editorial
El Grupo de los 77 países, constituido en 1964, fue y es una convergencia de Estados diversos, pero que realizaron pocas cumbres en las que trataron, básicamente, cuestiones relativas al comercio y al desarrollo, según la Carta de la Organización de las Naciones Unidas.
Por eso es erróneo afirmar, como lo hacen o al menos sugieren voceros del gobierno actual que en esa convergencia asuman, por ejemplo, declaraciones de contenido antiimperialista y/o que proponga transformaciones revolucionarias. Ninguno de los 242 puntos de la extensa Declaración de la Cumbre de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia: 14 y 15 de este mes), ni por su forma ni por su contenido se aparta, en lo más mínimo, de los marcos de la ONU. Y con certeza de que ninguno de sus miembros, en la capital cruceña, buscó un documento más radical. Éste, en verdad, no es mucho por lo que dice ni es tan poco dada la composición visiblemente heterogénea del grupo.
A nosotros bolivianos nos interesa, sin embargo, poner el punto sobre las íes respecto de esa Declaración, especialmente, en todo aquello que hace referencia, por ejemplo, a lo que algunos llaman filosofía (en tanto principio) de las reformas actuales que para nosotros pierden su contenido avanzado las que, además, en ningún momento configuraron un proceso revolucionario: democrático y cultural, como parloteaban los gobernantes, antes más que ahora.
Los últimos días, entre esos voceros oficiales y oficiosos (de otros países y criollos) afirmaron y afirman que no se trata de vivir mejor y que lo nuevo en el documento aprobado en Santa Cruz es que allí se plantea, directamente, “Vivir bien.”
No obstante, en varios de los puntos implícita y expresamente se dice que el desarrollo que buscan ahora los 133 países es vivir mejor, se supone, como camino hacia el vivir bien.
“Ponemos de relieve que las razones para el establecimiento de nuestro Grupo hace 50 años siguen siendo reales y válidas, incluso más válidas que en ese momento. Por lo tanto, volvemos a comprometernos y a comprometer a nuestros países a fortalecer y ampliar los esfuerzos incansables del Grupo de los 77 y China en todos los ámbitos en pro de un mayor progreso y del mejoramiento de las condiciones de vida de nuestro pueblo.” (Punto trece de la Declaración del G 77 + China, firmada en Santa Cruz).
Sobre el desarrollo que busca el grupo, la Declaración en el punto 12, anota:
“Destacamos que los desequilibrios de la economía mundial y la desigualdad de las estructuras y los resultados de los sistemas comercial, financiero, monetario y tecnológico dieron lugar a la creación de nuestro Grupo. No obstante, esos desequilibrios persisten hoy en algunos aspectos incluso con más efectos adversos en los países en desarrollo. Por lo tanto, nos comprometemos a continuar e intensificar nuestros esfuerzos para tratar de establecer un orden internacional imparcial, justo y equitativo, orientado a satisfacer las necesidades de desarrollo de los países en desarrollo.”
En el punto 30 de la Declaración leemos una precisión, seguro considerada pertinente por los firmantes acerca del “Vivir bien” que debemos leer y releer para entender sus reales alcances:
“Reafirmamos —dice— que cada país dispone de diferentes enfoques, visiones, modelos e instrumentos, en función de sus circunstancias y prioridades nacionales, para lograr el desarrollo sostenible en sus tres dimensiones, que es nuestro objetivo general (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible). En algunos países existe el enfoque del “Vivir bien” (especialmente Bolivia y Ecuador, añadimos) con un desarrollo integral encaminado a alcanzar las necesidades materiales, culturales y espirituales de las sociedades en el contexto de la Armonía con la Naturaleza.”
El título de la Declaración del G77 + China, en verdad de los 133 países reunidos en la capital cruceña, resulta engañoso porque así como está redactado (“Por un Nuevo Orden Mundial para Vivir Bien”) se podría entender como que todos aquellos Estados asumen el “Vivir bien”, como sugieren los gobernantes bolivianos.
Nosotros no queremos que aquella Declaración diga menos o más de lo que allí está escrito. Pero sí reclamamos el rigor que les hace mucha falta a los inquilinos del Palacio Quemado.
Vamos a otra cita a propósito del desarrollo sostenible en convivencia con la madre tierra, es decir, con respeto de los “derechos” de la pachamama.
