editorial
La mitad de las reservas más importantes de estaño de Bolivia, situadas en Catavi y Siglo XX, denominadas “colas” y “desmontes”, serán explotadas en beneficio sobre todo de los nuevos ricos en ese sector de la economía, patrones de las cooperativas mineras las que, casi todas, funcionan como empresas capitalistas.
Se trata de unas reservas que contienen minerales de estaño de baja ley, es decir, de escaso contenido de ese recurso no renovable, que se formaron a manera de promontorios o nuevos “cerros”: mezcla de mineral, roca y tierra, remanentes de las operaciones mineras, de la empresa privada Patiño y de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol), como empresa estatal. Son reservas que, además, conservan su riqueza mineral, la que antes no fue extraída porque no se contaba en el país con una tecnología adecuada y porque el “metal del diablo” fue explotado por la Empresa Minera Catavi, hasta la relocalización y, luego, fue saqueado por los cooperativistas mineros que sucedieron a los asalariados despedidos por los neoliberales. De tal magnitud fue la depredación, es decir, la explotación irracional de esos cooperativistas que técnicos, bien informados y que defienden los intereses de Bolivia, señalaron que era y es imposible rehabilitar la Empresa Minera Catavi por cuenta del Estado.
Un estudio realizado durante y después del saqueo de los cooperativistas mineros define a éstos como los “nuevos mitayos”, sobre todo porque entonces trabajaron (más o menos como ahora) sin los equipos imprescindibles, sin dirección técnica, sin seguridad industrial, muchos sin salarios; así destruyeron las instalaciones de la mina y la convirtieron en inoperable.
Durante los regímenes neoliberales (en sus variantes banzerista, mirista y gonista), aumentó el auge de esas cooperativas las que, sin embargo, iniciaron un esperado viraje de la cooperación y de la solidaridad (declarados en ellas), hacia la empresa capitalista en la que predomina la explotación y la opresión.
Antes de la relocalización, según Gregorio Iriarte, los cooperativistas eran 23.000, menos que los asalariados de la Comibol. Y sin contar a los trabajadores mineros de las empresas privadas (incluida la minería chica).
Es cierto que en el tiempo en el que Iriarte hizo ese estudio había alguno que otro patrón entre las cooperativas mineras, al revés de lo que ocurre ahora: la mayoría de los miembros de esas cooperativas, en las que se trabaja a destajo, dependen de esos nuevos empresarios, tan prósperos que por ellos se dice que son los nuevos ricos en ese sector de la economía boliviana.
Tres datos deben convencernos de que existen esos nuevos ricos cuya fortuna han amasado en esas cooperativas las que, en realidad, no son tales:
—Uno de esos nuevos patrones de Potosí informó a un periodista que él financiaba al equipo de fútbol “Nacional Potosí” y que lo hacía para servir “a sus hermanos mineros”.
—Otro de esos prósperos empresarios, de acuerdo a información recogida por Aquí, hoy es dueño del hotel más lujoso de Santa Cruz de la Sierra.
—En Potosí, cooperativistas eran dueños de más de 10 carros Hummer, los que con dificultad recorrían por las estrechas calles de esa ciudad, pero en los que viajaban a los lugares en los que jugaban fútbol los clubes “Real Potosí” y/o “Nacional Potosí”.
Los falsamente llamados cooperativistas son beneficiados con cada vez más concesiones mineras, lo que está demostrado por los nuevos 400 contratos de arrendamiento que ya han sido aprobados y que serán firmados, así como otras 300 solicitudes esperan ser atendidas favorablemente por los gobernantes, a través de Comibol, que está para servir a esos propietarios medianos en ascenso por lo que se convierten en grandes.
Esas supuestas cooperativas han aumentado sus pertenencias mineras, en siete veces, de 45.153 hectáreas en 2006 a 375.073 hectáreas (en el tiempo de los cambios), según el diario paceño Página Siete del 6 de junio de este año, cuya nota publicamos en este número 119 de Aquí.
Además, esos cooperativistas no pagan impuestos, como no pagan impuestos cocaleros, colonizadores, campesinos; todos ellos, propietarios medianos, también, que buscan convertirse en grandes.
