Morales dice que le robaron su victoria electoral con lo que quiere tapar las “irregularidades” del 20 de octubre

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Editorial de Aquí 291

Como los Nazis o agentes de la CIA o de acuerdo a su comportamiento de más de 13 años, Evo Morales, difunde que la OEA le robó su victoria electoral del 20 de octubre pasado.

Según él, junto al golpe de estado en su contra, aquel organismo internacional consumó en su contra lo que denomina un fraude electoral.

Ese organismo latinoamericano y caribeño, en su informe final de auditoria, afirma que los cómputos de las elecciones del 20 de octubre, sufrieron una “manipulación dolosa”.

De esa auditoría, que la pidió Morales con carácter vinculante u obligatorio, han participado más de 30 expertos de varios países latinoamericanos.

La versión del exPresidente— que el informe de la OEA es mentiroso—, circula en redes sociales y sirve de explicación a masistas y a sus amigos fuera de Bolivia, así como a los exgobernantes y a Morales, sobre todo. Y lo que éste dice sobre el supuesto fraude de la OEA en su prejuicio, es una mentira suya nada original, aunque como la propaga el exgobernante quizá la cree la tercera parte de los electores bolivianos. Tercera parte o menos y no la mitad del país, como dicen repetidores de un libreto, con variaciones del castellano y nada más.

El aparente golpe de estado en contra de Morales y su gobierno, probablemente, siga en pie mucho tiempo, como sucede con otros golpes de estado ocurridos en nuestro país: el de “Todos los Santos” es un ejemplo. Aquel golpe sangriento, que acabó con el gobierno interino de Walter Guevara Arze, para pocos bolivianos fue un “pronunciamiento militar” y no un golpe de estado. Éste fue derrotado por una huelga política, sobre el que sobrevive un debate de escasa importancia.

No modifica la realidad el parloteo de Evo Morales, sobre el inexistente golpe en su contra.

Es cierto que algunos intelectuales, periodistas y políticos asumen como cierto el golpe de estado para defender al caudillo autoritario caído, para difundirlo y hacer creer.

Maquiavelo dijo o se le atribuye haber dicho que gobernar es hacer creer. El mismo Maquiavelo, considerado un genio de la ciencia política, habría afirmado, además, que el fin justifica los medios.

Morales obtiene resultados de corto alcance con las dos últimas mentiras citadas. Por eso es necesario realizar campañas para convencer (vencer con argumentos) de que una rebelión de la mayoría del pueblo boliviano derrotó al gobierno de Morales y argumentar por qué.

Y con Camus, premio nobel de literatura y parte de la resistencia contra la ocupación nazi en Francia, mostrar que el fin NO justifica los medios.

Suponemos que algunos masistas admiten que su jefe miente y quizá tienen algún cargo de conciencia por eso. En cambio, Morales es un mentiroso consuetudinario, conducta que le sirvió para gobernar y actualmente pretende usarlas como “argumentos”, para volver al poder.

Con aquellas dos últimas mentiras, el también supuesto campesino e indígena pobre, se presenta como víctima de la derecha y del imperialismo, lo que antes le ha dado frutos politiqueros.

Sin embargo, en este tiempo es urgente responderle al dirigente cocalero del Chapare, que estamos advertidos de lo que busca con las mentiras difundidas y que comentamos.

Acaso lo más importante de aquellas dos mentiras es que los derrotados por la fuerza de la masa buscan que esas ideas se transformen en fuerza en su favor para intentar, aquí, la guerra civil con la que amenazaron alteños masistas.

Similar finalidad persiguen con “Vietman moderno”, anunciado por Juan Ramón Quintana, militar retirado, formado en una escuela castrense y otros institutos yanquis y que está refugiado en la Embajada de México en La Paz.

No se debe subestimar el alcance posible de esas acciones armadas de los Morales y compañía.

Diosdado Cabello, otro militar que oficia como presidente de la asamblea legislativa de Venezuela, avisó que el día de la huida de Morales, empezó en Bolivia la resistencia para reponerlo al caudillo cocalero en la Casa Grande del Pueblo. La resistencia pregonada por Cabello, quizá quieren que cobre la forma de una guerra civil, la que tratarían que cuente con participación de militares como Kaliman, excomandante de las FF.AA. bolivianas.

