, para llevar los enseres de la carga. Los maloneros marchaban calzados con simples ushuntas (ojotas) de suela de goma. Al iniciar cada día, se les informaba la distancia de la siguiente localidad donde harían la noche. Extraordinarios caminadores que durante algunas jornadas como el tramo Tucumán-Simoca, llegaron a avanzar un diario de 80 kilómetros. Más de una vez durmieron a la intemperie o en las plazas de los pueblos que atravesaban. En general no poseían más ropa que la puesta.

“El Malón de la Paz por las rutas de la patria”, como señalaba el letrero del carro que avanzaba haciendo punta, transitará más de 2.000 kilómetros durante tres meses para salir de la invisibilidad a la que habían sido condenados por la historia.

El 26 de mayo abandonaron Jujuy, siguiendo hacia Perico y el 28 por la tarde llegaron a Salta “la linda”. En las afueras de la ciudad los esperaba la banda de música del regimiento 5° del Regimiento de Artillería, al ritmo de vibrantes marchas militares, los indios ingresaron a la capital de Salta donde los recibió un numeroso público que había sido informado del arribo del malón a través de las ondas de LV 9 radio provincia de Salta. Esa noche se alojaron en el regimiento donde fueron bien atendidos, de hecho el jefe de la unidad dispuso la colocación de herraduras a todas las mulas, burros y caballos que carecían de ellas. También recibieron la donación de una partida de varias docenas de alpargatas para sustituir a quienes tuvieran más estropeadas las ojotas.

El cinco de junio entraron a la ciudad de Tucumán donde se realiza un acto público, que ya no tuvo la calidez de Jujuy o Salta. Las autoridades ligadas a los intereses de los ingenios azucareros no simpatizaban con el propósito ni la idea de la caravana; sin embargo, el Malón fue alojado nuevamente en los cuarteles del Ejército argentino, donde por cuatro días repusieron energías los maloneros y los animales. Debida a la actitud distante de las autoridades políticas de la provincia, la gente sencilla organizó una colecta espontánea, reuniendo alimentos por un valor de $200. También les donaron dos carretas con sus mulas, que serían de gran utilidad para trasladar sus cosas; el carro más pequeño lo denominaron “Jardinera” que fue utilizado por los kollas de Orán y el más grande les tocó a los puneños, que tendría un gran significado simbólico, pues le adosaron al carro el cartel con la cual se conociera a la caravana “El Malón de la Paz por las Rutas de la Patria”.

El 12 de junio acamparon en el polígono de tiro en el cuartel de Frías; allí se produjo la primera baja de la columna, uno de los maloneros de Oran falleció en el hospital donde lo habían internado a raíz de un accidente fortuito. El luto envolvió a la columna, muchos pensaron en un mal augurio producto del cambio de aire que los rechazaba, enterraron al malonero en medio de una gran consternación, un mal presentimiento rondaba a los viajeros que se entregaban al silencio al mascar sus acullicos, algunos hasta soltaron hojas de coca para consultar los pasos a seguir. Durante tres días los maloneros no se movieron.

El 19 de junio partieron hacia Jesús María donde volvieron a ser alojados en las dependencias del Ejercito, desde allí avanzaron hasta Córdoba en donde llegaron en la tarde del 20 de junio “Día de la bandera”. En las afueras de la ciudad fueron recibidos por un numeroso público con las banderas argentinas desplegadas y correctamente formados. Nuevamente en movimiento enfilaron hacia el sur y pronto llegaron a Río Segundo, dejando atrás Villa María y Bel Ville y con rumbo este ingresaron a la provincia de Santa Fe.

El 6 de julio en la localidad de Cañada de Gómez fueron alojados en la jefatura de policía donde se proveyó de víveres a los maloneros, forraje a los animales, de acuerdo con una disposición del gobierno provincial y algunos vecinos.

El lunes 8 de julio, coincidiendo con la preparación de los festejos por la “independencia” alcanzaron Rosario. A las afueras de la gran ciudad llegó un primer contingente de una veintena de jinetes trayendo las mulas de carga y luego se sumó el resto de la caravana; en esa oportunidad las autoridades del Jockey Club Rosarino se acercaron a los dirigentes ofreciéndoles las instalaciones del Country de Fisherton para que no durmiesen a la intemperie, el gesto fue valorado doblemente porque a las fatigas del viaje se les sumaba el intenso frío de un invierno húmedo, que hacía estragos en las articulaciones de los puneños.

