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Carta abierta a Luis Espinal, (A 32 años de su asesinato)

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Estimado Lucho:

Transcurrieron 32 años desde que nos dejaste y parece que fue hace poco. Recuerdo nítidamente esos días que después que asistías al cine, unos desalmados te llevaron al matadero y después de esa sádica y cruel tortura, en la noche del 21 de marzo, 13 balazos sepultaron tu cuerpo y con ello nos demostraste que, lo que predicaste también se cumplió: "la vida es para eso, para gastarla por los demás".

 

Y es que tu mismo, estabas decidido a aceptar tu propia muerte, pero sin ribetes de heroísmo. Aceptaste morir por la causa del pueblo, pero como muere el pueblo, sin alardes... de la forma más sencilla!

Quienes vimos, leímos y seguimos tu testimonio en vida difícilmente podremos excluir de este momento que atraviesa el país, la misma fuerza de tus editoriales, tus comentarios de cine, tus homilías o tus Oraciones a quemarropa, que fueron el eje orientador y la guía necesaria para señalar el camino del pueblo en sus luchas cotidianas.

Hoy quisiera encontrarte de nuevo en este escenario que vive tu pueblo que acompañó tu féretro al cementerio de La Paz; que lloró al despedirte, que recuperó la memoria de tu palabra en cada año que realizamos las romerías a Achachicala y que con oraciones y canciones rememoró las dimensiones del hombre íntegro, de aquel hombre que nos enseñó a ver cine; de aquel periodista que supo decir la verdad; de un defensor inclaudicable por los derechos humanos y un sacerdote comprometido por la causa de los pobres hasta el final.

Hoy te contaría la desesperanza de ese mismo pueblo que después de 31 años parece desilusionarse de lo que reclamó, luchó y peleó en tu tiempo, al igual que tu, cuando decíamos que íbamos a luchar por cambiar y transformar la situación que nos dejaron las dictaduras.

Hoy te contaría de aquellos que entregaron y vendieron a la patria, los que la descuartizaron y pretendieron dividirla, pero también de esa patria ilusionada en un nuevo futuro cargado de esperanza.

Hoy me gustaría mostrarte a los que tu mismo conociste, que te dieron la mano y apostaron por una vida digna y dijeron que nunca renunciarían a este desafío, y que lamentablemente, los vemos al otro lado de la acera compartiendo el proyecto de los poderosos.

Son los rostros de la traición, los "neoliberales" de los "tiempos de cambio", los que disfrazados de corderos esconden una identidad falsa y son los mismos "lobos" que encontramos en el pasado y que ya nos anuncian que, el verdadero cambio, está muy lejos.

Hoy también te mostraría a tu Iglesia, no a la que llamaste pueblo de Dios, con la que celebraste en tu comunidad, en tu barrio las eucaristías y que recogiendo sus testimonios, te comprometías a ser su portavoz en las luchas cotidianas del pueblo boliviano.

Hoy te mostraría a una iglesia de los jerarcas, olvidada del Dios de los pobres, de aquella que con su "no sustantivar nada", "condena a todos y a nadie, aquella que en los últimos años se ha convertido en cómplice de los círculos del poder departamental, muy pegadita a las grandes logias y de los latifundistas que avasallan territorios indígenas, explotan y violan a jóvenes indígenas.

Si es de aquella Iglesia que, aparte de su silencio cómplice como institución, nos sorprende ver todavía a algunos sacerdotes celebrando misas a favor de los poderosos. Es decir, justificando el latifundio y negando territorio a sus dueños legítimos y negándose en los hechos, su discurso demagógico de "opción por los pobres".

Hoy te hablaría de aquel pastor que se auto relegó de su rebaño y se apartó de sus propios hermanos que continúan marginados y excluidos en su propia tierra; ellos que sin territorio y sin nombre, siguen siendo esclavizados por sus propios hermanos y llevan la dignidad de los pueblos en la zona guaraní, ayorea, chiquitana y moxeña.

Hoy recuerdo a uno de tus hermanos que se alejó del gran rebaño de los que pregonaban servicio a la fe y promoción de la justicia y opción por los pobres. El mismo que no llegó a ser ni la pizca de lo que fuiste, al contrario, el retrato de tu hermano Eduardo Pérez Iribarne, me indigna porque es aquel que estuvo comprometido en los años noventa con los gobiernos neoliberales junto a Sánchez de Lozada.

El mismo Pérez Iribarne que al hacer una película con tu nombre, (Lucho San Pueblo) simple y llanamente, no sólo te faltó al respeto, sino, nos faltó el respeto a todos que acompañamos tu lucha, y sólo puso al descubierto un exacerbado culto a su imagen y un narcisismo que hoy no tiene nada que ver con lo que tu predicaste.

Hoy te escribo con profunda preocupación y te traslado el sentimiento dolido de todo un pueblo que te reclama que hagas eco de tu palabra, con la fuerza de los que ponen el dedo en la llaga sin temores, necesitamos de tu voz firme y radical que, sin rodeos, señale claramente a los que mancillan la dignidad de tu pueblo y les llame como Jesús a los fariseos de ese tiempo, "hipócritas, raza de víboras, sepulcros blanqueados".

Hoy queremos de nuevo tus Oraciones a quemarropa, que "quemen" la conciencia de quienes le traicionaron a nuestro pueblo, porque tu no fuiste ese cristiano del silencio, como vos mismo les dijiste a aquellos que no se identificaron con nada, "no protestan por las injusticias, porque están esclavizados al Estado por la persecución o por el compromiso, comprados por el miedo o por el oportunismo".

Hoy personalmente, te pido que vuelvas a dejarnos las semillas de ese Espinal que conocí, para que brote la esperanza, para que germine una conciencia para los que vendrán; verdaderos luchadores por el cambio, para que le entreguemos, con nuestro trabajo, lo que tu nos enseñaste: "Y si un día nos toca dar la vida, lo haremos con la sencillez de quien cumple una tarea más".

Tu hermano,

Luis Camilo Romero

 

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