Oficialistas:
Los candidatos oficialistas utilizan el poder del Estado para ganar las elecciones: con quienes sea y como sea.
Nosotros creemos que el Presidente-candidato y el Vicepresidente-candidato antes que ganar las elecciones en las urnas, las comprarán, en realidad, ya las están comprando; comportamiento cada vez más parecido (no decimos igual) al del PRI de México.
Esa candidatura —el caballo del corregidor se decía antes más que ahora— mezcla el miedo y la plata durante la campaña, elementos que, sin embargo, dudamos fundadamente de que les sirva para ganar la consulta del 12 de octubre próximo con el 74 por ciento del que habló el Presidente-candidato.
El Tribunal Supremo Electoral, sin disimulo casi siempre, favorece a los candidatos oficialistas, ese organismo en este último tiempo no tiene nada de imparcial, dentro de lo relativo que puede ser un árbitro electoral en Bolivia.
Recursos del Estado, es decir, de los bolivianos son empleados para la campaña, por ejemplo, todos los avisos del Ministerio de Comunicación (incluidos los de mal gusto que son muchos), están orientados a la propaganda política en favor de los candidatos oficialistas. Esa propaganda, como otras, tiene una visible dosis de mentiras, por eso no será tan efectiva como sueñan los inquilinos del Palacio Quemado.
Mucho dinero se emplea para una campaña oficialista que resulta carísima. No obstante sería una ligereza hablar de cantidades, pero basta recordar lo dicho por un periódico de Alasitas y cuentistas de chistes políticos: ahora el presidente Morales gasta millones en su labor proselitista: es un autoritario que gasta millones del dinero de los bolivianos.
Una de las actividades electorales más costosas, sin duda, ha sido la reunión del G77 + China, en Santa Cruz de la Sierra. El Presidente, luego de días desde la difusión de aquella grabación que le costó ocho días de cárcel al candidato a senador por Cochabamba y del MSM (Orellana) admitió que esa reunión le sirvió de campaña, aunque añadió que no fue planificado ese objetivo. Ésa fue una aclaración que lo presentó de cuerpo entero al candidato a la tercera reelección en contra de la Constitución Política del Estado.
Los gobernantes, para reproducir su poder, en nada reparan: tienen una alianza de clases en la que pisan fuerte los propietarios medianos y los empresarios grandes, criollos y transnacionales. Incluso el programa de gobierno que inscribió el MAS y Evo-Álvaro, es como para que esos grupos económicos se convenzan de que con la prolongación probable (o segura) del poder de los gobernantes actuales, continuarán las condiciones para ganar, ganar y ganar, como declaró en La Paz el máximo ejecutivo de la Sumitomo, dueña de la Empresa Minera San Cristóbal, la más importante inversión transnacional en Bolivia.
Militantes y allegados políticos de partidos de la derecha de nuestro país postulan a la Asamblea Legislativa Plurinacional en las listas del MAS. Ahora está a la vista, de los que ven la realidad, que es verdad lo que dijo la que en ese momento era jefa del MNR, Mirtha Quevedo: ésta en un 9 de abril avisó que varios cuadros de su partido integraban el gobierno de Morales. Ahora otros dirigentes políticos de la derecha podrían decir algo similar, pero hasta este momento se han comportado discretos, pero ese silencio presum9mos que será temporal. Sin embargo, un ex ministro del MNR y de Gonzalo Sánchez de Lozada, en un programa radial, dijo, con claridad que, probablemente, su organización partidaria o militantes movimientistas formarían una brigada parlamentaria sólo que serían elegidos por diferentes tiendas político-partidarias.
Sospechamos que empresarios aportan para la campaña de Presidente-candidato y del Vicepresidente-candidato, como en el Beni, cuando los oficialistas creían que elegirían como Gobernadora a Jordan, con 10 puntos de diferencia respecto de los opositores, ganaderos y madereros, entre otros, los que aportaron con aviones y dinero, como declaró la candidata que perdió, luego de que tenía certeza de que ganaría: las encuestas le jugaron una mala pasada.
Los que piden votos para el binomio oficialista, además de que lo hacen sin el entusiasmo de otro tiempo, tienen fundados temores respecto de los resultados de la votación del 12 de octubre. Temores son los que manifiestan los que piden votación en línea y que claman evitar el voto cruzado; están inseguros los que dicen que “chicotearán” a los que no voten por el inquilino mayor del Palacio Quemado; deben estar inseguros los que, por ejemplo, le dijeron a la diputada Delgado que la sacarían en burro de Yungas si iba en campaña electoral; han reiterado, cocaleros del Chapare, que allí no permitirán campaña de los opositores al máximo dirigente sindical suyo; el llamado voto comunitario, la decisión tomada en asambleas, será otra imposición, como ocurrió antes, y ahora será mucho más antidemocrático el comportamiento de los activistas electorales oficialistas. Esas actitudes antielectorales y nada democráticas han sido defendidas por el Vicepresidente-candidato.
La procedencia de los aportes electorales, dinero y otros, nada parece importar a los candidatos Evo y Álvaro. Basta recordar que el Presidente-candidato, en uno de sus discursos, dijo que contrabandistas de autos chutos ofrecieron vehículos para su campaña electoral.
Los que se movilizan en las ciudades, y del campo hacia las capitales departamentales o provinciales, lo hacen bajo amenaza o bien pagados. Especialmente a los campesinos, que asisten a proclamaciones y otras actividades electorales, les pagan pasajes, comida, alojamiento, el o los jornales que demande de ellos la movilización y, además, dirigentes corrompidos prometen, por ejemplo, que llegarán 1.000 campesinos a La Paz, sin embargo, asiste la mitad de aquéllos y el dinero presupuestado para los gastos de los otros 500 comprometidos se quedan en los bolsillos de esos dirigentes que, con ese comportamiento, evidencian lo que son realidad.
Nosotros, en éste y en otros espacios, dijimos que Evo Morales tenía y tiene una fuerza electoral o votantes cautivos, cantidad que tiende a disminuir, pero actualmente ese contingente electoral es reagrupado bajo intimidación, la que se ejerce desde el poder o desde éste se soborna, con creces, a los electores movilizados del masismo.
El politólogo Atilio Borón hace poco en Le Monde, edición boliviana, dijo que Evo Morales tiene una fuerza electoral invencible. No estamos seguros de que este analista de la política y de las ideologías esté informado de las acciones contrarias a la democracia electoral ejecutadas por los gobernantes o por sus operadores a sueldo o que integran la burocracia gubernamental.
Asimismo, tomamos nota de las tendencias que apuntan a que Juan Evo Morales Ayma reproduzca su poder que ejerce individualmente, con ayuda de un entorno cada vez de muy pocos. Y la victoria electoral suya, por tercera vez, será porque comprará más votos y porque muchos otros sufragios serán resultado del temor. Habrá también una votación de los cautivos, incluso de los convencidos sin el fervor que antes mostraban.
Evo-Álvaro ganarán y/o comprarán las elecciones, pero con ellos ganarán y/o comprarán los comicios del 12 de octubre, sobre todo, los medianos propietarios y los empresarios grandes, criollos y transnacionales.
El 12 de octubre el pueblo, aunque algunos despistados crean que no, perderá la posibilidad de avanzar hacia la segunda y definitiva independencia de Bolivia.