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“La fuerza del pueblo” de Oruro derrotó a gobernantes locales y del país

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editorial

Pudo evitarse el último conflicto de la tierra de Pagador en el que se enfrentaron la mayoría del pueblo que defendió el nombre de Juan Mendoza para el aeropuerto de esa ciudad, con una minoría oficialista que resolvió suplantar ese nombre por el Presidente de Bolivia,  mediante la Ley departamental 045.

Para conseguir que el nombre original de la terminal aérea se mantenga los orureños, en una visible mayoría, libraron diversas acciones durante un mes: paros de labores, huelgas de hambre, marchas, bloqueos de calles y caminos, huelga general indefinida. Hubo marcado fervor popular orureño, como dijeron voceros suyos, para exigir que se respete la historia de ese jirón de la patria. Para que ese aeropuerto mantenga el nombre de un aviador pionero, mecánico, profesor de pilotaje, combatiente de la guerra del Chaco: un héroe de ése y de este tiempo. Y hasta donde se conoce ese piloto, el primero de Oruro y el primero de Bolivia, no tuvo nada de “rosquero” y nada de racista o colonialista, como ciertos oficialistas se encargaron de propagar con el vano propósito de ensombrecer a un héroe hecho a pulso, con mucho esfuerzo y con el aplauso de sus contemporáneos de Oruro.

Ese movimiento reivindicativo de un nombre para un aeropuerto ayudó a organizar, unir, concienciar, luchar a la mayoría del pueblo de Oruro el que con su fuerza —como dijo una pobladora del suelo de Sebastián Pagador— derrotó a la mayoría de los miembros de la Asamblea Legislativa Departamental, al Gobernador, a parlamentarios, a gobernantes locales, a oficialistas de todo lugar y pelaje, a los gobernantes del país, a los llunk’us sin vergüenza, incluidos los que guardaron silencio en una actitud propia de Pilatos, precisamente en tiempos de cuaresma.

Esos voceros oficiales y oficiosos a los cuatro vientos proclamaron que ese movimiento, netamente reivindicativo de los orureños, fue una acción política, como si no hubiera sido política la actitud del gobernador Tito que fue uno de los que propuso el cambio de nombre de Juan Mendoza por el de su Jefazo, así como fue una típica medida política —rastrera— la de la mayoría de los integrantes de la Asamblea Legislativa Departamental que vulneró una ley (que prohíbe bautizar con nombres de personas vivas a obras o lugares públicos) para denominar con el nombre del Presidente boliviano a una obra de ampliación del aeropuerto orureño. Actitud obediente confirmada por un asambleísta el que dijo, para una radioemisora paceña, que habían recibido una orden para el cambio de nombre del aeropuerto.

Por la rebelión germinal de los orureños se ha dicho, desde el gobierno, que los que se opusieron y se oponen a que el referido aeropuerto lleve el nombre de Juan Evo Morales Ayma, son entre racistas y colonialistas.

Sobre el presunto racismo de los orureños resulta como el anillo al dedo lo dicho por José Martí en su ensayo Nuestra América. Citamos al maestro: “Hombre es más que blanco, más que mulato, más que negro. (…) De racistas igualmente serían culpables: el racista blanco y el racista negro”. Apoyados en esa apreciación martiana advertimos que es “racismo indio” el que, desde esa población de oprimidos y explotados todavía, prefieran cambiar el nombre Juan Mendoza, del aeropuerto de Oruro, por el del Presidente de nuestro país. Acaso en el tiempo de Evo Morales éste debe ser el nombre de todos los lugares y de todas las cosas los que, supuestamente, inmortalizarían el nombre de Evo, al que una vez el ahora senador Ávalos y en El Villar, en un homenaje a Juana Azurduy, dijo que el presidente Morales era el libertador de los indígenas.

No es anticolonialismo hacer, esencialmente lo mismo y desde un gobierno de los movimientos sociales, que lo hecho por los colonialistas que explotaron y oprimieron a esta patria nuestra: esos colonialistas pusieron nombres de presuntos héroes de las clases dominantes a cosas y lugares: Villa-Montes (ciudad intermedia), Hospital Albina Patiño, Puente Arce, Normal Oscar Únzaga de la Vega, colegio René Barrientos Ortuño, Colegio Hugo Banzer Suárez, Barrio Senador Leopoldo Fernández, Plaza Boris Banzer, aeropuerto John F. Kennedy, entre tantos otros ejemplos.

