De sábado a sábado (284)
Remberto Cárdenas Morales*
Proponemos una convergencia de los bolivianos, la unidad en la acción para auxiliar a nuestros vecinos, compañeros de trabajo y de viaje, agricultores, a todos los que enfrentan las inundaciones y las consecuencias de éstas.
Esa unión no debe ser decidida con discusiones largas a las que estamos mal acostumbrados. La urgencia de esa ayuda nos convoca a que nos apuremos porque ese apoyo a los damnificados, realmente, no espera más de lo esperado.
Además, la solidaridad con nuestros compatriotas no debe ser con lo que nos sobra sino con lo que tengamos, así sea poco, porque los que menos tienen, entre nosotros, son con frecuencia los más solidarios, lo que es mucho más meritorio, aunque de la ayuda que entreguemos no debemos esperar réditos de ningún tipo porque tendría que bastarnos la satisfacción por el deber cumplido.
Esa misión, que debemos asumir sin ceder ante ninguna orden ni para satisfacer intereses mezquinos, no acabará cuando bajen las aguas. En ese momento la ayuda, a nuestros hermanos y hermanas, será para enfrentar las consecuencias de las furiosas riadas: la evaluación de los daños, la recuperación de los suelos, la reposición de las semillas, la reubicación de los damnificados o el retorno a su hábitat abandonado, la rehabilitación de las escuelas y centros de salud, la atención de los enfermos, la restitución del trabajo perdido por los que en muchos casos han perdido lo que tenían, la nueva crianza de animales…
Los bolivianos tenemos una gigantesca tarea la que tendríamos que emprender cuando menos con una coordinación mínima.
Como no sucede estos días, debemos buscar la unidad plurinacional para ayudar a los damnificados por las inundaciones, para enfrentar sus consecuencias y para proponer y aprobar acciones destinadas a la prevención de esos desastres. Hablamos de una convergencia y/o de la unidad plurinacional: de gobernantes (gobierno central y gobernaciones), militares y policías, munícipes, comunarios, ONG, iglesias (todas las que se sumen a una labor terrenal que también es suya), empresarios, universitarios (incluidos los de las casas privadas de estudio), trabajadores citadinos y los de campamentos mineros y petroleros, campesinos que viven fuera de los desastres, voluntarios de la Cruz Roja y del grupo de voluntarios SAR-Bolivia, de profesionales y técnicos… Hablamos de esa unidad para mostrar que todos los bolivianos algo o mucho podemos hacer frente a los desastres, allí donde la naturaleza se desborda y también en el lugar en el que trabajamos y vivimos.
Tal la dimensión de los desbordes de las aguas y sus secuelas que las reservas, del gobierno y del Estado, dicen que se agotan o son insuficientes. Merman alimentos y vituallas en un momento en el cual en Beni, Santa Cruz, Cochabamba, La Paz, Chuquisaca, entre otros, siguen creciendo las aguas y la amenaza es una mayor crecida de los ríos y de un mayor desborde de éstos, de acuerdo a informes responsables que, confiamos también, no tienen la intención de alarmarnos irresponsablemente.
Se debe evitar —los gobernantes tienen la oportunidad de dar el ejemplo— la búsqueda de réditos políticos e incluso materiales, de la desgracia de los bolivianos que pierden vidas humanas, siembras, animales, casas, tierras y otros bienes.
Sobre todo los gobernantes deben evitar actos públicos en los que entregan agua, víveres, vestido, medicinas y otros, como si se tratara de un obsequio suyo y de candidatos en tiempos electorales, y como si los bienes que se entregan y los servicios que se disponen no fueran de propiedad de los bolivianos, comprados con nuestro dinero.
Otros candidatos que también han enviado comida, ropa, medicinas y más para los damnificados, como en competencia, difunden que lo hacen y se disponen para la foto o para las imágenes que muestra y oculta la televisión. Un empresario-candidato se encarga de avisar, en voz alta, que ayuda a los damnificados con miras electorales, mejor dicho, electoreras. Ese tipo de actitudes, muy altoperuanas se decía antes, se tienen que evitar incluso por respeto a las víctimas de los desastres no tan naturales.
Deben evitarse también llamados implícitos y explícitos a la calma, pero con medias verdades que incluso configuran mentiras. Ejemplo: la ministra Morales, que debiera ocuparse de su trabajo, que no debe ser distendido, para lo que fue nombrada, en vez de señalar que como son un millón las hectáreas de tierras cultivadas en Bolivia, los daños ocasionados por las inundaciones, son marginales y que, por tanto, no habrá ni escasez de alimentos ni éstos subirán de precio. Eso dijo esa funcionaria pública cuando los ganaderos decidieron subir el precio de la carne en Bs1, en Bs2 o en más, por kilo, debido a las inundaciones y porque tienen que exportar ese producto a otros países, compromisos que no deben incumplir, dijeron empresarios. Además, como para poner en mayor evidencia el desatino de esa Ministra, se informa que son 42.000 las cabezas de ganado están en peligro y que 10.000 vacunos han muerto por las aguas desbordadas. Y un Viceministro —que el año pasado nos aconsejó que esperemos hasta marzo de este año para que baje el precio de la papa— con un optimismo, al parecer fingido, dijo también que no hay razones para que suban los precios de los productos agropecuarios.
Con seguridad de que ahora las autoridades competentes, con el apoyo ciudadano posible, deben cuantificar las pérdidas, evaluar el desastre y, entre las recomendaciones, proponer medidas preventivas. En esas delicadas tareas tienen que abstenerse de ligerezas al estilo de la citada Ministra y de ese Viceministro que se nota que desconoce su oficio o que recurren a la difusión de mentiras que nada tienen de piadosas.
Dos apuntes finales: Funcionarios de la que fue Superintendencia de Recursos Naturales Renovables, durante el primer mandado del presidente Morales, en un seminario realizado en Cobija (Pando), establecieron que las represas que se instalaban en el río Madera, en Brasil, iban a provocar la mortandad de 400 especies de peces de peces de las 700 que existen, que provocarían deforestación e inundaciones, enfermedades, degradación y/o pérdida de suelos…
El dirigente del TIPNIS, Fernando Vargas, al tiempo de informar que auxiliaban a los pobladores de esa reserva natural y territorio indígena, que también se cuentan entre los afectados por los desbordes de los ríos, señaló que esos desastres se deben a que por la deforestación, sin tasa ni medida de los bosques, los ríos han perdido sus defensivos naturales que en otro tiempo evitaban los desbordes o cuando menos amortiguaban su fuerza destructora. Ese dirigente culpó a los colonizadores de los desmontes y propuso que los gobernantes, nacionales y/o locales, coordinen acciones con otras instituciones y pueblos, destinadas a recuperar los bosques perdidos y los suelos ahora inundados.
Apoyados en lo dicho en esta nota, el auxilio a los damnificados ojalá se convierta en una causa plurinacional de la que participemos todos y de la que ganemos todos, a condición de que la ayuda sea para enfrentar las inundaciones, sus consecuencias y al menos para sugerir medidas preventivas, que se deben tomar antes del próximo desborde de los caudalosos ríos de esta patria nuestra, esta vez desgarrada por un desastre no tan natural.
La Paz, 8 de febrero de 2014.
*Periodista