De sábado a sábado 497
Ni Cuba ni Venezuela se repetirán en Bolivia
Remberto Cárdenas Morales*
En unos lugares más que en otros de nuestro país, diversos compatriotas siguen con su perorata: no queremos que Bolivia sea otra Cuba u otra Venezuela, dicen. Y lo culpan al régimen caído, por la fuerza de la masa, de haber allanado el camino para que aquí, en esta tierra en la que cayó el Che, se habría intentado aquella otra Cuba y la otra Venezuela, con el “socialismo del siglo XXI” como supuesto sustento ideológico y político.
En primer lugar, los revolucionarios y antiimperialistas de verdad deben (y debemos) librar una campaña sostenida para demostrar que esa otra Cuba o esa otra Venezuela, en Bolivia, son imposibles.
Un soporte teórico es lo dicho por Marx: Los hechos una vez ocurren como tragedia y se repiten como comedia. Los ejemplos demostrativos en el mundo son muchos.
La Comuna de París (1871), la primera dictadura del proletariado que duró días, fue derrotada, entre otras cosas, porque al solo de los obreros faltó el dúo de los campesinos (la alianza obrero-campesina) de acuerdo al mismo Marx.
Esa Comuna de Paris, otros revolucionarios trataron de reproducir, calcarla tal cual, sin conseguirlo. En Alemania, cuando menos optaron por el nombre: se llamaron Comuna o Comuneros.
Luego del triunfo de la Revolución Rusa de 1917, con los soviet o consejos como órganos de poder, en Hungría, los revolucionarios de ese país se propusieron impulsar la revolución de los consejos, búsqueda que fracasó porque fue una comedia o tongo, respecto de la tragedia o revolución victoriosa, como fue la Revolución Bolchevique.
Transcurriendo el tiempo, tuvieron lugar tres reformas agrarias burguesas en Latinoamérica y el Caribe: la de México, como parte de la Revolución Mexicana de 1910; la de Guatemala, con Jacobo Arbenz (1953), y la de la Revolución Nacional de 1952, en Bolivia. Esos procesos se caracterizaron por la afectación de latifundios feudales y la distribución de tierras a campesinos (y no campesinos) a título gratuito.
En México se respetaron los ejidos, propiedad colectiva sobre la tierra, en tanto que en Bolivia las comunidades indígenas fueron “suprimidas” en el siglo XIX y restituidas, sólo parcialmente, antes de la llamada Revolución Nacional.
Esos procesos que reformaron la tenencia de la tierra agropecuaria, tuvieron un denominador común y, asimismo, diferencias notorias.
Luego de la victoria de la Revolución Cubana (1959), irrumpieron “focos” guerrilleros, a imagen y semejanza de lo ocurrido en la Isla indómita, en Venezuela, Perú, Guatemala y ensayos fallidos en Argentina y otra vez en Perú.
El Che planteó organizar uno, dos, tres Vietnam en Suramérica. Y convertir a la Cordillera de los Andes, en una Sierra Maestra, semejante a la de Cuba. Ese planteamiento debe entenderse como un despliegue teórico que apuntaba hacia el tránsito de la revolución continental, como una vía de la liberación de los países y de los pueblos de la región latinoamericana y caribeños.
La guerrilla que él comandó en Ñancahuazú debe comprenderse como una avanzada-episodio de la revolución propuesta por el Comandante de América.
Los años 70 del siglo XX en Nuestra América o Patria Grande, surgió la Revolución Chilena o La Vía no armada de la revolución —interrumpida por el golpe sangriento impuesto por Pinochet— la que fue precedida de regímenes “progresistas” en esta parte del mundo, distintos al actual progresismo en decadencia.
En ese tiempo, Revolucionarios latinoamericanos insistieron en buscar la resolución de la cuestión del poder o la conquista del poder popular mediante elecciones, las que demostraron que no son el mejor camino para la conquista del poder para la liberación, lo que es verificable hasta ahora.
Como un remedo fugaz de lo que sucedió en nuestro país, en Chile de Allende y Neruda, el otrora exdirigente de los asalariados mineros bolivianos, Filemón Escóbar, “instaló” una Asamblea del Pueblo en la Universidad de Concepción, al sur chileno, como la que funcionó en Bolivia. La de la “U” de Concepción, en 1971, fue una burda copia que duró días.
Recordemos, también, que el caudillo Morales, actualmente itinerante, proclamó que él quería “urnas y no armas”. Por supuesto que no se debió esperar que las elecciones de las que habló Morales serían fraudulentas, la única forma que tuvo de “ganar” las elecciones el exPresidente autoritario de Bolivia.
El itinerario, resumido en esta nota, da cuenta, básicamente, de que es imposible que se repita una revolución verdadera y triunfante, incluso que también es imposible que se reedite una revolución derrotada, en sus más diversas expresiones.
En el campo del pueblo, los que compartamos los puntos de vista precedentes debemos sentirnos convocados a sostener una campaña destinada a demostrar que en Bolivia no se repetirán ni la Revolución Cubana ni la Revolución Bolivariana de Venezuela.
Por tanto, dicen mentiras los que, sobre todo este último tiempo, aseguran que se buscó aquella “repetición” de las dos revoluciones citadas.
Esos pregoneros de aquella repetición imposible, tienen tal planteamiento, inducidos o autoconvencidos, por miedo al comunismo y/o por una furia anticomunista, a la que se debe enfrentar de manera resuelta.
Asimismo, respaldados en un acierto de Fidel Castro, es posible afirmar que habrá una nueva Bolivia y no habrá ni una nueva Cuba ni una nueva Venezuela.
Por su parte, el líder cubano respondió, hace tiempo, que se construiría una nueva Nicaragua y no surgiría una nueva Cuba en la patria de Sandino. Ahora, pocos aceptan que haya una nueva Nicaragua, así como se asegura que en el país centroamericano no hay sandinismo, que allí hay “danielismo”, por Daniel Ortega.
Sin embargo, la afirmación de Fidel sigue válida para nosotros bolivianos, latinoamericanos y caribeños, por lo que reafirmamos que en Bolivia no habrá una nueva Cuba ni una nueva Venezuela.
Aquí construiremos una nueva Bolivia, sin explotados y sin oprimidos.
*Periodista