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“He luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la dominación negra”

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Mandela:

Esta cita resume el programa personal, partidario y en cierto modo “frentista” por el que lucha Nelson Mandela. Esa propuesta-constatación, creemos, muestra la grandeza del líder muerto el 5 de este mes, cuyo accionar por una nueva Sudáfrica es una tarea inconclusa. Sin embargo, lo que falta por hacer allí, será obra de los trabajadores y del pueblo sudafricanos, así como fue también de ellos la lucha contra del apartheid, contra el racismo de los blancos contra los negros, mestizos e indios de ese país africano.

En medio de los merecidos homenajes a Mandela, especialmente en su natal Sudáfrica, con acierto se destaca la conciliación y el perdón buscados consecuentemente por él lo que, ahora, predomina en su país, sin que esa afirmación quiera decir que allí se han resuelto a plenitud todas las viejas contradicciones.

En los escritos del ex Presidente sudafricano —parte de los cuales ofrecemos en esta edición de Voz 185— encontramos reiteradamente la conciliación y el perdón, a pesar de que otros dirigentes de la lucha antiapartheid, expresamente, decían: “Nuestros héroes serán vengados”, lo que no sucedió como política oficial mientras Mandela ejerció la primera presidencia en representación de negros, mestizos e indígenas, básicamente.

Esa propuesta programática de Mandela, sensiblemente, ayuda a los que leen la historia como un conjunto de fechas y autores, en vez de analizar los hechos como parte de procesos (con fechas y autores, como complementarios). Aquéllos, de esa forma, callan la lucha del pueblo sudafricano contra el racismo, contra el apartheid, que quiere decir segregación de los negros, así como la explotación y la opresión de éstos y, también, de los mestizos e indígenas. Ese régimen racista fue la materialización de la barbarie.

Y acerca de las consecuencias del apartheid, Mandela, ante el tribunal que lo juzgó por “incitar a la rebelión”, dijo:

“Los africanos quieren recibir un salario decoroso. Los africanos quieren hacer trabajos que son capaces de realizar, no el trabajo que el gobierno los declara capaces de desarrollar. Los africanos quieren tener libertad de vivir donde obtienen empleo y no ser proscritos de un área, porque no nacieron allí. Los africanos quieren que se les permita ser propietarios de los terrenos donde habitan y no ser obligados a vivir en casas alquiladas, que nunca pueden llamar propias”.

“Los africanos quieren ser parte de la población general y no estar confinados a vivir en sus propios barrios. Los hombres africanos desean que sus esposas y niños residan con ellos donde laboran y no verse forzados a una existencia anormal en los hospedajes para hombres. Las mujeres africanas quieren estar junto a sus hombres y no ser viudas permanentes en las reservas”.

Ante esa realidad los antirracistas sudafricanos anteponen incluso la violencia —sin que hayan ejecutado actos terroristas, como se encargaron de aclarar—, así como otras formas de la lucha: la desobediencia civil, la “lucha de masas”...

En ese cauce, las fuerzas políticas, como el Congreso Nacional Africano, inspiraron, organizaron, unieron, encabezaron y/o dirigieron el accionar antiapartheid en aquel país. En tanto que el contingente social contra el racismo fue integrado, básicamente, por trabajadores agrupados en los “sindicatos democráticos” (formados por negros y algunos blancos), por mestizos (hijos de colonialistas ingleses y nativos negros), por pobladores indígenas (procedentes de tribus, Mandela, entre ellos), por estudiantes universitarios (de los pocos que se incorporaron, al principio, a la acción antiapartheid).

A esa lucha antiapartheid de los subafricanos se suma, también decisivamente, la solidaridad internacional de nuestros pueblos y, en particular, de los soviéticos que aportan armas para los alzados contra el racismo y, en primer lugar, la de los combatientes e internacionalistas cubanos que ayudan a derrotar a los racistas sudafricanos con su lucha en defensa de Angola, liberada del colonialismo portugués, y agredida entonces por contrarrevolucionarios, que contaban con apoyo de imperialistas y de racistas.

Respecto del aporte de los internacionalistas cubanos, Mandela en su vista a La Habana (1991), afirmó: "¡La aplastante derrota del ejército racista en Cuito Cuanavale constituyó una victoria para toda África! ¡Cuito Cuanavale marca un hito en la historia de la lucha por la liberación del África austral! ¡Cuito Cuanavale marca el viraje en la lucha para librar al continente y a nuestro país del azote del apartheid!".

A Mandela se lo define, justicieramente, como “padre” de los sudafricanos y como el “hijo más grande” de aquel país que se libera del apartheid. Él, asimismo, define los alcances de su acción, de la que fueron combatientes irreductibles negros, mestizos e indígenas, en los siguientes términos:

He promovido el ideal de una sociedad democrática y libre en la cual todas las personas puedan vivir en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir, hasta lograrlo. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”.

Ese es el norte “mandeleano” que reafirma sus méritos de proyección universal, lo que se evidencia de nuevo estos días de homenaje y despedida al prócer.

Tampoco disminuye “personalidad (de Mandela) en la historia”, que ayuda decisivamente en la lucha antiapartheid en Sudáfrica, cuando explica que no milita en el Partido Comunista, pero habla de sus vínculos con los comunistas:

“Desde que existe el Congreso Nacional Africano (ANC) —asegura— no ha propuesto nunca destruir la sociedad capitalista, que yo sepa”. Y agrega: “Los políticos negros africanos, con cierta experiencia aceptan a los comunistas como amigos, porque durante muchas décadas ellos han sido el único grupo político sudafricano dispuesto a considerar a los negros como a sus iguales”.

Y en su citado alegato ante el tribunal señala:

La ausencia de dignidad humana experimentada por los africanos es el resultado directo de la política de la supremacía blanca. La supremacía blanca implica la inferioridad de los negros. La legislación actual está designada a preservar dicha supremacía”.

“Por encima de todo, nosotros deseamos derechos políticos igualitarios, porque sin ellos, nuestras deficiencias serán permanentes. Sé que esto suena revolucionario para los blancos de este país, porque la mayoría de los votantes serán africanos. Esta es la razón por la que el hombre blanco teme a la democracia”, destaca.

Continúa: “Esto es todo por lo que lucha el partido del CNA. Su batalla es realmente una batalla nacional. Es una batalla de la gente africana, inspirada por sus propios sufrimientos y su propia experiencia. Es una batalla por el derecho a vivir”.

“A lo largo de mi vida me he dedicado a luchar por los derechos de los africanos. He luchado contra la dominación blanca”.

“He soñado con la idea de una democracia”, concluye su alegato más político que jurídico.

Los sudafricanos y nuestros pueblos recogen el legado de Mandela que se muestra irreversible y que evidencia el derecho a la vida de sus compatriotas.

*Editorial del boletín Voz 185 de apoyo a la Revolución cubana, La Paz 7 de diciembre de 2013.

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