De sábado a sábado (275)
Remberto Cárdenas Morales*
La crisis de la UMSA se manifiesta de las más diversas formas y afecta funciones esenciales de esa casa de estudios. Las nuevas autoridades electas, ante esa nada reciente constatación, ofrecen cambios estructurales para remontarla.
Una puntualización respecto de esa crisis es necesaria: Huáscar Cajías, un destacado docente universitario, criminólogo y periodista, sobre un momento de la crisis de la UMSA señaló, acertadamente creemos, que no había que alarmarse ante ese fenómeno, pero que debía ser enfrentado con resolución y sin dilaciones. Ahora se podría decir, según una teoría en boga, que esa crisis es una oportunidad.
Esa crisis —lo decimos sumariamente— se evidencia en las dificultades que se tuvo que vencer para llegar al proceso electoral que concluyó, el 26 de este mes; asimismo, en el ausentismo electoral de más de la mitad de los electores, docentes y estudiantes; en la ausencia de una FUL durante más de 10 años porque los estudiantes no alcanzan consenso para elegirla; en la permanencia de una planta docente cuyos miembros sólo son sustituidos por jubilación, muerte o exclusión previo proceso; en la formación de profesionales para el mercado capitalista existente, sin soslayar la necesidad de que, en las mismas aulas, se modele una intelectualidad popular (los intelectuales orgánicos, según Gramsci); en la limitada investigación científica que carece de recursos materiales y humanos suficientes; en una interacción que, a pesar de los recursos del Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH), que deben financiarla, es una deuda universitaria con el pueblo que es el trabaja para sostener la educación superior autónoma.
Pasa bastante tiempo que la abstención de los electores de la UMSA es o debe ser preocupante. En las últimas elecciones los ausentes fueron más de la mitad, por lo que no se debe ocultar que las nuevas autoridades han sido elegidas por la minoría de docentes y estudiantes, no obstante de que se dispuso, desde el Comité Electoral, descuentos salariales a los catedráticos y la suspensión temporal de trámites de los universitarios abstencionistas.
Sensiblemente ese dato, que dice mucho por sí mismo, pocas veces se menciona y nunca se busca al menos disminuir realmente su impacto. Aunque ese ausentismo merece una averiguación, para nosotros muestra que la forma de elección es la que se desacredita, especialmente ante los sectores avanzados de la población universitaria que se niega a concurrir a unos comicios en los que los docentes gozan de privilegios el momento de votar: cada uno de esos votos representa a 50 ó más estudiantes, es el cuestionado voto ponderado que es menos democrático que la elección de los denominados claustros universitarios: cuerpos colegiados docente-estudiantiles con mandato para elegir autoridades, cada quien con un voto.
A propósito de una elección de veras democrática, cabe recordar que en ese tiempo de la “revolución universitaria” de 1970, Pablo Ramos Sánchez, fue elegido rector de la UMSA por una asamblea docente-estudiantil y por consenso. Sólo después el Consejo Universitario, que recibió mandato, de docentes y de estudiantes, refrendó esa elección novedosa porque una Asamblea Docente-Estudiantil es la máxima autoridad universitaria entre los congresos, aunque la universidad paceña realizó sólo un congreso, en tanto que la Universidad Boliviana efectuó varios.
Lo menos que se debe admitir es que la actual forma de elección en la UMSA, mediante el voto ponderado, es antidemocrática, por lo que se tienen que cambiar por otra que evite el voto privilegiado de los docentes porque imprescindiblemente son y serán menos que los estudiantes en una casa de estudios superiores; además, es el sector más conservador de la comunidad universitaria y que resiste los cambios avanzados.
El concepto de la escuela-trabajo de Marx debe materializarse en un proceso de reformas avanzadas o de “revolución” universitaria si esta palabra explica mejor la radicalidad que deben cobrar esas transformaciones. Dicho de otra forma: la teoría y la práctica deben caminar juntas en la UMSA, aunque como dice una periodista chilena “cuan práctica es la teoría”. La enseñanza de Lenin de que no hay práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria, tendría que guiar los cambios en la más importante Alma Mater del país, para que aquéllos sean verdaderos. Decir, como lo hizo el Rector electo, que organizarán una universidad del siglo XXI es apenas sonoro, aunque debemos recoger el mensaje transformador de ese dicho que, sin embargo, debe traducirse en hechos tangibles y prontos.
Sobre la investigación científica —una de las tareas esenciales de toda universidad— nos apoyamos en lo dicho por un médico y docente de la Universidad de Chile: especialmente en nuestros países y pueblos, la ciencia es subversiva, de acuerdo al psiquiatra Enrique París, asesinado en una de las cámaras de tortura de Pinochet. Investigación científica que antes sólo la emprendía, en La Paz, la UMSA y que, ahora, en ciencias sociales son ONG las que lo hacen más que aquélla. Sobre la ausencia de la investigación, como reconocimiento y descubrimiento de un nuevo conocimiento, basta un ejemplo conocido en Ciencias Puras de la UMSA (unidad académica en la que se investiga más que en otros centros): mientras universidades brasileñas, hace unos cinco años, consiguieron que 1.500 profesionales realicen cursos de posgrado en biología, en universidades estadounidenses, europeas y japonesas, las universidades bolivianas, la UMSA en particular, no lograron que ninguno de los profesionales formados en sus aulas realice estudios similares.
El dinero del IDH, que las universidades deben destinar para las tres “I” (investigación, infraestructura e interacción), debe gastarse todo, bien y muy bien, para evitar reversiones.
Citamos un ejemplo: como una realización del taller vertical síntesis, modelo académico de la Universidad de Córdoba (Argentina), traído en buena hora a la UMSA y, específicamente, a la facultad de Arquitectura, egresados de esa unidad académica con un docente de talleres, trabajaron un tiempo con los urus: allí los académicos enseñaron y aprendieron durante la refacción y/o construcción de viviendas para ese antiguo pueblo indígena, amenazado con despojo de su territorio ancestral e incluso con la extinción o etnocidio.
La UMSA, además, firmó convenios con universidades de Suecia los que aseguran el intercambio de docentes que tanta falta nos hace, sin duda alguna.
Sumadas las fuerzas de las nuevas autoridades de la UMSA, la de docentes y estudiantes, desde arriba y desde abajo —imposible una mejor combinación que ésa— deben impulsarse las transformaciones con un programa avanzado, con ideas revolucionarias, con Unidad Universitaria en la acción y en tareas estratégicas, con apoyo del pueblo como cuestión igualmente decisiva.
Esas transformaciones, asimismo, deben tener como norte convertir a la UMSA en un frente cultural, en una de las fuerzas motrices de una verdadera revolución liberadora y socialista en Bolivia.
Retomamos una idea de una nota anterior publicada en este espacio de los sábados: las transformaciones que requiere la UMSA, sin más postergaciones, deben contraponerse a una probable administración de la crisis, la que alcanzaría sólo para sobrevivir en la mediocridad.
La Paz, 30 de noviembre de 2013.
*Periodista