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Reflexiones después de la marcha de todos

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Alcides Parejas Moreno

Moros y cristianos estamos de acuerdo a la hora de afirmar que la marcha en defensa del TIPNIS, la marcha de todos, ha marcado un quiebre en la historia del país, que ya no será el mismo. Esta marcha, que sin duda alguna ha cumplido su objetivo, nos ha obligado, a moros y cristianos, a reflexionar sobre nosotros mismos. Después de mirarnos una vez más en el espejo estoy seguro de que lo que hemos visto no nos ha gustado. Mientras que algunos hemos tratado de hacer una reflexión objetiva, otros han seguido los pasos de la bruja malvada del cuento que preguntaba al espejo quién era la más bella y se enojaba cuando le contestaba que Blancanieves.

Gracias a la tecnología se ha podido seguir casi paso a paso el proceso de la “negociación” que hicieron los marchistas con el gobierno. Si este proceso solamente lo hubiéramos seguido a través de la prensa escrita, no tendríamos el panorama real de lo acontecido. Gracias a la televisión todos los ciudadanos hemos sido testigos del estado de ánimo del presidente Morales en este proceso. En todo momento su cara mostraba ira contenida, que en muchas ocasiones se manifestaba también en palabras, a las que quería dar tono sarcástico, pero que se notaba estaban impregnadas de odio.

Cuando veía en la pantalla al presidente Morales en el patio del palacio de gobierno vestido con una de las chaquetas diseñadas por una afamada modista, comprendí lo que en más de una ocasión me ha comentado mi buen amigo Ruber Carvalho con respecto a los trajes militares. Ruber me informó que Engels dice que el uniforme militar tiene la función de enaltecer la imagen física. Esta afirmación se comprueba fácilmente cuando vemos la fascinación que tienen los trajes militares en todos los tiempos y en todas las culturas, sobre todo los dictadores ya sean militares o civiles. Hace poco ha dado cuenta la prensa internacional de los tres mil cuatrocientos uniformes con los que contaba Gadaffi. En el caso de Evo Morales la cosa está muy clara. No dio resultado la imagen del presidente con una simple chompa, por lo que —siguiendo a Engels— se recurrió a un uniforme paramilitar. La modista se lució, pues es un saco sentador con cuello sin solapas que, sin lugar a dudas estiliza el cuello. Es más, este uniforme sólo es usado por el presidente y, en algunas ocasiones, por el canciller, pero con menos adornos.

De la misma forma todos los ciudadanos pudimos ver en pantalla al vicepresidente García ejerciendo de presidente del congreso en un “improvisado” discurso antes de pedir la votación por la “ley corta”. Vestido al estilo “alvarogarcía” (fina chaqueta y camisa de marca con cuello abierto) hizo unas consideraciones sobre el TIPNIS que sin disimulo alguno estaban llenas de odio. Dijo que el parque no era tan virgen como nos habían hecho creer los marchistas, pues está infectado de madereros, agencias de turismos y un largo etcétera que lo convierten en una especie de quilombo. Lo que olvidó mencionar el vicepresidente del Estado Plurinacional en su larga perorata es que ese parque había sido violado por los cocaleros y sobre todo por los carteles internacionales del narcotráfico. ¿O es acaso que la muerte del policía cochabambino fue a causa de un accidente laboral?

Pero también gracias a la magia de la televisión los ciudadanos pudimos ver a los dirigentes de la marcha que hablaban con palabras claras y transparentes; que hablaban sin pelos en la lengua para denunciar abusos y discursos mentirosos, pero sin odios; que no sólo pedían sino que exigían que se respeten sus derechos; que no se escudaban en nadie a la hora de responsabilizarse de sus acciones; que echaron por tierra el cuento del presidente Morales que decía que cuando él era niño no lo dejaban entrar en la plaza Murillo.

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