Muy temprano, en la mañana del 9 de julio, llegaron encolumnados hasta el monumento a San Martín donde depositaron una ofrenda floral e hicieron un minuto de silencio. El público, al igual que los indígenas estaba emocionado, todos advertían lo inusual de aquella imagen ya que en nuestro país, los indios nunca habían marchado junto a las tropas del ejército, excepto cuando, en calidad de prisioneros de guerra, fueron exhibidos como trofeo y símbolos de victoria.

Luego el Malón proseguía su avance y pasaron por San Lorenzo donde hicieron un alto para visitar el convento de San Carlos y el campo de la Gloria donde San Martín venció por primera vez a los realistas. En la noche del 12 de julio acamparon en Villa Constitución, de allí se dirigieron a San Nicolás ya en la provincia de Buenos Aires donde acamparon en los galpones de la Aduana. El 21 de julio llegaron a Pergamino donde desde el Comisionado Municipal y hasta el último de los vecinos salieron a la ruta para recibirlos.

Al igual que en otros destinos, el periodismo fue incrementando el nivel de ansiedad antes de su arribo.

El 24 de julio a la madrugada, en silencio, mientras Pergamino dormía, los maloneros salieron nuevamente a la ruta dejando atrás la ciudad donde miles de personas lo habían recibido con una calidez conmovedora. Entrada la noche del viernes 26 de julio el Malón llegó a la localidad de San Antonio de Areco donde los alojaron en el viejo hotel Plaza.

Apenas faltaban 110 kilómetros para pisar las calles de la Capital Federal. Al igual que en Pergamino, Arrecifes y Capitán Sarmiento, miles de personas con faroles a querosén y antorchas improvisadas recibieron a los indígenas, encabezados en algunos casos por el comisionado municipal.

En Buenos Aires

Finalmente llegó el día soñado. El sábado 3 de agosto de 1946 en horas de la mañana, 173 kollas con sus mulas, caballos, burros, carretas, imágenes religiosas engarzados en precarias Varas de Cardón y otra que llevaban en anda ingresaron a la Capital Federal. En el cruce de la avenida General Paz, fueron recibidos por el cuestionado Director de Protección al Aborigen Dr.: Taboada.

Desde el barrio de Liniers, en el límite de la ciudad, demoraron varias horas en avanzar al centro. Desde distintas emisoras de radio se había instado a la ciudadanía a volcarse a las calles para recibir a los kollas. En forma constante fueron detenidos por los aplausos y gente que les ofrecía golosinas en demostración de afecto. Para horror de la oposición, también se acercaron diversas organizaciones justicialistas que les entregaron nuevos distintivos e imágenes del presidente.

Ajenas a los presagios la gente se asomó a los balcones de la Avenida de Mayo vitoreándolos, formadas en las veredas numerosas delegaciones de escolares lo saludaban con banderas argentinas, era tanta la cantidad de público que se agolpó a su paso que a pesar de ser sábado, el tránsito vehicular colapsó. Los kollas avanzaban con dificultad, especialmente sus dos pobres carretas; de entre los innumerables discursos y notas de aquel día, el artículo que plasmó con mayor claridad las aspiraciones del imaginario porteño probablemente fue el editorial de Clarín llamado “mano a mano con su excelencia” que entre otras cosas dijo:

“Hoy otros indios, del norte, pero indios al fin, están entre nosotros para pedir justicia. No tienen padrinos General, ni padrinos ni pesos que los respalden. Su cutis no es blanco como el de ciertos apoderados de compañías poderosas, porque toda la blancura la guardan en el alma, pero son argentinos Presidente, más argentinos que nosotros porque ya vivían en estas tierras cuando Colón descubrió América, y eran sus dueños naturales hasta que con el correr de los años, fueron apartados como bichos malos hasta acorralarlos contra la cordillera. Reclaman lo que es de ellos. ¡Déselo, Excelencia. Entréguele estas tierras y todos dormiremos tranquilos sabiendo que por fin, después de tanto tiempo, se ha hecho justicia a quienes le merecen más que nadie por ser buenos y por ser puros!” (Clarín 03/08/1946).

La primera parte del sueño estaba cumplida. El Malón pisaba la plaza de Mayo, casi con temor rodearon la Pirámide de la revolución ubicada en el centro de la plaza y se pusieron de rodillas para rezar agradecidos a su Pacha por haber casi completado la difícil travesía, luego acompañados por un número público entonaron el Himno Nacional. Era un momento de euforia, varios integrantes del malón se sacaron fotos con la Casa Rosada como fondo.

