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Recordar es prevenir

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Se relatan los pormenores que van desde la caída del dictador Hugo Banzer Suárez, la seguidilla de golpes, las elecciones ganadas por la UDP hasta el golpe de García Meza el 17 de julio de 1980 (la fotografía es de segundos antes del asalto militar y muerte de Quiroga y Flores, de pie al último).

Memorias del golpe de García Meza.

La Razón / Carlos Soria Galvarro

00:01 / 21 de julio de 2013

El antecedente directo para el golpe de Estado de Luiz García Meza y Luis Arce Gómez, consumado el 17 de julio de 1980, es el periodo dictatorial banzerista entre 1971 y 1978.

1. El difícil camino de la democracia: Banzer, acosado desde dentro por la resistencia popular y desde fuera por otros vientos, tuvo que llamar a elecciones en noviembre de 1977. Lo hizo contra su voluntad, pues su plan era quedarse hasta 1980 como lo había establecido mediante el decreto del “Nuevo Orden” (9 de noviembre de 1974).

Convocó a elecciones, pero no solamente apadrinó a Juan Pereda Asbún como candidato oficial, sino que se autonombró comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, se negó a dictar amnistía y preparó el fraude en gran escala.

La huelga de hambre masiva, iniciada por un grupo de mujeres mineras a fines de 1977 desbarató su esquema. La amnistía general y la libertad de los presos políticos, conseguidas con esta histórica movilización, cambiaron el panorama político.  Se consumó el fraude, pero no pudieron ocultarlo. A la Corte Electoral no le quedó más remedio que anular las elecciones.

A las 48 horas, 21 de julio de 1978, Pereda dio su propio golpe de Estado, desalojando a Banzer del Palacio de Gobierno. Pero su gobierno sólo duró hasta noviembre, fue derrocado a su vez por el general David Padilla, quien convocó a nuevas elecciones.

Los comicios se efectuaron, por segunda vez el 1 de julio de 1979, en un clima de mayor apertura. Sin la torva vigilancia de la dictadura, cuyos mecanismos habían sido parcialmente neutralizados.

La inicial sopa de letras de partidos y grupos que formaron la Unidad Democrática y Popular (UDP) decantó a no más de tres siglas: Movimiento Nacionalista Revolucionario de Izquierda (MNRI), Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) y Partido Comunista de Bolivia (PCB); el Movimiento Revolucionario Tupac Katari (MRTK) de Genaro Flores se había alejado —según dijo— porque se sentía utilizado. El otro bloque era el encabezado por el MNR, alianza que incluía al Partido Revolucionario Auténtico (PRA), de Wálter Guevara Arze; a la Democracia Cristiana; al Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), de Óscar “Motete” Zamora y a una fracción del MRTK.

La UDP no alcanzó el “millón de votos naranjas”, como había machacado en su campaña, y el MNR apareció demasiado cercano en los cómputos. Se produjo el llamado “empantanamiento congresal” y la salida fue la elección del presidente del Senado, Wálter Guevara Arze, como presidente transitorio que en un año debía convocar a nuevas elecciones. Vino el golpe cruento del 1 de noviembre de 1979, la “masacre de Todos Santos” y el efímero gobierno de Alberto Natusch Busch. Manchado con la sangre del pueblo, este militar, al que algunos consideraban “progresista”, se tuvo que ir por la puerta trasera del Palacio de Gobierno y una vez más fue ensayada una salida transitoria: a Lydia Gueiler, presidenta de la Cámara de Diputados, se le encomendó la misión de presidir nuevas elecciones el último domingo de junio de 1980.

2. Eslabones de una misma cadena: A menos de una semana de la posesión de Gueiler, García Meza se resistió al cambio del Alto Mando militar recomendado por el Congreso Nacional. Transaron nombrando a un tercero y enviando a García Meza a la dirección del Colegio Militar. Pero, a punta de conspiraciones y motines, consiguió al poco tiempo volver al cargo de Comandante del Ejército, con lo que dobló la frágil mano de la Presidenta.

Esos mismos días, Arce Gómez allanó el Ministerio del Interior y se llevó toda la documentación de años de represión política, sin darle tiempo siquiera a reaccionar al recién posesionado ministro Jorge Sélum Vaca Díez. Toda la caterva de torturadores, matones y asesinos de la dictadura de Banzer habían sido reenganchados en la Sección Segunda del Ejército, al mando de Arce Gómez.

El 22 de marzo secuestraron y asesinaron salvajemente a Luis Espinal. Sélum fue obligado a renunciar. La respuesta de todos los partidos e instituciones, menos el banzerismo, fue organizar el Consejo Nacional de Defensa de la Democracia (Conade).

Junio fue el mes más violento. El 2 cayó el avión en Laja, murió toda la comitiva udepista, menos Jaime Paz Zamora. El 7, un militar de la escolta presidencial ingresó desafiante y borracho al dormitorio de la Presidenta. El 17 y 18, grupos falangistas provocaron disturbios en Santa Cruz, hirieron al prefecto Wálter Pereira Áñez y a dos periodistas. El 19, cerca de la medianoche, estalló un explosivo en el restaurante Lido Grill, en la céntrica plaza Pérez Velasco de La Paz, matando a dos inocentes parroquianos. El 26, día de cierre de campaña de la UDP, arrojaron una granada de guerra sobre la multitud que bajaba por la avenida 16 de julio; el saldo fue dos muertos y más de 50 heridos.

El 20 de ese mismo mes, Banzer había dicho que las Fuerzas Armadas debían intervenir si continuaban el caos y la anarquía. García Meza pidió la postergación de las elecciones, y amenazaba con “sentarle la mano” a Marcelo Quiroga Santa Cruz por llevar adelante en el parlamento un juicio contra Banzer y su régimen.

El expresidente Alfredo Ovando Candia, parte de la cúpula de la UDP, informó que se había enterado de que oficiales argentinos elaboraron un esquema de golpe nada menos que como ejercicio académico en la Escuela de Estado Mayor de Cochabamba. Pese a todo, las elecciones se realizaron y la UDP obtuvo un triunfo esta vez claro e inobjetable.

A las dos semanas, un pronunciamiento aparentemente aislado de la guarnición militar de Trinidad motivó una reunión urgente e inocente del Conade en la sede de la Federación de Mineros, donde funcionaba la Central Obrera Boliviana (COB) (los únicos ausentes por su buen olfato eran los representantes del MNR). Cuando Simón Reyes daba para Canal 7 una segunda lectura del comunicado que declaraba la huelga general indefinida y el bloqueo de caminos (Juan Lechín ya lo había hecho para los medios radiales y escritos), un grupo de paramilitares asaltó el edificio. Quiroga Santa Cruz y Carlos Flores Bedregal fueron ametrallados en las gradas, cuando salíamos manos en alto. Gualberto Vega Yapura, dirigente de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), cayó en la parte trasera. Dirigentes sindicales y políticos, además de periodistas, fuimos detenidos y trasladados en ambulancias al gran Cuartel de Miraflores, donde esperaba Arce Gómez en posición de mando. Otros grupos asaltaron emisoras de radio y el Palacio Quemado. El golpe narcofascista se había impuesto. Lo que hicieron en la fase preparatoria aquí descrita fue el preámbulo a los desmanes que ejecutaron en su breve gestión de gobierno. Podría decirse que los 30 años los tienen bien merecidos.

*Publicado en el suplemento Animal Político del diario paceño La Razón del 21 de junio de 2013.

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