El Che, para desplegar la revolución latinoamericana, planteó convertir a la Cordillera de los Andes en una nueva Sierra Maestra y propuso organizar uno, dos, tres Vietnam, especialmente en Suramérica. Sin embargo, en ambos casos hay que sostener que los hechos en la historia ocurren como tragedia y se repiten como comedia, según Marx.

Ante esas dos proclamas, destinadas a meter miedo, es necesario replicar que el pueblo boliviano acumuló como experiencia la derrota a Evo Morales y a Gonzalo Sánchez de Lozada.

Los que luchamos, por la liberación de Bolivia y de Nuestra América o Patria Grande —lo que esperamos hacer hasta el último aliento—, batallaremos para que Morales no salga con la suya, porque su gobierno y lo que resta desmontar de su régimen, son una “pesadilla realizada”, la que para los masistas que han robado, entre otras cosas, sigue siendo “un sueño”, con lo que parafraseamos a Eduardo Galeano.

Concretamente, los que damos pasos para organizar un frente antiimperialista y revolucionario, ocuparemos nuestros puestos en todas las trincheras, porque una vez más le decimos a Morales que no le tenemos miedo ni a él ni a los matones que podrían contratar, porque sabemos que tienen plata para vivir bien y para sostener el accionar que intentan, y sus amigos podrían darles más recursos, para una causa que dejó de ser del pueblo, si algún momento lo fue, sobre todo por sus obligaciones, antes que por el ejercicio del poder real.

El presidente de Uruguay, Tabaré Vásquez, ha dicho que el pedido de renuncia al entonces presidente Morales es ilegal y que la presidenta interina, Jeanine Añez Chávez, es de facto.

Si esa apreciación del Presidente, frenteamplista y socialista, es el resultado de su desinformación sería menos desafortunada. Sin embargo, la actual Presidenta interina de Bolivia asumió el cargo en ausencia definitiva de Morales, que renunció y viajó autoexiliado a México. Una prueba de esta afirmación es que continúa en funciones la Asamblea Legislativa Plurinacional, en la que los parlamentarios del partido del exmandatario de nuestro país constituyen las dos terceras partes. Con los votos de esa mayoría y de la minoría se anularon las elecciones del 20 de octubre, por fraudulentas; se convocó a nuevas elecciones y a los candidatos al Tribunal Supremo Electoral (TSE), incluidos los vocales a los tribunales electorales departamentales.

En nuestra Constitución, asimismo, no se prohíbe el pedido de renuncia a un presidente o a otra autoridad electa. Y lo que no prohíbe nuestra Ley Fundamental, está permitido.

Añadimos que la rebelión —que derribó a Evo Morales— es un derecho del pueblo cuando se agota el estado de derecho, que es lo que ocurrió en Bolivia, entre otras violaciones, cuando el otrora Presidente desconoció la voluntad de más del 51 por ciento de los bolivianos que votamos para que Morales no repostule, por cuarta vez, en contra de la Constitución. El derecho del pueblo a la rebelión se lee en el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948).

La victoria electoral en la primera vuelta, que Morales afirma que la OEA le ha robado, mediante un fraude, es ilegal e ilegítima.

Esa pretendida victoria, como dice el informe final de auditoría de la OEA, fue el resultado de una “manipulación dolosa”. Es decir, hubo y hay delitos electorales y responsabilidad penal, la que los procesos en marcha tendrían que determinar. Responsabilidad penal, también de Morales, porque fue el beneficiado principal del fraude o de las “irregularidades”, como las denomina el informe de la OEA. Además, esa es una pretendida victoria electoral, porque los comicios del 20 de octubre contienen “vicios de nulidad”, como dice otro informe del gerente de la empresa que auditó, en el terreno, los cómputos de las elecciones anuladas.

Morales asegura que se le robó su victoria electoral, como propaganda mentirosa destinada a convencer, otra vez, a sus electores cautivos y a sus amigos incondicionales de dentro y de fuera de Bolivia.

No debemos distraernos, las mentiras de Morales tienen como propósito hacer creer que no hubo el gigantesco fraude electoral en nuestro país; que le robaron su victoria, la que no fue tal; que hubo golpe de estado y no revuelta o rebelión popular.

Las verdades son contrarrestadas con mentiras por Morales, como aconsejaba el Ministro de la Propaganda de Hitler, y como lo hacen agentes de la CIA, con las que ha hecho creer a la mayoría de los bolivianos, al menos 10 años.

Morales es, pues, un mentiroso incorregible. Por él cabe repetir: genio y figura hasta la sepultura.