El diario Cambio que ahora se lleva la flor por censurar, autocensurarse, decir medias verdades, manipular, matar a la verdad o intentarlo ha repetido (a eso llama informar) lo dicho por hombres y mujeres del gobierno local y nacional: con las acciones de Oruro en contra del nuevo nombre del aeropuerto empezó la campaña electoral de Rubén Costas, éste financió el conflicto orureño que no tenía razón de ser, la derecha dirigió las acciones orureñas, el Presidente nunca pidió que le pongan su nombre a ese aeropuerto, aquél añadió “a mi no me metan” en ese lío que es regional, el nuevo nombre Evo Morales de esa terminal aérea será un atractivo turístico, en homenaje y en gratitud el aeropuerto lleva el nombre del primer Presidente indígena de Bolivia, son pocos los que se oponen a que ese puerto aéreo lleve el nombre del Presidente, la parte vieja del aeropuerto se llama Juan Mendoza y la parte nueva se denomina Evo Morales…

En realidad los gobernantes instalados en el Palacio Quemado y en las arenas de Oruro, con el uso de los recursos económicos de los bolivianos, trataron de aplastar las formas iniciales de rebelión de los orureños. Esos gobernantes que leen mal la realidad boliviana actual quisieron cansar a los alzados de Oruro y de otros lugares del país. Incluso los inquilinos del Palacio Quemado y de la Gobernación de la tierra natal de Pagador pretendieron borrar de la memoria de los orureños a uno de sus héroes que dio su nombre al aeropuerto que a los orureños (y en cierto modo a los bolivianos) ahora nos une y nos separa.

Algunos de los alzados orureños dijeron que su movimiento no era contra el Presidente. Pero muchos de ellos esperaron en vano que Evo Morales ayude a resolver el entuerto: que pida a sus parciales que abroguen la Ley departamental 045. Sin embargo, no hay duda de que al Presidente le gusta que le rindan culto, sin embargo, falta saber si aquél es “culto a la personalidad” o si se trata de “un culto sin personalidad”.

Los que han dicho que los orureños, con su movilización, han iniciado la campaña del gobernador cruceño Rubén Costas a la presidencia de Bolivia, quizá dispongan de tiempo para autocriticarse; pero ese comportamiento de revolucionarios de verdad quizá no lo practiquen nunca grupúsculos de políticos sin principios y sin ideología avanzada.

Asimismo, causa gracia una afirmación de un diputado del MAS por Oruro que dijo que los oficialistas habían escuchado al pueblo y que por eso firmaron el acuerdo que abroga la Ley 045 que dispone el cambio de nombre Juan Mendoza por el de Evo Morales; la consulta al Tribunal Constitucional Plurinacional para que éste determine qué instancia tiene mandato para poner o cambiar nombres a los lugares públicos y que si cabe se convoque a un referéndum para que se decida si se mantiene el nombre de Juan Mendoza o se lo cambia. Sobre nombres de aeropuertos, al de Chimoré (Chapare), según una mujer que apoya a Morales, le pondrían el nombre del Presidente. Quizá un hecho como ése ayude a saciar al menos parcialmente la vanidad de Evo Morales.

Para nosotros una enseñanza fundamental debemos recoger del último conflicto en el que el pueblo orureño fue la fuerza motriz: ante violaciones de normas y el recorte de los derechos  legales y legítimos del pueblo, éste se rebela, como en Oruro. De acuerdo a ejemplos bolivianos y de Nuestra América, es cierto que las rebeliones no terminan necesariamente en revoluciones, pero ésas pueden ser una de las vías hacia la revolución verdadera en este momento latinoamericano y caribeño.    

Los llunk’us que tratan de halagar a su Jefazo quizá aprendan que el pueblo, porque lee bien y muy bien la realidad, rechaza las imposiciones como la de cambiar el nombre de un héroe regional y nacional por la de un político que, desbocado, espera que muchas de las cosas de esta tierra lleven su nombre.

Otra vez en el comportamiento de los orureños hubo mucho de espontaneidad (no organización) al menos al comienzo del movimiento reivindicativo que comentamos. Pero la espontaneidad dio paso a la organización, unidad, conciencia, plataforma, ideas, “fuerza del pueblo”.

Y esa fuerza vencedora del pueblo orureño nos lleva a reafirmar que todo debemos hacer con el pueblo y nada sin él. Por eso mismo añadimos: ¡Viva el pueblo de Oruro! sin llunk’us y sin los que niegan autoría de lo que mal hacen.  

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