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Horrendo asesinato que merece castigo ejemplarizador

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De sábado a sábado (236)

Remberto Cárdenas Morales*

El espantoso asesinato de Hanalí Huaycho Hanover, cometido con las agravantes señaladas por la ley penal y las mejores costumbres (premeditación, alevosía, sangre fría) merece el castigo al criminal que, se advierte, tuvo protección cuando fue denunciado por intentos de cometer similar acción punible y sólo enfrentó una suspensión temporal del servicio policial. Ahora, perseguido por sus colegas, quizá tenga apoyo, otra vez, de uniformados que dijeron por el asesino (presunto porque no se demostró que lo es en un debido proceso) que es un oficial tranquilo y no el temerario, como demostró ser.

Sensiblemente Hanalí dejó de estar entre los periodistas y en medio de los que la conocieron por lo que resulta irrespetuoso, para decir lo menos, que se pregunte, por ejemplo, por qué se reconcilió con su pareja después de tantos ultrajes de la que fue víctima.

¡Qué bueno hubiera sido que Hanalí reorganizara su vida —a lo que tenía derecho— lejos del horrendo criminal que tuvo en su lecho!

Nosotros afirmamos que la vida se encargó de mostrar, a costa de la vida de nuestra colega y ex estudiante de comunicación de la UMSA, que ella durmió con su enemigo mortal al que tenía como compañero sin convencerse de que se trataba de un despiadado sujeto que participó de acciones represivas en el ámbito político, en el combate a delincuentes, en el auxilio de afectados por inundaciones desde el Batallón de Bomberos de la Policía Boliviana (PB) y que se desempeñó como instructor de la Academia Nacional de Policías (ANAPOL). Fue oficial de la PB, institución en la que suponemos desarrolló su predisposición delictiva en vez de asumir la conducta de protección a la sociedad y a la familia: a la esposa, al hijo, a la suegra.

Los trabajadores en el mundo, en Nuestra América y en Bolivia, como un comportamiento invariable recogen sus muertos, cuya autoría en otro tiempo fue de los dictadores militares y fascistas, y de criminales tipo Clavijo. Periodistas, más allá de diferencias que pudieron tener con la asesinada, participaron y participan de homenajes, del velorio, del entierro, de una marcha y de misas para la periodista ausente y presente.

Sensiblemente Hanalí es una de las víctimas de la violencia contra las mujeres, entre tantas otras. Víctimas de las que la mitad de las que denuncian las agresiones tuvieron y tienen a sus parejas como autores y que pertenecen a la PB o a las Fuerzas Armadas (FF.AA). Por eso no es, pues, una exageración decir que esos cuarteles tienen mucho de escuelas de criminales, la mayoría de los que no se regeneran, las pocas veces que son investigados, procesados y castigados.

Para nosotros la indignación de los bolivianos, ante ese crimen que segó la vida de la periodista es un delito que, como se ha manifestado, tendría que servirnos como para que luchemos y consigamos que nunca más haya un asesinato como ése, para que colectivamente defendamos el derecho a la vida ante criminales como el buscado en el país y en más de 50 países, como alardean ciertos jefes policiales, sin que se note en ellos ni vergüenza ni autocrítica ni compromiso para desterrar, de las filas policiales, ese accionar delictivo que espanta y que rechazamos en tono mayor.

El teniente de la PB, de acuerdo a datos que no se han desmentido, es parte de una élite, de criminales añadimos nosotros, apoyados en la experiencia conocida.

Clavijo fue parte de esos grupos entrenados para reprimir a los opositores políticos, con un añadido, ese oficial junto con otros fue formado para cuidar la seguridad del viejo Estado y, además, esos policías son funcionales que también sirven a gobiernos como el actual.

Concretamente, el asesino integró la guardia del llamado Estado plurinacional. Hablamos de la lucha de los gobernantes actuales contra el comportamiento divisionista de la derecha cruceña y de la media luna, de las acciones terroristas de la derecha), de la oposición a los cambios, cuando éstos son verdaderos, cuando sirven a las regiones, al pueblo y al país.

Los inquilinos del Palacio Quemado conocen los servicios “sucios” del oficial Clavijo. Éste fue parte de los grupos operativos de la PB encargados de la represión política hasta hace poco. Ese tipo de oficiales, hasta donde se sabe, son tolerados por los gobernantes. (Se publicó una fotografía en la que están el Vicepresidente y el ex viceministro Farfán con Clavijo y Andrade cuando los dos últimos tenían la calificación de eficientes para la represión y a los que se creía tranquilos). Ahora que Clavijo, según todas las evidencia, asesinó a su esposa, en presencia de su hijo de cinco años, según actitudes de miembros del gobierno, Clavijo es un oficial muy incómodo para ellos. Es tan incómodo que el Vicepresidente sugirió que al supuesto asesino de Hanalí debe ser tratado como si fuera sidoso. La disculpa del segundo mandatario fue considerada insuficiente por la gente con Sida.

Los inquilinos del Palacio Quemado, por criminales como Clavijo, podrían decir que ese oficial es un hijo de perra, pero un hijo de perra de ellos, a su servicio, hasta hace poco. Con el asesinato a cuestas, Clavijo sigue siendo un hijo de perra (con todas las agravantes) pero los gobernantes parece que ya no lo sienten suyo, a pesar de los servicios “destacados” servicios del oficial y asesino presunto. Sin embargo, el teniente Clavijo sigue siendo un hijo de perra por lo que reciben rechazo, incluso, de gobernantes y de jefes policiales.

En otras palabras, oficiales como Clavijo en la PB son los que participan como infiltrados en el frente real o supuestamente enemigo; organizan sabotajes; meten bombas a medios de difusión (como el Cap. Andrade, también de la PB, lo hizo contra un canal de televisión de Yacuiba); participan en acciones represivas (léase punitivas); torturan hasta provocar la muerte de supuestos o reales delincuentes; a la vez son expertos en inteligencia y contrainteligencia, entrenan a otros criminales en escuelas policiales, cometen delitos y, con frecuencia, ese accionar tiene protección y/o tolerancia de los mandos superiores de la PB.

Algo más debe preocuparnos a los bolivianos que pensamos con cabeza propia. Cuando el Comandante de la PB le llama a Clavijo para que se entregue y avisa que los sabuesos que lo buscan tienen orden para disparar si se resiste a ser apresado, no dejamos de pensar que en esos mandos superiores y en otros niveles de la PB quizá lo prefieran muerto a Clavijo, así al menos permanecería oculta, ahora, la protección que le concedieron y la que quizá recibe en este momento.

El comportamiento de Clavijo, evidencia que el aparato represivo (parte sustancial de todo Estado) cuando menos tiene que ser reformado. Más que eso, tenemos que aspirar, legítimamente, a que en Bolivia se organice otra policía, que excluya de sus filas a criminales descubiertos, así como hace falta descubrir a los encubiertos de esas filas.

En honor de todas las víctimas de uniformados de la PB a ésta tienen que llegar, sin más postergaciones, cambios avanzados.

Esos cambios, sin embargo, serían insuficientes si sólo tienen lugar en las instituciones y se mantienen las condiciones materiales que convergen, también decisivamente, como causas que generan la violencia contra las mujeres.

Se necesitan reformas en la PB, que apunten hacia la articulación de otro organismo de seguridad que sea democrático, popular, antiimperialista y revolucionario, es lo que busca el pueblo porque ve que los gobernantes tienen, entre su guardia dudosa, a policías como Jorge Raúl Clavijo Ovando.

*Periodista

La Paz, 23 de febrero de 2013.

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