Mientras tanto en la plaza la gente continuaba vivando a los indios y en medio de la algarabía, el Malón improvisó un desfile ante el balcón al son de sus erkes, charangos, sikus, quenas, cajas y bombos. Finalmente, de la Casa Rosada bajó un mensajero solicitando la presencia de la representación indígena. ¡Por fin llegaba el momento ansiado! Una comitiva ingresó a la sede del gobierno para entrevistarse con el Presidente. Del grupo de los kollas los funcionarios seleccionaron dos mujeres y un hombre que portaban la bandera argentina atada a un tosco mástil de cardón. Los dos fueron conducidos al balcón. Aquel mediodía Perón fue el promotor de un episodio que jamás ocurrió en la historia Argentina y que nunca volvió a repetirse hasta el día de hoy, se abrazó no sólo en público sino asomado al balcón de la Casa Rosada con una indígena; el balcón estaba abarrotado de funcionarios y en uno de sus extremos se apiñaba un grupo de fotógrafos y camarógrafos que dejaron constancia de aquella escena memorable.

Entregado el sobre lacrado donde pedían la escrituración de sus territorios y con la promesa verbal de Juan Domingo Perón de conceder lo solicitado los kollas se retiraron de la casa Rosada con una alegría incontenible y una certeza ¡El General cumpliría! En su calidad de “huéspedes de la justicia social” el gobierno tenía preparado un alojamiento acorde. Aquí vale la pena prestar atención sobre un dato crucial que ya en aquel entonces, un redactor acertó en calificar como “inaudita paradoja”. El aposento destinado para albergar a los maloneros fue curiosamente el “Hotel de los Inmigrantes”. En menos de una hora, los kollas habían pasado del Balcón Presidencial a un hotel para extranjeros. Dicho edificio ubicado dentro de la zona portuaria, era el sitio donde las autoridades de migración internaban a los extranjeros que desembarcaban de Europa y que no tenían quién los recibiese ni adónde ir. Es decir, era el lugar donde terminaban los más desamparados de todos los inmigrantes; allí eran alojados durante un par de semanas mientras conseguían trabajo, circunstancia que explica su denominación.

Al caer la tarde de aquella primera jornada en Buenos Aires, el Presidente volvió a demostrar el interés que le merecía la caravana y realizó un tercer gesto personal; después de abrazarlos en el balcón y recibirlos en el jardín de invierno de la Rosada, Perón acompañado por el ministro de Relaciones Exteriores y Culto Dr.: Bramuglia, de quien dependía el hotel, visitó a los kollas “para ver la forma en que se encuentran alojados los indios y disponer todo lo necesario para su mejor permanencia durante el tiempo que pasen en la Capital”. Por otra parte los 106 caballos, burros y mulas de silla y de tiro, como asimismo el material rodante compuesto por los dos carros, fueron trasladados al cuartel de la Policía montada en Palermo.

El 8 de agosto todavía enmarcado por la euforia popular ante la llegada de los kollas, la Cámara de Diputados intentó salir de su inacción presentando un proyecto de resolución para que el poder ejecutivo informara sobre la tenencia y distribución de las tierras que se encontraban en el poder del fisco nacional, provincial y de particulares; en todos los casos se deseaba conocer la ubicación, destino aprovechable, beneficios, precios de arrendamientos, precio real en la zona por hectárea y explotación actual. El proyecto no mencionaba explícitamente a los indígenas, pero sin duda el malón era el disparador del tema ¿Acaso había sucedido un milagro?, ¿Acaso los diputados comenzaban a ocuparse del asunto?... El proyecto de tenencia y distribución de tierras fue girado para su estudio a la Comisión de la Legislación Agraria, pero allí se adormeció.

Mientras tanto los kollas continuaban en el hotel de los inmigrantes, se levantaban a las 6 de la mañana y bajaban a tomar su desayuno, almorzaban en el hotel y tras la cena marchaban los dormitorios. En los lavaderos y secaderos los kollas aprovechaban para lavar sus escasas prendas de vestir, en especial los sufridos ponchos. Todavía en los primeros días algunos podían escaparse y hacer pequeñas excursiones por los alrededores.

