Carlos Alarcón, abogado constitucionalista
Una reforma requiere de una “reflexión amplia, madura, pluralista y profunda”.
La Paz, Página Siete, domingo, 11 de octubre de 2015
Fotos Freddy Barragán / Página Siete. Isabel Mercado, subdirectora de Página Siete, Carlos Alarcón y Juan Carlos Salazar, Director.
Para el constitucionalista Carlos Alarcón la reforma constitucional para facilitar la reelección de Evo Morales y Álvaro García Linera carece de legitimidad porque no se ha demostrado su necesidad, como requeriría cualquier modificación de la Carta Magna, ni se ha realizado la "reflexión madura, pluralista, transparente, amplia y profunda”, como aconsejaría un cambio del calibre que supone el artículo 168.
Pero no sólo eso, dice el experto. "Si ganara el Sí, la gente estaría transfiriendo su soberanía a dos personas, las estaría colocando por encima de la propia soberanía, de los derechos fundamentales y de la Constitución”, otorgándoles "un poder mayor que la propia Constitución”.
Alarcón apela a Platón para recordar que "el gobierno de los hombres no puede estar por encima de las leyes” y que por eso se los llama "servidores de la ley y no gobernantes”.
"El poder absoluto corrompe absolutamente. Quien lo detenta quiere perpetuarse en el poder, subordinar todo a ese crecimiento desmesurado, desproporcionado, ilimitado del poder”, concluye en la entrevista del Desayuno de Trabajo de Página Siete.
De acuerdo a la "clasificación” que han hecho algunos funcionarios del gobierno en relación a quienes apoyan o están en contra de la reelección, ¿Ud. es patriota o antipatriota?
Con ese criterio, Carlos Mesa sería antipatriota. Habría que preguntarle a la gente cómo considera a Carlos Mesa después de su intervención en la televisión de Chile. Yo me considero muy patriota, porque el verdadero patriotismo pasa por el respeto a los derechos humanos.
Yo creo que ese es el elemento central para definir si alguien es patriota o no. La defensa de los derechos humanos muestra si una democracia está en el camino correcto.
Pero, además, Ud. es constitucionalista. ¿Cómo ve la reforma de la Constitución para facilitar la reelección de Evo Morales?
La veo con mucha preocupación. La primera condición para que una reforma de la Constitución en cualquiera de sus artículos sea legítima es la necesidad de esa reforma y para determinarla el requisito indispensable es haber aplicado la norma que se quiere modificar, que la aplicación de esa norma produzca efectos, consecuencias, en la materia a la cual está dirigida, la materia social que regula. Una vez evaluados esos efectos, recién se puede analizar el contenido de la reforma. A diferencia de una ley ordinaria, que está sujeta al juego de las mayorías y minorías en la Asamblea Legislativa, cuando se habla de cualquier norma de la Constitución y con mayor razón de una del calibre del artículo 168, que tiene que ver con el establecimiento de límites al poder, principalmente al poder político, para preservar y garantizar los derechos fundamentales de las personas, es importante respetar esta condición. Una Constitución no se puede cambiar como una ley ordinaria porque tiene una vocación de futuro y de permanencia muy alta, porque limita al poder y lo limita para preservar los derechos fundamentales. El problema de este proceso para cambiar el artículo de la reelección es que no ha sido aplicado ni una sola vez, recién se lo aplicaría el año 2019. Ni siquiera hemos podido determinar si existe o no la necesidad de la reforma y ya estamos queriendo cambiar la norma.
Tampoco hubo debate….
El proceso para elaborar cualquier artículo de una Constitución es muy complicado, muy complejo, que genera inclusive situaciones angustiantes y críticas para una sociedad, que es lo que hemos vivido justamente en La Calancha. Poner en vigencia un artículo de la Constitución no es lo mismo que poner en vigencia un artículo de una ley, que puede pasar sin pena ni gloria, porque lleva una carga histórica grande y dramática, que hace que se deba meditar con mucho cuidado, no sólo a nivel individual, sino de la sociedad en su conjunto. Hay países que para cambiar sus constituciones antes de discutir el contenido, como en este caso, si van a ser dos o tres reelecciones, primero debaten si hay o no necesidad de cambiar y sólo este debate previo lleva años. Acabamos de salir de un proceso de aprobación de los estatutos autonómicos y ya nos quieren meter a otro proceso vertiginoso sin darnos tiempo para una reflexión madura, pluralista, transparente, amplia, profunda, nos quieren meter a la votación del artículo 168.
A eso se añade la falta de control por parte del Tribunal Constitucional, que debería velar por el cumplimiento de estos procedimientos y condiciones para una reforma. Tampoco hubo una reflexión por parte del Tribunal en la interpretación de la Constitución para la reelección anterior…
Justamente. Ahí se estableció que el primer periodo de gobierno de Morales correspondía al anterior Estado y al anterior sistema constitucional, que no se computaba a efectos del nuevo. Todo el mundo criticó ese fallo porque era una alquimia, un acto de transformación asombroso, donde se evaporó todo un periodo de gobierno. Según el Tribunal Constitucional, no se lo computaba porque hubo un cambio de Estado, cuando el primer principio que hay en el derecho, incluso en el internacional, es el de la continuidad de los Estados, porque si no habría continuidad, los Estados dirían no cumplimos con nuestras obligaciones anteriores porque son de otro Estado.
¿Son reformas a medida?
