La verdad aplasta a la impostura

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Manuel Gonzales Callaú

La situación en Bolivia tras la renuncia de Evo Morales gracias a la presión popular, parece no amainar, más aún, al evidenciar que el que se cree eterno presidente ha reactivado sus grupos de choque y sus amenazas para convulsionar el país.

¿Qué se puede esperar de esa persona, de Morales, que nunca cumplió ni cumple su palabra? Para el ex gobernante es normal quebrantar sus promesas, éstas hayan sido hechas sobre la sagrada hoja de coca o sobre la tutela de los achachilas representados en las montañas que rodean los terruños o sobre la cruz cristiana que en los inicios de su régimen fue despreciada, pero que en el último tiempo la desempolvó solo para ganar votos y aparentar su supuesto catolicismo.

Desgraciadamente todo lo peor se puede esperar de los derrocados, porque nunca actuaron con honradez. Su accionar con mentiras fue para convencer a incautos, a partidarios que con el tiempo no fueron capaces de discernir lo real de lo discursivo, los que se convirtieron con el tiempo en dogmáticos que aplaudieron y siguen aplaudiendo los dislates del tirano, con tal de gozar de los privilegios como serviles.

¿Cuánto más podremos aguantar esta situación si sus disminuidos adherentes siguen destilando odio y propagando siniestros rumores con tal de generar miedo que les permita atemorizar a la población para que saquen la conclusión de que en tiempos del tirano había tranquilidad?

Debemos armarnos de valor y no bajar la guardia para vencer al miedo al que nos tenían acostumbrados. Debemos desenmascarar día a día a los impostores y sus imposturas, con la verdad documentada, para que no vuelvan los depuestos y otros similares a copar el Estado con el falso argumento de que el pueblo los eligió y tienen derecho a hacer lo que les venga en gana.

Es tiempo de sacudirnos de falsos líderes, de mesiánicos caudillos; es tiempo de recuperar nuestra libertad.