Los gobernantes, y en especial el Presidente, han dicho varias veces que la propiedad cooperativa es parte la economía boliviana, como la estatal, privada y comunitaria y que, por tanto, cuando les arriendan parajes mineralizados para que exploten, no hacen otra cosa que aplicar la nueva Constitución Política del Estado (CPE), que ayudamos a redactar diferentes sectores sociales y que votamos para que se apruebe en el referéndum convocado para eso. Sin embargo, los gobernantes y el primer mandatario están a distancia de favorecer a las verdaderas cooperativas y no a las empresas privadas que sólo tienen el nombre de cooperativas. Si a éstas se les diera el trato que merecen, como a empresas privadas, no tendríamos esa otra realidad: que los recursos mineros, como las colas y desmontes, se conceden para su explotación en beneficio de nuevos ricos y con ventajas políticas de las que carece el sector estatal de la minería.
A propósito de la propiedad estatal de la minería, el Presidente es uno de los propagandistas en contra de esa forma de propiedad que, cuando menos en teoría, es de todos los bolivianos. Para qué nacionalizar las minas, ha dicho el primer mandatario uno de esos días de la huelga de la COB y de los mineros de Huanuni por mejores rentas para los jubilados.
Sobre las formas de propiedad en Bolivia, es urgente una enmienda constitucional: debe instituirse la propiedad social en reemplazo de la propiedad estatal o como una nueva forma de propiedad que sea en los hechos de todos los bolivianos. Se deben mantener la propiedad comunitaria, la propiedad cooperativa (de verdad) y la propiedad privada. Sin embargo, en el texto constitucional y en la realidad, la propiedad social o colectiva debe predominar. Ahora, en cambio, tenemos una falacia como realidad: constitucionalmente todas aquellas formas de propiedad tienen igualdad de oportunidades, pero las dominantes son las cooperativas o nuevas empresas capitalistas y las empresas transnacionales como San Cristóbal.
Durante el gobierno progresista de Juan José Torres fueron recuperados las colas y los desmontes para los bolivianos. Ahora, un gobierno que pretende que creamos que impulsa una revolución democrática y cultural, enajena la mitad de ese patrimonio, lo privatiza en beneficio de esos patrones de nuevo cuño.
Las reservas de estaño contenidas en las colas y los desmontes de Siglo XX-Catavi debieron ser explotadas por Comibol, según disposiciones legales y porque lo platearon los asalariados mineros. Explotación que, de acuerdo a los entendidos, no requieren mucha inversión, la tecnología a emplearse allí es accesible, las reservas se encuentran a cielo abierto y, por tanto, el riesgo de contraer “mal de mina” (silicosis) es casi nulo. Sin embargo, cuando menos deben tomarse las medidas destinadas a mermar la contaminación que podrían generar esas operaciones mineras que en la forma serán nuevas.
Son políticas y electorales las razones de Evo Morales, para conceder la mitad de las colas y los desmontes para que las exploten falsos cooperativistas. En vez de los escasos asalariados mineros, para él importan mucho más como electores los aproximadamente 100.000 cooperativistas, aunque medios como radio Panamericana difunden que los cooperativistas, entre los que son cada vez más los asalariados, llegarían a 130.000.
El día del acto en el que se hizo entrega formal de la mitad de las reservas estañíferas en Siglo XX-Catavi, un cooperativista dijo que “arrasarían” en las elecciones de 2014 y, se entiende, que lo reelegirían al actual Presidente, a pesar de que su tercera postulación al cargo está en contra del punto dos de las medidas transitorias de la CPE.
Con la entrega de la mitad de las colas y de los desmontes a la voracidad de los nuevos capitalistas que se hacen llamar cooperativistas, el Presidente favorece a sus socios en materia económica y a sus aliados para la política de este tiempo. Y como para que la expectativa entre los cooperativistas sea mayor, el primer ciudadano de Bolivia dijo que el otro 50 por ciento de las colas y de los desmontes también sería entregado a otros cooperativistas que esperan extraer minerales, en una operación depredadora, como lo hacen en todas partes.
Los cooperativistas acaudalados, por segunda vez, le han regalado un collar de oro al Presidente. (A Melgarejo, los que requerían sus favores políticos, le regalaban caballos, no se sabe si eran de pura sangre).
Ante la entrega desmedida que hizo el Presidente a sus “compañeros y hermanos” cooperativistas nos sentimos reforzados en nuestro convencimiento de que el principal inquilino del Palacio Quemado comprará las elecciones de 2014, lo que luego tratarían de presentar como una victoria. Y las colas y los desmontes son una nueva cuota para la compra de las elecciones del año próximo.