editorial
A cambio de votos
Ocho millones de dólares, dinero de los bolivianos, costaron las cien volquetas que Juan Evo Morales Ayma regaló a cooperativistas-empresarios mineros y a los trabajadores a destajo de ese sector económico.
De acuerdo a la información oficial, ese regalo es para que ese sector mejore la producción de minerales, es decir, el saqueo de esos recursos naturales no renovables, como sucedió en diferentes lugares: en Siglo XX y Catavi, ejemplo de tal depredación, aunque es cierto que la mayoría de esos trabajadores por cuenta propia fueron bautizados como nuevos “mitayos”. Sin embargo, antes de la “relocalización”, mejor dicho, del retiro de 23.000 mineros asalariados, por los neoliberales en el poder, un grupo pequeño de dirigentes de los cooperativistas utilizaron las volquetas de la Cooperativa 20 de Octubre, como propias, entre ellos, uno de apellido Claros, que al poco tiempo de esa operación dolosa, se estableció en Cochabamba.
Entendidos aseguran que la rehabilitación de mina Siglo XX-Catavi sería muy cara y que es preferible mantener cerrados esos parajes mineros. Allí —no debemos olvidar— la mitad de las colas y desmontes, ricos en estaño, todavía son de propiedad estatal, de los bolivianos, porque la otra mitad ha sido concedida, por el actual Presidente boliviano, a sus socios políticos, los cooperativistas-empresarios mineros; reservas que explotarán sin invertir como tendrían que hacerlo si se tratara de otro yacimiento que requiere preparación.
Por el regalo del Presidente-candidato, a los cooperativistas-empresarios, se ha dicho que era una vieja promesa y uno de los beneficiarios, a manera de agradecimiento, ha dicho que votarán por Evo Morales, postulante a la tercera elección, en contra de la Carta Magna.
Un discutible argumento es que las volquetas servirán para que los cooperativistas mineros mejoren la extracción de minerales: trabajadores por cuenta propia, de cuyas ganancias se apropian personal y familiarmente.
Ese obsequio presidencial se agrega a las concesiones de parajes mineralizados, de los gobernantes, a un sector económico que agrupa a no menos de 130.000 cooperativistas-empresarios mineros y a una mayoría de socios suyos que tienen la obligación de trabajar y producir minerales sin horarios, sin salario fijo, sin beneficios sociales, sin vacaciones, sin el pago por horas extraordinarios de trabajo, sin seguridad industrial, sin servicio de salud ni educación, pero, aunque son dependientes de los cooperativistas-empresarios, se presentan como cuentapropistas.
Ese sector privado de la economía boliviana, junto con transnacionales como la Empresa Minera San Cristóbal, son ya el bloque económico dominante en Bolivia por la extensión de parajes mineros que explotan, por la cantidad de minerales producidos, por la concentración de trabajadores, por las utilidades cuantiosas que amasan. Utilidades crecidas porque sabemos que esos grupos económicos no pagan impuestos, no comprarán el agua que utilizan, y en nada compensarán por la contaminación de suelos y ríos.
Además de todas esas gangas, los dirigentes de los cooperativistas, muchos de los que en realidad son empresarios de un capitalismo salvaje, tramitan la condonación de una deuda, de más de 30 millones de dólares, de esas cooperativas a la Corporación Minera de Bolivia
Algunos dicen que es la lucha por la vida la que llevó a esos cooperativistas-empresarios mineros, con sus dependientes incluidos, a enfrentarse con los trabajadores mineros asalariados en Colquiri (La Paz) por la explotación de minerales, con mano de obra de colegiales, entre otros asalariados que sí existen, aunque algunos propagandistas oficiosos de los gobernantes, se empeñen en negar o quieran ocultar.
El enfrentamiento entre dos cooperativistas y no cooperativistas en Arcopongo (La Paz), por la explotación de oro, es otra muestra de que son intereses privados de pequeños y medianos propietarios (y probablemente de socios capitalistas) los que allí chocaron y acabaron con la vida de tres de esos cooperativistas y comunarios. A esos muertos se sumaron dos más: la del colega periodista Luis Alberto Glasinovic Rivamontán (Pitín) y del chofer Adolfo Ustariz, ambos trabajadores de Comibol.
Luego de ese enfrentamiento armado, aunque por fortuna fue de limitados alcances, el Estado debió restablecer el orden, como se dice en esa jerga oficial. Y para restablecer el orden o como medida necesaria debió disponerse la suspensión de las actividades mineras auríferas en Arcopongo. Si eso se disponía antes, desde la Gobernación de La Paz, como se lo hizo con demora, preguntamos ¿para qué viajó esa comisión integrada por un ingeniero, un abogado, un experto en solución de conflictos, un periodista y el chofer? Al parecer bastaba ese pelotón de policías que detuvo y trajo aquí a La Paz a tres detenidos, junto con los dos fallecidos; esos detenidos fugaron, a las pocas horas de su llegada a la sede de gobierno, con ayuda de personas que tomaron las instalaciones de la fiscalía, según se informó oficialmente.
Referimos estos dos casos de enfrentamiento con muertos y heridos porque creemos que corremos el riesgo de que los cooperativistas-empresarios mineros defiendan a tiros y/o a dinamitazos sus egoístas pertenencias, como ya lo hicieron.
Se trata, pues, de medianos propietarios que avanzan hacia su conversión en propietarios grandes, como que ya existen poderosos empresarios capitalistas entre ellos. Los pequeños propietarios y los jornaleros, en las cooperativas mineras, son la mayoría, con relaciones de trabajo como las que señalamos en esta nota. Notamos que esos compatriotas constituyen capas medias, con diferentes fracciones sociales.
Capas medias que tienen un comportamiento político cambiante, según la situación que surja en Bolivia. La mayoría de esos cooperativistas, entre ellos empresarios del sector, apoyaron al banzerismo, al garcíamecismo, al movimientismo, a pazestenssorismo y al gonismo y en cierto modo al entonces presidente Carlos Mesa…
Lo dicho por uno de los dirigentes de esos cooperativistas, que no son como dice el ex presidente de Comibol, Héctor Córdova, grafica el comportamiento político de ese sector: Así como lo hemos puesto a Evo Morales en la Presidencia, así también lo podemos bajar, afirmó. De yapa leímos lo que dijo otro, con una franqueza como para retener: nos asociaremos con empresas transnacionales, si es necesario, para aumentar la producción de minerales. Esas afirmaciones, además de chantajistas son potencialmente entreguistas de la riqueza del país, para lo que por lo visto bastan las pocas ideas que aquéllos asumen o que elaboran los intelectuales al servicio de los cooperativistas-empresarios mineros.
El nuevo poder minero en nuestro país está integrado, especialmente, por los cooperativistas-empresarios mineros que son la minoría en ese sector. Esos grupos económicos, con privilegios a la vista, son los aliados políticos del presidente Morales, a los que éste les concede lo que le exigen.
Nosotros leemos que esos privilegios, de los que gozan los cooperativistas-empresarios mineros, otorgados por el Presidente, a costa de los bolivianos, serán recompensados con votos el 12 de octubre de este año. Por eso, otra vez, decimos que Juan Evo Morales Ayma no ganará las próximas elecciones, pero las comprará, las está comprando.