Gualberto Cusi, símbolo de nuestras contradicciones

Rafael Puente

El proceso que la Asamblea Legislativa le está siguiendo a Gualberto Cusi —y a otras dos magistradas del Tribunal Constitucional— ha puesto sobre el tapete el problema de la separación de poderes. Es posible que la actuación de la Asamblea Legislativa tenga bases legales, pero eso sólo significaría que nuestras leyes son incongruentes (y eso sería precisamente responsabilidad de la mencionada Asamblea). Porque en lógica política no tiene sentido que un poder del estado —en este caso la Asamblea Legislativa— pueda hacer lo que le dé la gana, hasta el extremo de procesar y sancionar a otro poder —en este caso el Tribunal Constitucional—, que es el que tiene el papel de controlarlo, y eso simplemente porque lo ha contrariado (porque daño al estado o a la sociedad es claro que no se ha producido, al menos no con la famosa ley del Notariado, tanto menos cuanto que el Tribunal ya la ha declarado constitucional).

Lo que está claro es que nos encontramos ante un caso de abuso de poder, y que pareciera tiene como objeto principal la destitución, anulación y castigo de un magistrado indígena que viene a simbolizar las contradicciones del actual proceso. A don Gualberto Cusi no lo conocíamos, nos lo presentaron en las listas oficiales (u oficialistas, en este caso no hay diferencia) de candidatos a las magistraturas que teníamos que elegir (sin opción de conocer a dichos candidatos, y por supuesto sin opción de proponer otros).

El hecho es que, entre los nuevos magistrados y magistradas elegidos, muy pronto destaca la personalidad de Gualberto Cusi, un inteligente profesional aymara que está a la altura de sus nuevas funciones y que a la vez resulta desconcertante por su identidad cultural. ¿No recuerdan ustedes el escándalo que causó cuando dijo que antes de tomar una decisión haría una lectura en coca? (Por cierto, frente a las críticas hipócritas de la derecha, Rafael Bautista comentó muy lúcidamente que si el magistrado hubiera dicho que “se iba a encomendar a Dios” a todo el mundo le hubiera parecido muy natural…)

Poco a poco el nuevo Tribunal fue tomando decisiones sorprendentemente independientes, que de por sí molestaban al Órgano Ejecutivo —acostumbrado al sometimiento general de todos los órganos—, pero que resultaban doblemente molestas cuando las explicaba el magistrado Cusi, con su estilo lúcido y sereno. Y ahora viene el momento de la revancha, revancha —y advertencia— contra el Tribunal, pero especialmente revancha contra Gualberto Cusi, y eso además en un momento en que él se encuentra peligrosamente enfermo (por eso les ha dicho al Presidente y al Vicepresidente que lo están matando, ya que en esas circunstancias lo dejan sin seguro de salud).

Las conclusiones que se derivan de estos hechos son tristes. La primera la expresó el propio Cusi cuando dijo que estaba decepcionado de los indígenas (de su increíble capacidad de sometimiento después de una tan larga historia de rebeldía y de reafirmación de sus identidades). La segunda es que el sistema de Justicia, históricamente colonial e inepto en nuestro país, parece no tener solución; en su último programa de gobierno el MAS —coincidiendo con los demás partidos— anunciaba la reforma de la Justicia; semejante anuncio, cuando se supone que la Justicia había sido ya objeto de reforma radical, sólo podía entenderse como un reconocimiento de que dicha reforma había sido un fracaso; sin embargo este proceso —y la defenestración de Cusi, que ya tiene sustituto, qué rapidez— nos permite sospechar que la nueva reforma de la Justicia apuntará a su mayor sometimiento, por tanto a una nueva y generalizada frustración. La tercera conclusión es que estamos perdiendo el respeto por las personas (y sus circunstancias, que son parte de ellas).

Compañero Gualberto Cusi: Le agradecemos sus enseñanzas y su coraje, y lamentamos que le haya tocado simbolizar nuestras largas contradicciones. Esperemos que su sacrificio no haya sido inútil.