Ricardo Bajo H. - Cambio
"El proceso de cambio tiene posibilidades de salir de esta crisis y fortalecerse. Para ello cada uno de nosotros debe ser responsable, sentir que tiene un papel que cumplir". Así terminaba una de las últimas notas periodísticas que escribió el compañero, amigo y colega Antonio Peredo Leigue, el trinitario más paceño de Bolivia.
Internado hace varias semanas en la solidaria clínica de los compañeros cubanos en el sur de La Paz, en el barrio de Achumani, debido a una neumonía, Antonio batalló toda su vida, toda su muerte, conocedor siempre de que todos tenemos un papel que cumplir en los procesos de cambio, en las revoluciones que nos toca vivir.
Periodista infatigable desde la época del mítico semanario Aquí, junto a Lucho Espinal; querendón de su tierra beniana, generosa como ninguna al parir a esos combatientes del futuro, los hermanos Peredo, inseparables del Che Guevara; compañero de fórmula del actual presidente Evo en 2002, cuando pocos apostaban por la proyección de futuro y victoria; senador juicioso; apasionado por el tema minero y por una vida justa y digna para los trabajadores mina adentro; profesor de periodismo 'obsesionado' por la correcta escritura en el gremio; y especialmente un hombre sencillo, una persona buena, en el gigantesco sentido de la palabra, sin rencores, sin levantar nunca la voz, sin pedir jamás protagonismos estúpidos.
Dijo una vez el sabio chino Confucio: "Cuando veas a un hombre bueno, trata de imitarlo; cuando veas a un hombre malo, examínate a ti mismo". Trataremos, trataremos, Antonio, pero va a ser muy difícil ni siquiera imitarte. Honesto, íntegro, solidario, amigo de Cuba y Venezuela.
A punto de ser fusilado en los últimos coletazos de la dictadura de Franco, Juan Paredes, 'Txiki', dijo con valentía estremecedora delante de sus asesinos: "No vengan a llorarme, nunca estaré bajo tierra, soy viento de libertad". Hasta la victoria siempre, compañero Antonio, venceremos. Eres viento de libertad.