Entusiasmó a empresarios, ganó a la resistencia y selló inversión de $us 2.500 millones.
miércoles, 25 de septiembre de 2013
Harold Olmos / Santa Cruz
El presidente Evo Morales rigió los destinos del país desde Santa Cruz y, en menos de una semana, ganó un round decisivo de convivencia y acción común con empresarios de la región, el sector con el que tradicionalmente había tenido una relación adversa.
Vino, entusiasmó a los dirigentes empresariales y venció todo vestigio de resistencia al sellar compromisos de inversión por cerca de 2.500 millones de dólares en el departamento, entre ellos un proyecto hidroeléctrico cuyos orígenes se pierden en el tiempo: la presa de Rositas.
La obra de Rositas debe resultar del embalse del Río Grande al juntarse con el Rositas, en la provincia suroriental cruceña de Cordillera, para permitir irrigar miles de hectáreas que se incorporarían a la frontera agroindustrial. Junto a la amplitud de los beneficios potenciales, llamó la atención el volumen de la inversión, la mayor del Estado. No se escuchó, o por lo menos no se conoció, ninguna explicación de la obra ni una relación cuantitativa del monto calculado, cerca de 1.500 millones de dólares. Hace poco más de un año, un estudio de la Empresa Nacional de Electricidad estimaba el costo de la obra en la mitad (746 millones de dólares).
Con el financiamiento de China, algunos de cuyos detalles (interés y amortización) aún son desconocidos, Rositas sería entregada en seis años. No hay una actualización oficial de los datos básicos, pero el año pasado se estimaba que la hidroeléctrica tendría una producción de 400 megavatios generados en cuatro turbinas. Ese volumen es algo más de un tercio de la capacidad instalada total (1,4 gigavatios) con que contaba el país en 2006. Para efectos de comparación, la capacidad de Itaipú, la mayor presa hidroeléctrica del hemisferio, compartida sobre la frontera entre Brasil y Paraguay, es diez veces mayor, pero con 20 turbinas.
En el ramo de ofertas del Presidente para la fecha cívica cruceña también se destacaba el retorno del proyecto Mutún, el gigante dormido que, tras la ruptura accidentada con la empresa india Jindal, quedó como una megaesperanza para el país, especialmente para Puerto Suárez y todo el sureste boliviano. "No me he olvidado”, dijo en uno de sus discursos. Como garantía a favor de la obra, anunció la construcción de una ferrovía para unir el Mutún con Puerto Busch y dejar expedito el trayecto del hierro rumbo a Argentina.
No quedó clara la fuente de energía para llevar adelante el proyecto. Con la Jindal se planeaba utilizar el gas natural, pero en las condiciones en que se encuentra el nivel de reservas, aquél era un proyecto sin destino.
Un reciente informe de la Fundación Milenio decía que el país tiene gas suficiente para cubrir su (creciente) demanda interna actual y los compromisos vigentes con Brasil y Argentina durante los próximos 15 años. Un volumen como el que se requería para el proyecto Mutún habría equivalido a reducir la vida del gas en unos tres años. El cálculo de Milenio se basaba en los niveles de producción hasta 2011, antes de la ejecución del proyecto de urea y amoniaco de Bulo Bulo, que forzará mayor presión en los campos actuales. Un 80% de la producción que generará esa planta (844 millones de dólares de inversión) sería exportado a Brasil y Argentina, en un viaje de cientos de kilómetros hasta la frontera.
Cerca del final de la visita hubo una perla informativa: las elecciones generales serán en octubre de 2014. Con tres meses de una de las más bulliciosas controversias sobre los resultados de censo nacional alguno en el mundo, los anuncios del Presidente contenían un mensaje: como departamento que en población le está pisando los talones a La Paz y con su capital como la ciudad boliviana más poblada, Santa Cruz pesa demasiado para desatenderla.
*Ésta nota fue tomada del matutino Página Siete del 25 de este mes.