Flecha yurakaré
Alejandro Almaraz*
Miércoles, 12 de marzo de 2014
Los llanos sobre los que se extiende el territorio del Beni desde siempre experimentan inundaciones estacionales importantes. Si bien parece no recordarse una tan grande y devastadora como la que todavía persiste en estos momentos, las inundaciones tienen una recurrencia tan antigua e invariable que constituyen una característica básica de la formación natural de esas selvas y pampas tropicales.
Ante esta insoslayable condición natural, perfectamente conocida en el país, particularmente en Beni, cuesta entender la casi total falta de previsiones que salven a la población beniana de penurias tan graves como las que está sufriendo en estos días.
Cuesta aún más si se considera que durante algo más de mil años, aproximadamente hasta el siglo XII de nuestra era, hubo quienes no sólo previnieron los efectos destructivos de las inundaciones estacionales de esas tierras, sino que al hacerlo las aprovecharon para obtener una enorme producción alimentaria, además sin destruir los ecosistemas.
Se trata, en efecto, de la cultura mojos, que con gran capacidad científica desarrolló un extenso sistema hidráulico básicamente estructurado por canales y lagunas artificiales construidas en las sabanas, por el que se canalizaban los desbordes anuales de los ríos.
Con las aguas canalizadas irrigaban diversos cultivos agrícolas en grandes superficies. Las estimaciones científicas sobre la magnitud de aquella producción agrícola han suscitado un misterio que hasta hoy les quita el sueño a los arqueólogos, pues éstos no logran explicarse para quién aquellos antiguos mojeños producían tanto alimento, en mucho excesivo para su población de varios millones de personas.
Pero la cultura mojos, y su tecnología que transformaba la destrucción y el desastre en producción y bienestar, ha sido siempre ignorada o desdeñada por la cultura colonial y nunca el Estado o los sectores dominantes de la sociedad hicieron amago alguno de replicarla, ni siquiera ante la desgarradora devastación que producen inundaciones, como la de este año que, pudiendo ser la mayor en mucho tiempo, ha estado precedida de otras frecuentes que causaron daños no mucho menores.
Hay varias razones para ello, empezando por la obvia que alude a la crónica imposibilidad de inversión en las proporciones requeridas para reconstruir o siquiera rehabilitar parcialmente el sistema hidráulico de Mojos.
No obstante, corresponde preguntarse si tales costos no son menores y preferibles a las enormes pérdidas humanas y económicas, incluyendo los grandes impedimentos para el desarrollo y la producción, que las inundaciones sin control han acumulado hasta el presente sobre casi toda la población beniana.
La razón de fondo para que el Estado boliviano no se interese por replicar, en alguna forma y medida, la tecnología hidráulica de Mojos radica en su difícil compatibilidad con el sistema colonial de producción y apropiación territorial, fuertemente centrado en la expansión vacuna y secundariamente complementado con la intervención estrictamente extractiva de los bosques.
Así, la ganadería extensiva y exclusivamente dedicada a la producción de carne se ha constituido en el principal rubro productivo de la región, insumiendo la mayor parte de la inversión y el esfuerzo productivo regional, ocupando casi toda la superficie de pampas y, de modo creciente, expandiéndose a expensas de los ricos bosques de la región.
A cambio, esta obsoleta ganadería de conquista ha mantenido hasta ahora en la pobreza a la gran mayoría de los benianos y ha privado al departamento de alternativas de producción y desarrollo, sin que, por lo demás, su aporte a la seguridad alimentaria de la población merezca preservarse, pues a partir de los últimos conocimientos científicos aplicados a la búsqueda de una alimentación más sana y nutritiva, existe una marcada y creciente tendencia mundial a suprimir o disminuir drásticamente el consumo de carne roja.
En el ánimo de una prevención definitiva de los estragos causados por las inundaciones, y de la búsqueda de nuevas perspectivas productivas para el Beni, sería adecuado que el Estado por lo menos estudie las posibilidades de rescatar las soluciones dadas por los antiguos y sabios mojeños.
Ahora, hay para ello disponibilidades sociales y financieras que antes no existían, pero claro, se necesitaría un gobierno con algún sentido descolonizador y con algún impulso transformador de la realidad productiva. Nada podemos esperar al respecto de un Gobierno que agota sus respuestas en aumentar vacas y desmontes para ellas, o mejor dicho, para los terratenientes dueños de las vacas y las pampas benianas.
*Abogado y ex viceministro de Tierras.