Si la Constitución como esencia es límite al poder para preservar los derechos humanos, la reforma mostraría que el poder no tiene ningún límite porque se acomoda la norma al interés específico de dos gobernantes. Si ganara el Sí, la gente estaría transfiriendo su soberanía a dos personas, las estaría colocando por encima de la propia soberanía, de los derechos fundamentales y de la Constitución. Es decir, estos dos ciudadanos tendrían un poder mayor que la propia Constitución, porque se la puede acomodar a su gusto y sabor, la Constitución queda colgada como un papel, en el aire, la Constitución quedaría por debajo de ellos. Ellos tendrían un cheque en blanco para hacer lo que les da la gana y las normas no tendrían ningún valor. Como decía Platón, el gobierno de los hombres no puede estar por encima de las leyes. Por eso es importante llamarse servidores de la ley y no gobernantes.
Este fenómeno no es propio de Bolivia, sino que forma parte de toda una corriente que se ha venido observando en varios países de América Latina…
Sí, justamente, ahí está la paradoja. En los países donde está menos institucionalizado el sistema de justicia, que es el garante de los derechos humanos, es donde se dan estas paradojas. Son países de una institucionalidad prácticamente inexistente. Ese es el caldo de cultivo para que estos gobernantes manipulen, acomoden las normas sagradas de una Constitución a sus intereses. Esa falta total de institucionalidad conlleva a una enorme crisis social y política, y ni qué decir de la crisis judicial.
¿Qué pasa con los gobernantes? El Presidente prometió mandar obedeciendo…
Un constituyente del MAS declaró recientemente que cuando se debatía la nueva Constitución el gran tema revolucionario era tener por primera vez un proyecto de país, no de personas, porque el gran problema de los anteriores gobiernos, los llamados coloniales, neoliberales, vendepatrias, etc., era que hacían proyectos de personas y grupos para hacer crecer su poder económico y político. Entonces dijeron que la gran apuesta del MAS era generar un proyecto país, pero ahora resulta que se ha desnaturalizado por completo ese proceso y está terminando subalternizádolo al interés de una persona. Al decir yo obedezco al pueblo, la apuesta de Evo era hacer un proyecto país, no en beneficio personal o de un grupo, sino en beneficio de todos los bolivianos, para que se vaya consolidando más allá de Evo Morales.
¿Qué ha pasado para que se altere de esta forma el proyecto original del MAS?
Así como en física hay leyes absolutas, como la ley de la gravedad, en política, no parece, pero también las hay. El poder absoluto corrompe absolutamente. Quien lo detenta quiere perpetuarse en el poder, subordinar todo a ese crecimiento desmesurado, desproporcionado, ilimitado del poder. Una vez que estás en el poder, lo único que te interesa es enquistarte en el poder, hacer crecer al poder, la hegemonía, y ese poder absoluto se corrompe absolutamente, no en el sentido de robar, sino corrupción en el sentido de degradar la institucionalidad de un país, subordinando todas las instituciones al beneficio de un grupo hegemónico.
"Creo que habrá un importante voto
por el No, pero mi pronóstico es reservado”
Alarcón cree que, así como ocurrió con el reciente referendo por los estatutos autonómicos, la consulta sobre la reelección de febrero próximo registrará "un importante voto por el No”. Sin embargo, se muestra cauto sobre el resultado. "Yo tengo un pronóstico reservado”, dice.
"Para mí el rechazo a los estatutos autonómicos no se debió al contenido. El Presidente interpreta que la gente ya no quiere la autonomía. En mi criterio la mayoría de la gente votó por el No porque se sintió manipulada democráticamente en el procedimiento de la elaboración de los estatutos, vio que los hicieron a la mala, entre gallos y medianoche, detrás de bastidores y no le dieron la oportunidad de participar en el debate del contenido de los estatutos. El ciudadano se ha indignado por haber sido objeto de una manipulación llevado a las urnas, así como un dócil sujeto que va a votar lo que ellos quieran. Se indignó porque no fue parte activa del proceso de elaboración de los estatutos”, sostiene.
"Por la misma razón, yo creo que en febrero va a haber un importante voto por el No, pero yo diría que mi pronóstico es reservado”, afirma, a tiempo de lamentar que la ciudadanía no tenga oportunidad para participar en un debate "transparente, suficiente y plural”, debido a las fiestas de fin de año, y que haya sido convocado a las urnas en "el ch’aqui de Carnaval”.
"La reforma de la justicia sí es necesaria, no la de la reelección”
"Lo opuesto a la reforma para la reelección es la reforma judicial, con una gran diferencia. En el tema judicial hay consenso unánime, empezando por el presidente Morales.
Moros y cristianos estamos de acuerdo en que el sistema judicial emergente del voto popular ha sido un total y soberano fracaso, un rotundo fracaso”, dice Alarcón al referirse a la primera condición que a su juicio requiere cualquier cambio constitucional, la necesidad de la modificación.
"La reforma de la justicia es la gran necesidad que tiene Bolivia, pero resulta que en lugar de abocarnos a ello abrimos un proceso constituyente para otra cosa, la reelección presidencial, donde no hay ninguna necesidad y que a la larga será perjudicial para Bolivia”, sostiene el constitucionalista.
Alarcón insiste en que la legitimidad de una reforma constitucional radica en la necesidad del cambio y en "el debate maduro, democrático y plural” de su contenido, porque "no estamos cambiando una norma cualquiera, sino un artículo que establece una restricción dirigida a los actuales presidente y vicepresidente, una norma que establece una prohibición específica para ellos.