A Perón no lo habían vuelto a ver, y para sorpresa general, los kollas se encontraban militarizados. Dentro del hotel de inmigrantes aumentó la dotación de guardias armados que prácticamente los tenían confinados en los dormitorios. El 20 de agosto el semanario socialista “La vanguardia” tituló: “Bueno ¿y qué hacemos con los kollas?”. El mismo día los comunistas publicaron en la portada de La hora “De pronto nada. El más absoluto silencio de los kollas y sus reclamos de tierra. Nada sobre sus pedidos, sobre su regreso ¿Qué pasa con los kollas?, ¿Tendrán las tierras reclamadas?”. Innumerables eran las preguntas que quedaron flotando sobre aquellas últimas jornadas. Las pequeñas escapaditas que algunos consiguieron hacer en un comienzo, se cortaron por completo, permanecían confinados e incomunicados.

Agosto acababa mal; llevaban 23 días en Buenos Aires y la novedad de la gran ciudad se había agotado transformada en pura nostalgia del terruño del que habían partido, hacía casi tres meses. Para colmo la última semana permanecieron confinados en el Hotel, con Guardias armados en los pasillos que sin poder entrar ni salir y sin que nadie fuera capaz de explicarles los motivos de tales medidas de “seguridad”.

La vuelta luego de la noche trágica

El miércoles 28 de agosto le comunicaron que debían alistar sus cosas para trasladarse a un nuevo alojamiento; la noticia les cayó muy mal, ya que a ellos les disgustaba las mudanzas, por varias razones. En principio aspiraban regresar con el título de propiedad de sus territorios en mano y de esa manera retornar a vuestro territorio a cuidar sus animales y sembradíos. Eran conscientes de que un traslado, que por el motivo que fuese, llevaba implícito que la estadía se alargaría. Además si debían permanecer por más tiempo en Buenos Aires preferían quedarse en el lugar que ya conocían como el hotel de los inmigrantes, con una rutina a la que se habrían acostumbrado.

Como era de imaginar, la tensión siguió en aumento. Muchos deseaban tomar algún tipo de medidas, hablaron seriamente de comenzar una huelga de hambre, hasta que Perón los recibiera y les entregara los títulos, estaban dispuestos a morir de inanición. Por lo pronto decidieron realizar una asamblea general a primeras horas de la mañana siguiente, cuando los ánimos y las mentes estuviesen más serenos.

En la madrugada del jueves 29 de agosto mientras los kollas dormían, las tropas irrumpieron dentro de las habitaciones; fueron directamente al dormitorio de las mujeres y comenzaron a sacarlas a la rastra. Semejante atropello dio por tierra con la estrategia de los varones que habían amontonado algunos camastros contra las puertas para impedir el paso de las tropas. Cuando los hombres salieron en defensa de las mujeres terminaron golpeados sin miramientos; muchos fueron empujados y terminaron rodando escaleras abajo. Los kollas se resistieron al desalojo exigiendo la presencia de Perón.

Paradójicamente las autoridades a cargo de la expulsión, replicaban una y otra vez que actuaban a nombre de la “presidencia” transformando la situación en una de las clásicas comedias de enredos “del entorno” a la que nos acostumbraría el justicialismo con los años. Por supuesto nadie exhibió alguna orden firmada, esta clase de manejos suelen decidirse en forma verbal para no dejar “huellas”. Sin embargo, estaban presentes para supervisar el desalojo, el Dr.: Taboada, el ideólogo racial Santiago Peralta y otro funcionario de apellido Bozzi, a quien no se logró identificar su pertenencia. Afuera en una vía secundaria que llegaba hasta las inmediaciones del hotel aguardaban los dos vagones de carga para trasladarlos hasta Abra Pampa, sin títulos, sin nada.

Más de un centenar de efectivos de la policía federal con lanzas, gases, juntamente con las tropas de la marina de guerra y hasta bomberos de cuartel central participaron de la represión. Los invisibles que habían sobrepasado la zanja de Alsina de los unos y los otros, fueron lanzados de regreso a sus sitios. Los indios regresaron custodiados para que no pudiesen descender antes a su lejano destino Abra Pampa. De todas maneras tres de ellos consiguieron arrojarse del tren en movimiento arriesgando su vida, en las inmediaciones de Retiro cuando el tren no había adquirido velocidad rompiendo las ventanas del mismo, con la esperanza de hablar con el presidente Perón y exigirle los títulos de los territorios puneños.

Bibliografía: Valko, M. Los Indios invisibles del Malón de la Paz. Instituto Interdisciplinario de Tilcara. Una historia un camino. Testimonios de los abuelos Narciso López y Gerarda Gutiérrez, ambos de la Comunidad Aborigen de Queta. Edición: José Sajama

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