“Reconocemos que la Tierra y sus ecosistemas —se lee en el punto 31 de la Declaración— son nuestro hogar y estamos convencidos de que, para alcanzar un justo equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y futuras, es necesario promover la armonía con la naturaleza y la Tierra. También reconocemos que “Madre Tierra” es una expresión común utilizada para referirse al planeta Tierra en diversos países y regiones, lo que demuestra la interdependencia existente entre los seres humanos, las demás especies vivas y el planeta que todos habitamos.”
Expertos, y nosotros apoyados en esos criterios, hace algún tiempo afirmamos que si el gobierno de Juan Evo Morales Ayma hace lo que dice sobre esa forma de desarrollo, los bolivianos aportaríamos realmente a ese desarrollo. Sin embargo, son múltiples los hechos que demuestran que en esta materia, como en otras, los gobernantes no hacen lo que dicen.
Sigamos: la Declaración en su punto 32, expresa:
“Acogemos con beneplácito que en 2011 se celebrara el vigésimo quinto aniversario de la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo, que es un importante documento histórico que establece el derecho de los países en desarrollo a actuar con miras a lograr el desarrollo y el derecho de los pueblos a participar en el desarrollo y beneficiarse de él.” Dentro de la Carta de la ONU, agregamos.
Y sigue ese documento en su punto 33 en el que define el desarrollo que busca el G77 + China: “En este contexto, reafirmamos que el desarrollo es un proceso global económico, social, cultural y político de carácter global que tiende al mejoramiento constante del bienestar de la población en general y de todos los individuos sobre la base de su participación activa, libre y significativa en el desarrollo y en la distribución justa de los beneficios que de él se derivan, como se reconoce en la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo.” Otra vez se habla (o se escribe) sobre el “mejoramiento constante del bienestar de la población”… en tanto que los gobernantes postulan el “Vivir bien” sin etapas intermedias.
Sobre la coca, para nosotros recurso natural: medicamento, alimento y ritual, la Declaración en el punto 106, dice:
“Tomamos nota de la Declaración especial sobre la hoja de coca suscrita en La Habana el 29 de enero de 2014 por los Jefes de Estado y de Gobierno de los países de América Latina y el Caribe, reunidos en ocasión de la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, en la que se reconoce la importancia de conservar las prácticas culturales y ancestrales de los pueblos originarios, en el marco del respeto de los derechos humanos y los derechos fundamentales de los pueblos indígenas, de conformidad con los instrumentos internacionales pertinentes. En ese contexto, los Jefes de Estado y de Gobierno reconocen el masticado (akulliku o chacchado) de la hoja de coca como una manifestación cultural ancestral de los pueblos de la región andina, que debe ser respetada por la comunidad internacional, y expresan interés en conocer los resultados de investigaciones científicas acerca de las propiedades de la hoja de coca realizadas por institutos y universidades de la comunidad internacional de reconocido prestigio en la materia.” Se informó que el Secretario General de la ONU, que celebró su cumpleaños en El Torno (Santa Cruz), se negó a comer una torta elaborada en su honor, con harina de coca.
Otro elemento muy boliviano, ancestral si cabe, en el que se transcribe principios “de algunos de nuestros pueblos”, dice la Declaración y que integran la nueva Constitución Política del Estado boliviano, lo que no quiere decir que porque está en ése texto, por tanto, es ahora, del G 77 + China o de los 133 países que concurrieron a la Cumbre de Santa Cruz de la Sierra. Y están en esa Declaración para luchar contra la corrupción y no por lo que dijo el actual Embajador boliviano en la ONU: “Han sido vistos como instrumentos de lucha contra la pobreza y tomados con aprecio por el G-77+China” (Sacha Llorenti).
“Tomamos nota con aprecio de los valores tradicionales y ancestrales de algunos de nuestros pueblos —dice el punto 47 de la Declaración—, como los principios andinos de ama suwa (“no seas ladrón”), ama llulla (“no seas mentiroso”) y ama qhilla (“no seas perezoso”) y que, de conformidad con todos los derechos humanos y las libertades fundamentales, contribuyen a los esfuerzos para prevenir y combatir la corrupción.”
Sobre estos principios, con palabras de los creyentes católicos, les decimos a los gobernantes: que la caridad empiece por casa.